Capítulo seis

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Cuando me dije a mí mismo que aceptaría cualquier cosa que implicara seguir con el estúpido proyecto de literatura de la profesora Aya, no me esperaba para nada que Castiel llegara e iniciara una revolución de sentimientos y preguntas dentro de mí...

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Cuando me dije a mí mismo que aceptaría cualquier cosa que implicara seguir con el estúpido proyecto de literatura de la profesora Aya, no me esperaba para nada que Castiel llegara e iniciara una revolución de sentimientos y preguntas dentro de mí confesando que está enamorado de Debrah. Es ahora, justo ahora, en mi cama a las ocho de la noche abrazado a una almohada y mirando al techo profundamente cuando me doy cuenta de que debí de haber estado muy ciego tan sólo días atrás para no notarlo tan siquiera.

Desde los doce años, Debrah siempre fue y siempre ha sido de las chicas que más llaman la atención entre nuestro grupo de amistades. Castiel y yo la conocimos cuando ingresamos a la escuela secundaria y éramos unos niños recién salidos de la primaria: era de las chicas más bonitas del curso y hasta ahora, sorprendentemente, lo sigue siendo. A mi parecer, no es más que una cara bonita a la cual los chicos reaccionan cada vez que la miran deseando con toda su voluntad tenerla debajo suyo.

Un completo horror.

La personalidad de Debrah a la vista de todos es perfecta, como todo lo que hay en ella, pero para mí es una total y completa víbora de los pies a la cabeza desde que la conocí. No sé exactamente si son los celos que le tengo o que puedo ver a través de su sonrisa falsa y su belleza implacable lo que me hacen pensar así de ella.

Más bien, creo que es un poco de las dos.

Escondo mi cara entre la almohada que tengo entre mis brazos y doy un gemido frustrado. Algo en mi pecho quema profundamente y a la vez siento una presión constante y cada vez más grande que no me deja seguir pensando de manera correcta. Lo demás que trato de buscar entre mis pensamientos son balbuceos incoherentes que no tienen ningún sentido y que no son propios para mí mismo incluso. Estoy en medio de una catástrofe, me digo, y siento que tengo razón por fin después de haber pensado tantas tonterías.

A oscuras, en medio de mi habitación, me incorporo rápidamente para poder tomar la libreta de cuero café que reposa sobre el taburete. La hojeo. Mis acciones me hacen parecer desesperado y apurado y, en parte, es así. Me siento mareado entre tantas cosas que van pasando y que me van golpeando tal bate de béisbol en el rostro. Llego al punto intermedio del cuadernillo en el que se lee con la tinta profundamente roja y mi pecho se siente como si fuera a explotar en cualquier momento. Como si no hubiera tenido claro antes, mis ojos repasan una y otra vez la misma frase que se resalta entre todo el texto para mí.

«¿Crees que estoy enamorado?

Debo decirte que sí, lo estoy. Debrah...»

Sin piedad arrojo con fuerza el cuaderno hacia cualquier punto en el que yo no pueda verlo dentro de la habitación, chocando contra una pared en donde se encuentra una pizarra. El choque hace que la pizarra también caiga junto con la libreta hacia el piso y creen un sonido sordo y hueco. Debería levantarlos y volver a acomodarlos, pero en este instante no me puede importar menos el orden de las cosas. Todo a mi alrededor está hecho un lío y no hablo literalmente. Con brusquedad me vuelvo a recostar en la cama en la que estoy y doy un suspiro profundo.

De alguna manera estoy triste. De alguna manera, no quisiera saber que Castiel está enamorado de alguien más y de alguna manera, no quisiera saber que ese alguien más del que tanto estuve celoso en algún momento es Debrah. De alguna manera sigo enfermamente celoso.

Me pregunto una y otra vez dentro de mi cabeza a gritos por qué, aunque en ninguna ocasión pueda tener una respuesta final. No sé por qué no puedo terminar de entender que cualquier ilusión no está permitida aquí. No es un cuento de hadas, no soy la princesa que espera pacientemente a su príncipe azul que definitivamente no sería Castiel si estuviéramos en una fantasía. Supongo que, a fin de cuentas, soy una persona con sentimientos y reacciono por más que me resista a ellos. Con ese pensamiento recorriendo cada rincón de mi mente, puedo por fin cerrar los ojos con tranquilidad por un momento.

Por un pequeño momento. 

Muchas más preguntas sin respuesta me asaltan de un momento a otro. Creo que no hace falta añadir qué está pasando entre ellas, porque es algo que me estoy preguntando desde hace ya varios días. Las verdaderas preguntas que me debería plantear serían ¿por qué me está pasando esto justo a mí? ¿Es acaso una señal divina que me quiere dejar muy claro que soy un fiasco en el amor? Si es así, entonces no hace falta, porque ya lo sé. Hablando en serio, hace tan sólo unos días yo creía que no podía irme peor en el amor... y al parecer sí que se puede.

«Por más que odie el amor puedo decir que se siente maravilloso.»

La voz de Castiel resuena en mi cabeza y aunque nunca lo haya escuchado decir algo parecido, me lo puedo imaginar con facilidad. Me estoy torturando a mí mismo. Debería tener una respuesta y una solución para esta situación como siempre la tengo para todos mis problemas, pero por una vez después de tanto tiempo no sé qué hacer ni qué decisión tomar. 

¿Quién en su sano juicio ayudaría al chico del que está enamorado a enamorar a otra persona? Ahora que me lo pienso, nadie. Y ahora que me lo pienso también, esto se está enredando y complicando cada vez más. ¿Por qué, si quiera, estoy considerando la idea de hacerlo? La idea de poder tener una relación apartada de los golpes e insultos que tengo ahora con Castiel y que podamos convivir entre nosotros dos de nuevo aunque no como antes me tiene mucho más ilusionado de lo que creí que me tendría. Sigo siendo una persona, vuelvo a pensar, sigo siendo Nathaniel; ese chico que suspira fácilmente ante una novela romántica aunque ya no me permita serlo. Sigue habiendo parte de mí que desea con muchísimas ganas a Castiel de la manera en la que lo ama con una locura y que haría cualquier parte de él. Nunca ha desaparecido.

Cierro los ojos.

Aunque yo me negara a ayudar a Castiel, sé que no lograré tener ninguna oportunidad con él porque de todas formas él me seguirá odiando. No pierdo ni gano nada con intentarlo; tan sólo unos instantes junto a él para recordarme cuánto lo amo aunque sea lo que menos haga falta porque tengo más razones para amarle día a día.

Pensando en Castiel y en su inigualable sonrisa, sus ojos profundamente grises y su manera tan única para cautivarme, a mitad de la noche, sin saber si es una decisión correcta o no, me levanto para poder coger la libretilla cubierta de cuero café, pensando en su profunda voz cantando lentamente para poder tranquilizarme y escribir a gusto. Sin embargo, mientras suspiro hay algo que sé desde un principio y que no dejo de pensar.

Esto no va a terminar bien.

Ella se lo pierde, Castiel »casthanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora