Recuerdo perfectamente aquel día llevabas tu pelo recién cortado y se movía mucho más de lo habitual rozando tu cuello y cubriendo a duras penas tu nuca.
Pero estabas desastrosamente preciosa, más que ninguna otra que hubiera o pudiera existir en un imaginario futuro.
Llegaste a la azotea antes de lo acordado y te tumbaste sobre el frío suelo mirando al cielo, mientras en tu móvil sonaba la voz de Marina and the Diamonds. Cuando llegué te imité y nos quedamos en completo silencio durante largos minutos; escuchando la canción.
—El universo me hace pensar en ti, ¿lo sabes? —me dijiste, y dirigí la mirada al firmamento estrellado.
—Por qué. —respondí al minuto.
—Por dentro estás tan desordenada y deshecha como él.
Ahora no respondí.
—La gente admira el desastre del universo, pero a mi me cautiva el caos que tú llevas dentro... —susurraste dejando de mirar a los imponentes astros para mirarme a mi.
—Y yo admiro el cosmos que llevas dentro.
Noté tus dedos entrelazarse con los míos y el roce fue eléctrico; me hizo cerrar los ojos con fuerza.
—¿Vas a dejarme sola? —preguntaste.
—No podría. Siento la necesidad de estar a tu lado con constancia.
Te quedaste en silencio. Te aproximaste a mi hasta que el roce se convirtió en abrazo.
-Prometo estar contigo incondicionalmente, Kháos.
-Incondicionalmente, Kósmos.
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Kósmos. Segundo libro.
ContoEs calma y serena, pero es mi éter al fin, y movería cada astro del cielo por ella. © 2015. Iulia Kosztandi. Todos los derechos reservados.