—Te amo y haré lo necesario para tenerte junto a mí.
Había declarado Woo Hyun antes de que los dos chicos comenzarán a vestirse. Esa había sido su despedida, aún si el rubio se negaba a aceptarlo.
Sung Kyu se marchó de la habitación del prefecto antes que él, sin añadir nada más. Cada cual tenía sus propias ideas y el Maestro no pensaba compartir las suyas con él. No en esa ocasión.
Y además tenía que hablar con Sung Jong. No sabía si su hermano estaría en las condiciones idóneas para acompañarle en tan arriesgada aventura. No sabía si podía seguir contando con su Segundo, su mano derecha, su hombre de confianza.
Pero algo que si sabía muy bien era lo que tenía que hacer.
El plan.
Su plan.
Y, por supuesto, la falla de este.
Nam Woo Hyun.
Porque todo habría salido tal y cómo él lo había planeado aquel lluvioso y gris día de no ser por el prefecto.
¿Qué parte de mantenerse al margen y no intervenir no le había quedado claro? Pero Nam se le había metido hasta por lo ojos, obligándole a amarle. Y cuando se amaba…
Pero Sung Kyu era consciente que ya no podía echarse para atrás.
En el pasado había sido egoísta, había engañado, traicionado y usado a todo aquel que se le pusiera por delante. Siendo Sung Jong la única excepción.
Sung Jong.
El pequeño por el que daría la vida sin pensarlo. El pequeño por el cual valía cualquier sacrificio. El pequeño al cual le dejaría el camino libre y despejado para que viviera.
Pero ahora…
Sung Kyu apuró el paso, abandonando el estrecho pasillo. El temido territorio de la prefectura de la Academia Dissander. Y era inevitable no recordar fugazmente todas las veces que estivo ahí, cuando no sabía quién era. Cuando no podía recordar a Woo Hyun.
Pero ya era tarde. El plan debía seguirse hasta el final.
Su plan.
Moriría a manos de Jong Hyun y sería Sung Jong quién liquidaría al licántropo. Sería el menor de los Kim quién daría el golpe final a la Bestia. Jongie sería el héroe del Gremio, el Maestro que todos necesitaban.
Y él…
Y recordó sus pensamientos de antaño. Porque morir de esa forma le daría además la Gloria Eterna. Sería un mártir, un héroe. Se hablaría de él durante años. Su nombre pasaría a la posteridad…
Sería casi una leyenda.
Pero ya no quería eso.
Porque él… quería vivir.
Quería una existencia tranquila y sencilla al lado de Woo Hyun, quería ver amaneceres, atardeceres y anocheceres con el joven de cabello dorado. Quería tomar su mano y saber que todo estaría bien. Quería sonreír cada día sabiendo que él era el motivo. Quería besarlo cada día. Quería envejecer junto a él. Quería amarlo hasta su último aliento.
Sólo que eso no sucedería.
Y Sung Kyu lo sabía.
Él se convertiría en una leyenda entre Cazadores, un punto de inspiración para los momentos de crisis. Y Woo Hyun llevaría a la Academia Dissander a una Era de Luz, tal y cómo Jjongie lo haría con el Gremio. Nam seguiría adelante con su vida. Y tendría que envejecer con alguien más.
Sung Kyu asintió para si mismo. Eso era lo único que debía pasar.
Cruzó el vestíbulo, semi destruido y con polvo por todas partes cuando se encontró con Dong Woo en las escaleras. Su amigo utilizaba aún vendajes y cojeaba un poco, pero se veía mejor de salud. Y pese a ello Kyu notó la diferencia al momento.
El olor.
El aroma de su amigo de infancia había cambiado por completo.
Dino era ahora un hijo más de la Academia Dissander.
—Me alegra que estés vivo.
—Digo lo mismo, Dong Woo.
El otro sonrió, pero al cabo de unos segundos su expresión se hizo seria. Una lástima. Sung Kyu quería irse recordando al risueño y distraído Jang Dong Woo.
—¿Qué harás, Sung Kyu?
—Creo que ya lo sabes.
Dino suspiró, negando brevemente con la cabeza.
—¿Estás seguro?
—Lo estoy. ¿Cuidarás de Jongie?
—Ya sabes que sí.
—Gracias, Dino.
Sung Kyu lo abrazó unos segundos. Dong Woo no iría con él. No tenía porque hacerlo. Así que esa era, posiblemente, su despedida.
—Siempre serás el mejor Maestro que el Gremio haya tenido.
Susurró Dong Woo y se marchó, encaminándose a los jardines.
Kim asintió en silencio, pero no aceptó aquello como cierto. Carecía de las cualidades para ser un buen líder. Su arrogancia, su egoísmo y su maldad lo hubiesen convertido en un dictador. Un Hee Chul más del montón.
Sung Kyu siguió hasta el aula dónde Tae Min había atendido a Sung Jong, realizando con éxito una transfusión de sangre. Era un niño talentoso. Esperaba que Woo Hyun le apoyase para que pudiera mostrar su valía ante el mundo.
El todavía Maestro del Gremio sabía que Sung Jong estaría ahí. ¿Esperándole? O quizás lo bastante débil como para no tener más remedio.
Le dedicó unos segundos a pensar en Sung Yeol y Myung Soo antes de abrir la puerta del aula, pero fuese cual fuese el resultado Sung Kyu sabía que alguno terminaría con el corazón roto.
Jong no estaba solo.
Naturalmente que Yeol se hallaba junto a él, pero también lo estaban Min Ho y Ji Soo.
Su equipo.
Su fiel equipo.
Sus chicos.
Sung Kyu pensó con nostalgia que aquella sería la última misión que harían juntos.
—Sung…
Pero el mayor del clan Kim los hizo callar, levantando una mano.
—Me alegra que estén todos aquí. Esto simplificara las cosas —pero, ¿lo haría? Y Kim sabía que sólo le quedaba confiar en ellos—. Está noche los alumnos de la Academia Dissander se enfrentarán a los vampiros del comedor. Defenderán su hogar. Y será peligroso para el resto estar aquí y quedar atrapado en…
—Basta con eso —gruñó Sung Jong, quién era sujetado por Sung Yeol, al parecer aún demasiado débil y lastimado como para andar por si mismo—. Deja esa falsa dignidad y esa falsa serenidad y no mueras. No vayas directo a eso…
—Segundo.
La única palabra que necesitaba para doblegar la voluntad de Sung Jong.
—No, Sung Kyu. Joder, no.
Kim sintió la mirada del resto sobre él. Y decidió decirles la verdad. Ese sería un acto de fe hacia su fiel equipo. El último. Incluso para Ji Soo.
—Está noche iré a darle caza a Jong Hyun.
—No —Ji Soo dio un paso al frente, con un mechón cubriendo la mitad de su frente—. No puedes hacerlo, Maestro. No sabes de lo que Jong Hyun es capaz.
—Y aún así lo haré.
Dijo el mencionado, manteniendo una expresión de serenidad. Pareciendo casi el Kim Sung Kyu del pasado.
—Iré contigo.
Declaró Min Ho al momento. Fiel hasta el final.
Y Sung Kyu no pudo evitar una sonrisa de orgullo.
Su equipo.
Sí tan sólo Dong Woo…
—No quiero obligarlos a nada.
—Entonces yo también iré.
Repusó Ji Soo, con las mejillas pálidas, pero con la decisión grabada en sus bellos ojos.
—Es una misión suicida —susurró Sung Jong—. ¿Por qué, Sung Kyu?
—Tú sabes porque.
—¿Y Woo Hyun?
Sung Kyu cerró los ojos un segundo.
Woo Hyun.
De nuevo Woo Hyun.
—Nos acompañará.
—No me refiero a eso.
Y Kyu lo sabía. Pero no podía hacer otra cosa.
—Eres mi Segundo.
—Desearía no serlo.
Susurró y Kyu vio el dolor en el rostro de su hermano, pero Sung Jong no dijo nada más. No tendría caso. Era su Segundo y debía obedecerlo ciegamente. Esa era su obligación.
Sung Kyu se acercó hasta él, sujetando su mentón con una mano.
—Te amo, hermanito.
Y lo besó en los labios, pasando de la presencia de Sung Yeol y los otros dos.
Quizás el amor que sentía por Jjong era diferente al que sentía por Nam, pero seguía siendo amor.
Sung Kyu se separó entonces, rompiendo el contacto. Y viendo a su hermano bajar la mirada, sin replicar.
El Maestro se dio la vuelta para marcharse, pero se detuvo un momento.
—¿Cuento contigo, Yeol?
El alto bufó.
—Sí.
No podía ser de otra forma. Lee iría detrás de Sung Jong, estaría en dónde el menor estuviera. Sung Yeol sería siempre así. Un triste chico aferrado a un amor que quizás no le llevaría a ningún lado. Se parecía tanto a Woo Hyun…
Kim negó internamente.
Ya era tarde para ellos.
—Y otra cosa —el silencio le indicó que le escuchaban. Su fiel equipo atento a sus palabras—. Woo Hyun tratará de intervenir, así que cuando yo se los diga deben detenerlo—. Kyu giró la perilla de la puerta del aula. Y añadió: —lleven plata y tranquilizantes.
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Academia Dissander
Hayran KurguTras un accidente de auto Kim Sung Kyu lo olvida todo. No sabe quién es. No recuerda a su hermano. No recuerda a su abuelo. Y sobre todo no recuerda al joven de cabellos dorados que lo mira tan intensamente.