Recuerdo que la primera mañana que despertamos juntas, fui yo quien abrió los ojos primero. Jugueteé con las finas sábanas que nos cubría a ambas y te abracé atrayendo tu cuerpo hacia el mío.
Instantáneamente tu calor invadió mi cuerpo, de sangre fría.
—Kháos... —dijiste somnolienta y con los ojos aún cerrados.
Te abracé y escondí mi rostro entre tu pelo, lo cual revolucionó todo mi sentido olfativo. Tu aroma y el del té de frambuesa que habías tomado la noche anterior pervivían y convivían en armonía.
Entonces entreabriste tus ojitos.
—Te amo incondicionalmente, Kósmos. —dije en voz baja, y lo repetí tantas veces que volviste a caer en un sueño.
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Kósmos. Segundo libro.
ContoEs calma y serena, pero es mi éter al fin, y movería cada astro del cielo por ella. © 2015. Iulia Kosztandi. Todos los derechos reservados.