Dieciocho

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"Deberías ir."

Había dicho Gerard mientras estábamos dando nuestro paseo diario por el parque. Sus pasos eran lentos y se cansaba con facilidad, pero aun así lo hacía religiosamente cada tarde porque su doctor así lo había dicho. Yo no entendía por qué tenía que sobre exigirse tanto cuando era obvio que a estas alturas del embarazo ya no podía hacer tantas cosas como antes. Pero él replicaba que quería que el bebé naciera totalmente sano, y que caminando como el doctor se lo había aconsejado iba a lograr eso. Yo seguía sin entender su punto.

"Fue tu amigo antes de que tú y yo estuviéramos juntos."

"Pero ha sido un imbécil."

"Igual tú. James sólo se preocupa por nosotros."

Tenía razón. Pero aun así seguía reacio a aceptar. Era extraño haber recibido un mensaje suyo siendo que llevábamos meses sin dirigirnos la palabra. Pero ahí estaba, invitándome a salir a nuestro bar favorito el jueves por la noche. Y aunque no quería, las palabras de Gerard lograron convencerme y fui.

Era pasada la media noche cuando el ambiente se relajó. Ambos teníamos un par de cervezas encima y él había dejado de psicoanalizarme para darle paso a una conversación mucho más tranquila. De pronto todos los meses que habíamos estado separados se convirtieron en nada. Acerqué mi silla a la suya y chocamos nuestras botellas antes de apoyar la cabeza en su hombro, algo bastante similar a un apretado abrazo en nuestro propio idioma.

— Sabes que te quiero, hijo de puta —dijo él.

— Y yo te quiero a ti —respondí con una infantil sonrisa en mi rostro. Estaba contento de haber seguido los consejos de Gerard. Aunque él siempre tenía la razón de todos modos.

— Y no puedo creer que te hayas salido con la tuya —agregó luego, con una fácil sonrisa brotando de sus labios mientras negaba lentamente.

— ¿A qué te refieres? —Enarqué una ceja.

— A Gerard. Están juntos y Mikey no te odia. Tienes una suerte envidiable, Frank. Si yo fuera Gerard no te habría prestado atención nunca en la vida, mucho menos después de haber hecho sufrir a mi hermanito. Y si fuera Mikey te habría dado una buena patada en los huevos.

— Hace unos días me encontré con Mikey, en la mañana, en su casa —dije frotando mi barbilla—. Sinceramente estaba esperando un golpe o algo así. Pero fue bastante amable... me sentí una mierda, amigo.

Reggie se encogió de hombros y bebió otro sorbo de su cerveza. Yo decidí que seguir hablando de los Way no era la mejor idea del mundo así que fui a poner un par de canciones de Ramones en la rockola y volví a sentarme junto a James. Cuando iba por la tercera canción y mi quinta cerveza en la noche, mi pierna comenzó a vibrar. Saqué el celular planeando cortar pero en cuanto vi que se trataba de Gerard decidí responder. Él no habría llamado de no ser vitalmente importante.

— Frankie —su voz sonaba cansada—, perdón por interrumpirte pero... hm... uff... estoy en, uhm... rumbo al hospital con, hm... auch...

Su voz se volvió ronca y pronto fue reemplazada por llanto. El mareo provocado por el alcohol se desvaneció de mi sistema y corrí hacia el exterior para poder escuchar mejor. Aunque esta vez no fue Gerard quien habló.

— Habla Donna —dijo una voz femenina—, vamos rumbo al hospital. La bebé nacerá esta noche. Date prisa, Gerard quiere que estés con él.

platonic ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora