Capítulo 39.

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Yun Min miró por la ventana, observando la luz solar desaparecer poco a poco, esto mientras Tae Min murmuraba que iría a buscar a Ki Bum. Ho Won se había marchado hacia un rato, siendo llevado por Myung Soo. Al parecer Sung Kyu y Woo Hyun habían desaparecido. ¿Habrían huido juntos? Pero aquello era algo que poco le importaba a Yun Min. El momento estaba llegando.
Hee Chul aún no recuperaba la consciencia, pero estaba vivo. Y Yun Min sabía que el Titiritero tendría algún truco escondido.
Observó a los tres niños con varicela, uno de ellos dormía y los otros dos no tardarían en seguirle, sobre todo cuando ella les inyectara el veneno que tenía preparado. Lo usaría en ellos, en Dong Woo, en Sung Yeol y en Sung Jong. Y si Tae Min y Ki Bum volvían lo usaría en ellos también. Estaba siendo misericordiosa. Lo que pasaría con ellos a manos de esos vampiros...
Y Yun Min descubrió que le gustaría verlo. Decían que ellos eran más limpios en sus procedimientos para asesinar. Quería comprobarlo.
—Enfermera —llamó uno de los chicos—. ¿Puedo ponerme más de esa pomada?
No era una pomada, pero ella no le explicó, limitándose a tomar el frasco y pasándoselo. Eran tan frágiles en su aspecto humano. Ella misma podría matarles con sus propias manos.
—Espero que Woo Hyun venga pronto —dijo el otro chico —tengo examen mañana y quería saber si me dispensarán y...
Pero a Yun Min eso no le importaba. Ya no habría más exámenes de que preocuparse. Tiró de las cortinas de ambos para dejar de verlos. Siempre odio a los niños. No tenía un buen motivo, simplemente...
—Yun Min.
Esa voz. Esa horrible voz. Durante un segundo la enfermera de la Academia Dissander se paralizó, pero cuando sus ojos dieron de lleno con la ventana. Y con el hombre pálido, delgado y de nariz afilada parado junto a ella sus bríos volvieron. El ruso. El otro títere.
—¿Puedo pasar?
—¿Enfermera?
Pero Yun Min ya no escuchaba a esos dos niños licántropos, sólo tenía oídos para Aleksi Sokolov.
—Puedes pasar.
Siseó. Y al momento el pestillo dio un ligero clic y la ventana se abrió, dejando al vampiro entrar, acompañado de una fuerte ráfaga de frío viento. Y de los gritos de los niños enfermos, preguntando que pasaba.
—La Academia es nuestra ahora.
Declaró el vampiro, tomando el cuerpo inerte de Hee Chul antes de cortar su propia muñeca, dándole su sangre al traidor. Yun Min observó aquello con fascinación. Sospechaba que beber sangre de vampiro, no inyectarla, sino beberla serviría como una especie de cura en vez de droga.
—¿Señorita enfermera?
Y una de las cortinas fue apartada cuando uno de los niños enfermos abandonó su cama para ver que ocurría. No hizo falta más allá del espectáculo de Aleksi Sokolov para que el niño comenzará a gritar.
Yun Min sonrió, con la aguja lista. Siempre disfruto ser enfermera, siempre disfruto el dolor de los mocosos.
Sujetó al niño por el cuello, quien comenzó a forcejear, aterrado. Pero tenía ocho años y su fuerza en su forma humana no podía compararse con la de un adulto.
—Suelta al niño.
Yun Min se volvió, sin soltarlo, para toparse con Sung Yeol, despierto, de pie junto a su cama, con la piel algo verdosa, pero aspecto decidido. Y un arma de fuego apuntando directo hacia su pecho.
La enfermera sonrió, acercando la punta al cuello del menor. Una dosis mortal de veneno. Una muerte rápida, no como él... a quien ella había matado una noche de luna llena...
Y la detonación del arma de fuego la dejo atontada. Hasta que sintió que las fuerzas le abandonaban. El niño lobo se zafó y corrió a ocultarse debajo de su cama, mientras Yun Min se desangraba a causa de la herida. ¿Como era qué...?
—Es plata pura, hija de puta —bufó el chico alto antes de volverse hacia Sung Jong—. Jongie, despierta. Amor, por favor.
Y la risa de la enfermera lo hizo girarse de nuevo, estaba en un charco de sangre, señalando hacia la ventana. Y Sung Yeol le vio.
—No.
Pero era tarde y antes de poder hacer algo Kim Hee Chul se hallaba restablecido por completo, mirando hacia la ventana. Sung Yeol tomó su arma, si daba un tiro certero, si lograba darle, pero no fue algo que llegó a hacer.
El vampiro ruso le había derribado en cuestión de segundos, empujando su rostro contra el piso, muy cerca de la sangre de la enfermara ya muerta.
—Es tarde, Sung Yeol —rebatió Hee Chul —prepárate para ver el inicio de un nuevo imperio —y se giró hacia los cientos de ojos rojos que le miraban desde el otro lado—. Pueden pasar.

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