¿Qué pasaria si la chica más inteligente se fuera de intercambio a Suiza todo un año? ¿Qué pasaria si fuera "fea"? ¿Qué pasaria si regresará hecha una hermosura? ¿Qué pasaria si no fuera la más inteligente? ¿Qué pasaria si el playboy fuera...
—¿A dónde vamos?— pregunté subiendo al auto de Kurt.
Miré por el espejo retrovisor y le di una última revisión a mi atuendo, una blusa de manga corta con rayas vino y grises, un pantalón de mezclilla gris y unos converse. Mi mamá emocionada porque por primera vez un chico me había invitado a salir y yo había aceptado, me hizo una coleta alta y me amarró un listón también color vino.
—Es una sorpresa— me respondió poniendo en marcha el motor de su auto—¿Sufres de vértigo?— preguntó yendo calle abajo. Traté de averiguar el porqué de su pregunta, tal vez era un indicio del lugar al que nos dirigíamos.
—No— contesté y alzando una ceja pregunté:— ¿Por qué?
—Por nada.
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—No abras los ojos. Se supone que es sorpresa
—No están abiertos— contesté, colocando las manos encima de las manos de Kurt que se encontraban cubriendo mis ojos, inmediatamente después de poner mis manos sobre las suyas él cubrió mis ojos con una sola mano y puso la otra en mi cintura, atrayendome hacia él jalandome por las presillas del pantalón y susurrando:
—Abre los ojos.
Abrí los ojos, y observé el lugar más maravillosamente escogido para una primera cita, la tierra prometida de los niños, ahora entendía su pregunta acerca de su sufro de vértigo, ahora sé que se tomó el tiempo considerando el lugar para nuestra primera cita.
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Agrandé mis ojos en señal de sorpresa, felicidad y emoción e incluso estoy segura de que entre mis labios entreabiertos se asomó una sonrisa, lo miré y estaba sonriendo de oreja a oreja, contento por mi reacción.
—¿Te gustan las ferias?— preguntó con un gesto que decía: "Ah, si, se me olvidó preguntarte eso", curiosamente, yo, que no soy muy bromista y juguetona le seguí la corriente.
—Cómo cree, señor, eso es del diablo— posteriormente de mi comentario comenzé a reir ya que jamás había actuado así de inmaduro, sarcástico e inconsciente. Pero me gustaba, él me gustaba. No por quién era él, sino por quién yo era cuando estaba con él.—Sólo te advierto que soy una extrema descontrolada— alarme hablando ya con seriedad, no quería tener que subirlo a una montaña rusa extrema sólo por quedar bien conmigo.
—¡Que bueno, porque yo también!— anunció con una sonrisa en su rostro y tomándome de la mano me llevó a la taquilla a comprar los boletos de entradas. Después de que la encargada nos entregó nuestras respectivas pulseras decidimos ir a probar suerte a algún puesto de azar. Nos dirigimos hacía el puesto él con su brazo sobre atras de mi cuello sobre mis hombros y yo abrazando su abdomen, con mis brazos alrededor de su cintura.
—Estoy pensando en ser romántico y ganar un oso de peluche para tí— siguió sugiriendo con sarcasmo en su voz—¿Tú que opinas?
Apreté mis labios y me limité a contestar: — Eso sería genial.
