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Recuerdo que dejaste de cogerme el teléfono a la vez que empezaste a ver a aquel tipo cuya cara no me resultaba familiar.

¿Puedes hacerte una leve idea de cuán pequeña se hace una ciudad compartida contigo en esa situación?

Te vi hablarle, sonreírle, mirarle, abrazarle y finalmente besarle, por las malditas calles que antes recorrías de mi mano.

Y es algo que jamás podré perdonarte, Kósmos.

Kósmos. Segundo libro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora