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V A L

De la misma forma en que se había vuelto mi rutina, después de casi tres meses de estar en la prisión, desperté ahogada en el repulsivo y contaminado aire radioactivo del lugar.

Busque tosiendo mi máscara anti-gases y en cuanto la pude tomar entre mis dedos, me la coloque sin pensarlo demasiado, tomando una gran bocanada de aire apenas un poco más limpio que el que se podía respirar sin esta. En los tres meses que llevaba ahí había aprendido que se podía estar ocho horas sin portar la máscara, sin correr riesgo alguno de una intoxicación; era por eso que dormíamos sin utilizarlas, siendo un método efectivo como despertador, ya que se podía descansar el tiempo justo para tener las energías suficientes para hacer todas las actividades que se nos proporcionaban.

Caminé, rodeada de varias docenas de personas, rumbo a donde estaban las cocinas y comedores que sustentaban a todos dentro de esas paredes, sección a donde había sido asignada como ayudante para servir los alimentos a los ancianos que había en el lugar.

Esa tarde todo era tranquilo, como lo solían ser los monótonos días en el comedor para las personas adultas así que me sentí con la libertad de sentarme a observarlos comer, detrás de la barra, después de haber servido la última tanda del día.

Sus sonrisas estaban en su mayoría incompletas pero eso no evitaba que transmitieran una paz y una leve esperanza, de que en algún momento, todo volvería a ser como en los viejos tiempos.

Comían su avena con lentitud, mientras hablaban de como había estado el día o incluso, jugando ajedrez entre ellos. Entonces, como solía pasar cuando los observaba, me sentí feliz y por un momento, incluso olvide el terrible sitio donde todos nos encontrábamos.

Pero el tranquilo ambiente que todos disfrutaban se vio interrumpido, cuando dos hombres, lacayos de la clase alta entraron al sitio y ordenaron que todos salieran, a excepción de una mujer.

Marie era una persona dulce y bondadosa y su cabello de plata, que iba a juego con sus delicadas arrugas, te hacían sentir que ella en realidad era tu abuela.

Algunos salieron de inmediato, despavoridos de miedo; mientras que otros recogían sus cosas, mirando todo atentos.

Los dos hombres, de al menos metro noventa de estatura comenzaron a gritarle a la indefensa mujer, comenzando a soltar varios golpes en su cuerpo, acompañados de sus risas.

Estaba más que prohibido, interrumpir el "castigo" que se le proporcionaba a alguien, pero verlos así, golpeando a la anciana que se encontraba en posición fetal en sus pies fue el suficiente motivo para que me llenara de valor y saltará la barra donde se encontraban unos platos a medio comer y corriera hasta donde estaban ellos; interponiendo mi cuerpo entre el de los hombres y la pobre Marie.

—¡Dejen a la pobre mujer! —Grite, intentando mostrarme demandante a pesar de ser la mitad de masa de cada uno de ellos.

Las risas de ellos se hicieron presentes de nuevo, justo después de algunos segundos de silencio sepulcral de parte de todos los que estaban en la propia habitación.

No se molestaron y asestó un golpe en mi sien, con su antebrazo el más moreno de los dos; logrando que perdiera el equilibrio y cayera junto al cuerpo sangrante de Marie, la habían matado.

El odio recorrió mi sistema y como pude, me puse de pie tambaleando, intentando devolver el golpe.

Dos pequeños puñetazos en sus abdómenes fue lo que pude hacer con debilidad, antes de que el otro me diera una patada que fue capaz de alejarme al menos dos metros de ambos.

—¡Eres una escoria! —Se rieron ellos— ¡Pero no te preocupes, Nosotros te enseñaremos a no volver a romper las reglas!

Se acercaron a mi y me comenzaron a golpear, mientras yo de forma inútil intentaba proteger mis partes más sensibles de los golpes.

Pronto la sangre comenzó a salir de mis labios, cuando comencé a toser en busca de aire, en el momento en que sus golpes fueron capaces de romperme una de las costillas que se estaban sanando.

Grité en busca de ayuda, pero sabía que nadie en su sano juicio se atrevería a defenderme o terminarían peor que yo o de Marie.

Justo en el momento en que mi vista comenzó a nublarse, alguien entro al comedor y con voz firme les ordenó a ambos alejarse de mi.

Me arrastré como pude, un poco lejos de ellos, intentando recuperar el aliento y observando al que suponía era chico por su voz, que portaba una chaqueta de color mostaza y una máscara blanca con rasgos femeninos, era uno de los tres líderes principales de todo el sitio; quien iba acompañado por tres hombres con el mismo uniforme que portaban los hombres que me estaban golpeando.

—La chica intento detener el castigo de la mujer a la cual nos ordenó acabar. —Sus semblantes estaban serios y podía notar el miedo en ellos.

Una risita irónica se escucho del líder de las áreas de servicios generales mientas se acercaba a los dos hombres, sacando una navaja de su bolsillo.

—¿Podrían, recordarme la regla que se estableció para las personas que se entrometen en algo que no les incumbe? —A pesar de que los dos hombres fueran al menos diez centímetros más altos que él, estaban intimidados.

—A todo aquel que se crea capaz de oponerse a un castigo ajeno, se deberá enfrentar a alguno de los luchadores en el cubo, por lo menos tres minutos.

—Muy bien —Los "felicitó" con un fingido orgullo— Y dígame ¿Acaso alguno de ustedes es un luchador o estamos en el cubo?

El sudor corría por las frentes de estos, que no eran capaces de moverse de su sitio, mientras el chico de la máscara se acercaba cada vez más a ellos.

Negativo.

Cuando fueron capaces de decirlo, él ya estaba frente a ellos y en un segundo, sin que ellos se opusieran enterró en el corazón de ambos cada una de las dos dagas que traía en las manos.

—Espero que sea suficiente para todos aquellos que decidan hacer "justicia" por su propia cuenta. —La situación parecía inmutarle y de la misma forma en como los había apuñalado, retiro sus armas y las limpio de la sangre, volviéndolas a guardar, caminando con lentitud a la puerta.

—¿Qué haremos con las dos mujeres, señor? —Sentí de nuevo como perdía el aire, ya que tenía la leve esperanza que se habían olvidado de mi, o habían considerado que con eso era suficiente.

—A la anciana llévenla con los de seguridad, ellos se encargarán de tirar su cuerpo a la fosa común; mientras que a la chica... —Hizo una pausa, al llegar a la puerta y girarse para mirarme, levantando un poco su máscara y mostrando una sonrisa de lado— Den el aviso que hay pelea en el cubo.

Y sin molestarse más, se retiró de la habitación, volviendo a acomodar su máscara; a su tiempo que dos de los hombres que habían llegado con él se acercaron a mi, para levantarme y arrastrarme fuera de allí a pesar de que yo intentaba forcejear con ellos, al haber recuperado un poco el aliento; mientras que el otro se acercaba al ensangrentado cuerpo de Marie y se lo llevaba de allí, hacia el lado contrario.

No debí haberme meterme en el "castigo" hacia la mujer de edad avanzada. Pero... ¿Cómo iba a ser capaz de ver como la lastimaban, al ser inocente?

Era una tonta. Mi padre siempre me lo había repetido.

Y por fin había ocurrido lo que él tanto había predicho, mi compasión me iba a matar.

Radioactive   ✇Toval✇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora