Trece

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— 29 de noviembre... Mierda, es hoy.

Fruncí el entrecejo para mí mismo y froté mis ojos luego de dejar el celular sobre la mesita de noche. Claro que era hoy, había estado corroborando la fecha desde hace una semana aproximadamente, cuando Gerard había mencionado que tenía cita con el su médico y yo me había ofrecido a ir con él. Era obvio que era hoy, por eso no había podido pegar un ojo durante toda la noche y por eso también eran las seis de la mañana y ya estaba desvistiéndome para ir a la ducha. Aunque no era culpa mía emocionarme tanto por un día, después de todo era la segunda vez que nos veíamos después de nuestra cita. La primera vez había sido tres días atrás, cuando nos encontramos cara a cara en el parque cerca de su hogar y aunque solo nos saludamos y sonreímos mutuamente durante unos minutos, había sido suficiente para calmar mis ansias de verlo. Porque eso era, una ansiedad y un nerviosismo enorme que sentía en todo momento y se difuminaba sólo cuando nos veíamos cara a cara, y nos sonreíamos, y podía escuchar su voz. Algo similar al síndrome de abstinencia pero sin droga de por medio... solo Gerard, mi droga.

No pude abstenerme a tocar la bocina del auto de papá una vez estuve fuera del hogar de los Way. Y cuando Gerard se asomó por la puerta sonreí como un imbécil. Me bajé para apresurarme hacia él, que vestía una gran chaqueta negra y una bufanda color azul eléctrico que precariamente desviaba la atención de su vientre cada día más grande. Me sonrió cuando estuve a su lado y ofrecí mi mano, la tomó y aceptó mi ayuda para bajar los escalones que lo separaban de la calle. Y cuando estuvimos al mismo nivel se acercó a abrazarme, fue algo fugaz pero su calidez y su aroma quedaron impregnados en mí.

— Gracias por venir, Frankie —dijo antes de apartarse.

— No es nada... sabes que me encanta estar contigo —comenté, y él rió. Ya no era tan extraño decir cosas extrañas porque vía mensajes nos habíamos prometido ya el cielo, el mar y la tierra. Pero la pantalla desinhibe a las persona y a veces lo que escriben no es precisamente lo que quieren decir. Así que me quedo con sus palabras, con los hechos, con esas sonrisas.

— A mí también me gusta estar contigo —respondió él.

Sonreí.

Abrí la puerta del copiloto para él y nuevamente le ofrecí mi mano para ayudarle a subir. Sus movimientos estaban más limitados ahora, era pesado y lento en todo momento. Aunque supongo que de tener un bebé casi de término dentro yo también sería bastante lento. Cuando se acomodó en el asiento le ofrecí el cinturón de seguridad y me tomé la libertad de pasarlo por sobre él para asegurarlo en su otro costado. Me sonrió de manera infantil cuando me aparté para cerrar la puerta y rodear el auto. Cuando me senté en el asiento del conductor y nos vimos directamente otra vez, él estiró una mano para tomar la mía y la posó sobre su la negra camiseta que cubría su vientre.

— Hoy está muy activa.

— ¿Activa? ¿Es niña? —pregunté, sentí una sensación extraña contra la mano y alcé la vista, Gerard sonreía. Al parecer había sido el bebé.

— Lo presiento —dijo él —. Hoy sabré. Se supone que debería haberlo sabido hace algún tiempo pero no quería mostrarse —rió entonces, posando sus dos manos a cada costado de su vientre, lucía tan adorable que quería comérmelo a besos.

— Pues yo creo que será un niño —dije encendiendo el motor e iniciando la marcha camino al hospital. Él me miró con el entrecejo fruncido—. Lo presiento —agregué encogiéndome de hombros.

— No puedes... —arrugó los labios— Yo puedo tener ese presentimiento porque yo la tengo aquí dentro, ¿Entiendes? Es como... no sé, es una niña. En serio.

— ¿Qué prefieres que sea? —preguntó Frank.

— No sé... creo que cualquier cosa estaría bien. Quiero decir, va a ser un bebé muy amado de todos modos —respondió Gerard y desvió la mirada a la ventana de su costado, se mantuvo en silencio la mayor parte del viaje y de cuando en cuando tomaba mi mano libre para invitarme a sentir al bebé. Decidí que podía estar así todo el día de ser necesario. Decidí también, que si algún día decidía ser padre... quería que fuera con Gerard y sólo con Gerard.

* * *

— Por aquí, por favor —dijo el doctor abriendo una puerta al costado de su consulta. Gerard lucía nervioso, aunque estaba tranquilo desde que el doctor le había enseñado los resultados de sus exámenes y le había dicho que estaba libre de cualquier patología desarrollada durante el embarazo, que estaba sorpresivamente sano y que su peso no estaba muy por sobre lo normal, que solía pasar que los primerizos tuvieran una considerable alza de peso al no saber controlarse, y que solo debía seguir cuidándose como hasta ahora durante las diez semanas restantes de su embarazo.

Volví a ofrecerle mi ayuda cuando Gerard se subió a la camilla y luego fui a instalarme cerca de su cabeza, sobre un banquito que ahí había. Él tomó una de mis manos y enlazamos los dedos, me aventuré a besar su frente cuando achinó los ojos a causa del doctor y el frío gel que esparció sobre su vientre. Y luego ambos contuvimos el aliento al ver al pequeño ser en tonalidades naranjas en la pantalla. Era una ecografía en 4D y el bebé lucía jodidamente detallado.

— Tiene tu nariz —susurré cuando vimos su rostro. Era un bebé extraño, quiero decir, todos los bebés lucen extraños así que para mí era extraño, pero realmente tenía su nariz. Gerard sonrió.

— Es una niña —dijo el doctor, evidentemente no había un pene ahí. Gerard rió y luego me miró con una sonrisa triunfal en los labios.

— ¿Aceptas un helado como premio, señor presentimiento? —dije como si estuviera molesto por haber perdido, pero no era así. Estaba feliz por verlo feliz. Él asintió.

— Acepto —asintió y luego volvió a mirar a la pequeña humana dentro de su vientre.

Una de mis manos fue a acariciar su rostro y él llevó una de las suyas a acariciar mi mano ahí. Nos mantuvimos en silencio escuchando los comentarios del doctor sobre la pequeña, y en un momento bajé la mirada al rostro de Gerard... estaba llorando. Sonreí enternecido y fui a besar su frente, él alzó el rostro y buscó mis labios, y nos besamos fugazmente antes de apartarnos para volver a mirar una última vez a la pequeña antes de que la pantalla se fuera a negro. Le ayudé a levantarse mientras el doctor archivaba las imágenes que había capturado, y cuando Gerard estuvo ya listo se las ofreció en una carpeta de papel.

— ¿Podemos irnos? —preguntó Gerard, el médico asintió y juntos salimos de la oficina. Llevaba la carpeta en su mano izquierda y a ratos la miraba con un extraño gesto en su rostro, mas no pregunté nada al respecto.

Juntos salimos al estacionamiento y cuando ya estuvimos sobre el auto él volvió a mirar la carpeta. Esta vez no pude evitar darle voz a mi curiosidad. Simplemente no era algo que pudiera contener de manera consiente.

— Si tanto quieres verla, ¿por qué no la abres? —pregunté.

— Porque no me pertenece —dijo Gerard—, no tengo permiso de abrirla, o más bien no quiero abrirla. Estoy juntando todas estas ecografías y demás cosas para sus padres.

— ¿Sus padres?

— ¿Nos vamos ya por ese helado o qué? —cambió el tema de manera tan brusca que no tuve otra opción de seguir su ritmo y sacudí la cabeza antes de encender el motor y salir rumbo al centro de la ciudad, para regresar a la cafetería de nuestra primera cita. Las palabras seguían en mi cabeza pero algo en mí me decía que no era mi trabajo indagar en eso, que sólo debía darle su espacio y recibir cuanto él quisiera compartir conmigo.

Eventualmente nuestras miradas se encontraron y él me sonrió. Estábamos en un semáforo en rojo y rojas eran sus mejillas cuando nuestros labios se encontraron, compartimos un beso que duró hasta que el semáforo cambió a verde y las bocinas de los vehículos tras nosotros comenzaron a hacerse escuchar. Pero sus labios eran mi preocupación en ese momento... los demás conductores podían irse mucho a la mierda. 

platonic ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora