Narrador Omnisciente
-¡Tori ten cuidado no te vayas a caer del maromero!- grita la madre desde una banca del parque observando a su pequeña asentir a su indicación. Su hija era la criatura más bella que jamás hubiera visto con su cabello oscuro, su piel clara, sus mejillas rojas, sus labios rojos y sus faldas empapadas de lodo por tanto jugar en el pasto. A sus cinco años era una preciosidad.
Victoria, como se llama la niña se adentra en los toboganes, resbaladillas y pasamanos del maromero. O todo era tan grande o ella muy pequeña porque el recorrer esos pasillos le parece una idea más titánica que el que un explorador se metiera a recorrer las Pirámides de Egipto. Pero ella tenía el espíritu de un aventurero, si se perdía podía gritar el nombre de su mamá y ella llegaría a su rescate. La niña seguía explorando el pasillo hasta que encontró su lugar ideal, una pequeña terracita que daba una vista a todo el parque, aunque para nuestra querida Tori pareciera una vista de todo el mundo.
Ella llegó a la terracita y recargándose en el barandal saludó a su madre y gritó:
-¡Mira mamá, estoy en la cima del mundo!- gritó tan alto y con tanta alegría, que su mamá comprobó que no sólo era bella por fuera sino por dentro.
-¡Oye niña, yo llegué primero!- reclamó alguien con voz de niño a espaldas de Tori. Tori por consiguiente se volvió para ver quién era la pequeña personita que se atrevía a confrontarla. Un niño de más o menos la misma edad que Tori era el le hablaba, tenía al igual que ella, cabello oscura, piel blanca, ojos muy oscuros casi negros y delgado. Él por su parte al ver a la pequeña cara a cara hizo que algo en él cambiara de opinión acerca de echarla de ahí.
-¿Puedo quedarme aquí por favor?- imploró la niña poniendo la cara que regularmente le ponía a su padre cuando quería un helado, ese gesto que hacen los niños de inflar los cachetes, agrandar los ojos, hacer trompita los labios y hacer ojitos a su interlocutor.
Los ojos del niño brillaban con una fuerza y una luz que jamás había sentido.
-Claro, puedes quedarte.- contestó el infante.
Ambos se sentaron recargándose en el barandal a espaldas de la madre de Victoria.
-¿Cómo te llamas?- preguntó el niño.
-Me llamo Victoria, pero todos en mi familia me dicen Tori, ¿y tú?- contestó y luego preguntó al niño que en pocos instantes conoceremos su nombre.
-Me llamo Matthew, pero mi papá me dice Matt.- contestó revelando su identidad, Matt. Tori sonrió, porque Matthew le parecía el nombre perfecto para ese niño, definía con perfección su rostro y su personalidad (o por lo menos lo poco que llevaba conocido de ella) ese nombre le encajaba perfecto. Poco después Tori y Matthew descubrieron que ambos tenían muchas cosas en común, ambos asistían al mismo kinder, iban en el mismo grado pero en grupos diferentes, a ambos les gustaba la ensalada de manzana que preparaban en navidad, su programa favorito era Bob Esponja y ambos sabían leer a pesar de la poca edad que tenían.
-¿Te gustaría jugar conmigo en el pasto?- ahhh sí, una propuesta para jugar. Una crucial pregunta que hacen las personas de cinco años a otras personas de cinco años. La niña asintió con las mejillas más rojas de lo común, nunca un niño la había invitado a jugar. Ambos se deslizaron por el tobogán rojo que tenía la terracita y cayeron en la caja de arena.
Ambos pasaron juntos el resto de la tarde, lanzando arena, persiguiéndose por el asfalto, tirados en el pasto observando la forma que tenían las nubes e incluso fueron a comprar un helado. Cuando Matthew se resbaló en la caja de arena, Tori se rió, cuando Tori se cayó en el pasto Matthew también se rió de ella. Nunca habían reído tanto, nunca habían pasado una tarde tan maravillosa como la que ellos dos estaban construyendo; ellos se habían divertido más a sus cinco años que un adulto a sus treinta.
-Victoria, ven tenemos que irnos, despídete de tu amigo.- ordenó la aguafiestas madre de Victoria.
-Mamá, ¿nos podemos quedar un rato más por favor? -imploró la niña pidiendo a su madre con el gesto ya antes mencionado.
Justo en ese momento la madre de Tori iba a ceder, hasta que la madre de Matthew, después de cortar la llamada en su celular, dijo:
-Matthew, tenemos que irnos ahora.
Ambos niños tenían que separarse, ¿nunca les han dicho: "raramente te vuelves a juntar con tu compañero de juegos"? a eso le tenían miedo Matt y Victoria, a nunca mías volver a encontrarse. Aunque como los niños que eran, habían olvidado que asistían al mimos jardín de niños y que el pueblo en el que vivían era demasiado pequeño, así que probablemente se encontrarían con regularidad. Pero de nuevo, ellos no lo sabían.
Victoria se acercó de mala gana a Matthew y recargando sus manos en el hombro izquierdo, le plantó un beso en la mejilla, y susurrando cerca de su oído dijo:
-Nos volveremos a encontrar, si me necesitas mira a las estrellas. No lo olvides.
Victoria se acercó a su madre le dió una mano y con la otra la sacudía con la falta de energía necesaria como para indicar que no estaba felíz por despedirse de su amigo.
Amigo.
Nuestros pequeños amigos volvieron a casa, sanos y salvos. Todos menos la madre de Victoria quién después de llevar a Victoria a su hogar, regresó a su estudio musical por unas partituras, cuando iba de regreso a reencontrarse con su hija y con su esposo, falleció. Los diarios decían que fue espantoso cómo el auto había quedado sobre su propio eje y como la camioneta que había sido responsable del daño no había sufrido daño alguno que pudiera compararse con la muerte. Ese mismo día el padre de Victoria le dió la noticia de que su madre iba a un lugar mejor.
Entonces Victoria procuró borrar de su memoria ese día tan maravillosamente trágico.
Por el contrario Matthew lo tuvo presente, e incluso sigue en su memoria hasta la actualidad a sus 17 años. Nunca borró de su memoria, el día en que se había enamorado de Victoria.
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Mi Chica De Inter-Cambio
Teen Fiction¿Qué pasaria si la chica más inteligente se fuera de intercambio a Suiza todo un año? ¿Qué pasaria si fuera "fea"? ¿Qué pasaria si regresará hecha una hermosura? ¿Qué pasaria si no fuera la más inteligente? ¿Qué pasaria si el playboy fuera...