Siete

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Todavía podía escuchar a mi mejor amigo cuestionando cada uno de mis movimientos, pero la verdad es que resultaba imposible actuar de otro modo. Casi una semana había pasado desde que Gerard había regresado a Jersey, y en contra de cada fibra de mi cuerpo, había intentado mantenerme apartado de su hogar y también su nombre de mis labios cada vez que me veía con su hermano. Pero ahora que Gerard estaba de regreso era obvio el papel de Mikey en mi vida. Yo ya no lo necesitaba para recordar a Gerard, porque Gerard había regresado. Aunque tampoco podía llegar y deshacerme de él... después de todo Reggie tenía razón; Mikey estaba enamorado de mí.

— ¡Frankie! —exclamó cuando nos encontramos a una calle de mi trabajo. Estaba vestido de forma bastante simple y sus grandes anteojos eran lo que más resaltaba en él. En contra de lo que cualquier posible homófobo fuese a decir, él se acercó a besarme en la boca y yo respondí.

— Lamento tardar, es que papá no me quería dejar ir —mentí, la verdad es que estaba decidiendo si presentarme o no.

— No importa, acabo de llegar yo también —respondió él— ¿Nos vamos?

— Como quieras, cariño —dije fingiendo una sonrisa, y luego de recibir un segundo beso comenzamos a caminar hacia el oeste.

El bar no quedaba demasiado lejos y luego de unos cinco minutos caminando pudimos escuchar el ruido de la batería. Había un pequeño grupo de personas afuera, pero todos se movieron para dejarnos entrar. Esa noche tocaba una pequeña banda local en la que Reggie cantaba, y teníamos invitaciones obligatorias a asistir. La presentación era en el sótano y bajo todo el humo, pudimos ver la zona en donde la banda iba a estar. Ya había varias personas congregadas ahí, pero cuando Reggie se acercó a nosotros y nos dejó sentados bastante cerca de ellos, nadie dijo nada.

— ¡Estará genial! —Gritó Reggie, estaba visiblemente ebrio— No recuerdo haber estado tan nervioso, ¡pero estará genial!

— Claro que estará genial, James —dijo Mikey, alzando una mano para darle los cinco— Eres el mejor. Gee me pidió que te dijera que le habría encantado estar aquí.

— Graba un par de canciones y luego se las enseñas para que ese bebé baile al ritmo del tío Reggie —exclamó mi amigo, y yo me quedé totalmente sorprendido al verles hablar así. Realmente era como ver a una familia, más cuando tocaban el tema del bebé de Gerard... un asunto que yo no había querido tener en mis pensamientos porque sabía que de hacerlo perdería la cabeza.

— ¡Vamos Reggie, cómetelos! —le dije a mi amigo, él nos sonrió y se marchó.

Poco después comenzó a hablar a través del micrófono, su voz sonaba cansada pero estaba tan eufórico que todos estaban gritando incluso antes de que comenzaran a tocar. Le dedicó la primera canción al perro de su abuela, y comenzó a cantar sobre un perro repleto de drogas, café cortado y Donald Trump.

— Es bueno —dijo Mikey, claramente lo estaba disfrutando.

— Lo es —accedí, aunque no estaba demasiado seguro.

Las canciones fueron avanzando entre discursos sin sentido de mi amigo y letras todavía más idiotas. La gente las coreaba aunque nadie las conocía porque no las habían escuchado antes. Y cuando se tomaron un respiro, todos comenzaron a gritar para que siguieran tocando. Era una noche memorable para mi mejor amigo, pero no podía sacarme a Gerard de la cabeza.

— ¿Cómo está todo? —pregunté cuando Mikey me pidió que le encendiera un cigarrillo.

— Bastante bien —respondió él—, me molesta un poco el olor a hierba pero es soportable.

platonic ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora