La llegada de Manuel fue un aliciente, tal vez un respiro o aire fresco. Manuel venía con el ansia de venganza a flor de piel y eso inyectó en todos el deseo de terminar de una vez por siempre con Marina y Ricardo. El problema es que según él no conocía a Marina en esta vida, solo conocía a Ricardo, del que huía cuando lo encontramos.
Pasaron algunos años. Y la novedad vino de la mano de la nueva secretaria de Ray: Sabrina Requena. No puedo explicar lo que pasó en mi alma, corazón o lo que sea que los seres como yo tengamos dentro, pero me sentí vivo, feliz, con sentido
―¿Qué pasa, Leo? ―consultó Ray cuando estuvimos solos.
―Nada, ¿por qué?
―Te gustó mi secretaria ―afirmó con convicción.
―¿Gustar? Creo que eso es un eufemismo, aunque la acabo de conocer.
―Bueno, dicen que los de nuestra raza no se enamoran como los humanos, por lo que si te enamoras, surge de inmediato.
―Es... preciosa.
―Sí, es muy bonita y muy agradable.
―Sí es verdad ―respondí con tristeza.
―¿Qué pasa?
―Ella es humana, Ray.
―¿Y cuál es el problema?
―¿Crees que ella quiera estar conmigo? Y si es así, ¿cuánto tiempo crees que dure? ¿Hasta que muera?
―Siempre puedes convertirla.
―¿Y condenarla a una vida como la nuestra?
―Y si ella se enamorara de ti y lo quisiera, ¿la convertirías?
―Claro que sí...
Lo dije en voz alta, pero por dentro dudé de aquello, convertirla, tenerla como pareja... No. No podría estar con el miedo que Marina quisiera destruirla para dañarme. No podría exponerla a ese peligro.
Salí de allí y en la calle, entrando al Metrotren, la vi. Y la seguí. La encontré antes de que bajara por las escaleras.
―Señor Minozzi ―dijo en cuanto me vio.
―Sabrina, ¿cómo estás? ―pregunté como un estúpido.
―Bien... ―respondió extrañada, nos habíamos visto hacía menos de diez minutos.
―¿Vas a tu casa?
―Sí, sí...
―Tengo mi auto cerca, si quieres te llevo.
Ella sonrió y mi mundo se desarmó. Era la mujer más hermosa que pude haber visto y su aura... Su aura era rosa, dulce y no me temía.
―No quiero molestarlo.
―No molestas, yo te lo estoy ofreciendo, de hecho, te seguí para eso ―confesé.
―Gracias... ―contestó algo confundida. Yo lo estaba más.
Aquel fue el primer día de varios en los que yo la iba a buscar por la tarde y la llevaba a su casa. Sabía que no podía hacer más. No podía besarla por miedo a lastimarla, mucho menos podía hacerla mía. Pero una noche, ella quiso ser besada y se ofreció para mí. La besé con suavidad...
―Leo... tengo miedo ―me confesó poco después.
―¿Miedo?¿A qué?
―Yo sé que ustedes no son normales, son... extraños... Y no sé...
―¿Qué es lo que no sabes?
―No sé si seguir con esto o no. Lo nuestro no llegará a ninguna parte, tú eres de un mundo diferente al mío y esto se acabará tarde o temprano y prefiero que sea antes, para no sufrir cuando termine.
―¿Qué quieres decir?
―Quiero decir que ya no quiero verte. Yo renunciaré a mi trabajo, sé que tú no querrás verme tampoco después de esto.
Me quedé en silencio un momento, no sabía qué decir, la comprendía, pero no permitiría que perdiera su trabajo por mi culpa, mucho menos que ella se fuera quizás donde o quién, allí Ray la cuidaba y la trataba bien, y eso era más importante que todo.
―No renuncies, no te preocupes por mí.
―Pero él no querrá que yo siga trabajando, entre tú y yo, te preferirá a ti.
―Ray y yo somos socios, no trabajamos juntos, por lo que si necesitamos juntarnos, nos podemos ver en otra parte, no necesitas renunciar.
―Yo no quiero causar problemas, esto nunca debió pasar.
No puedo explicar con palabras el dolor que me causó su decisión. No estaba enojado, tampoco decepcionado. Solo triste.
―Leo, no te enojes conmigo ―rogó al sentir mi silencio.
Instintivamente la abracé.
―No me enojo, Sabrina, no, estoy triste, quise creer que por fin había encontrado mi otra mitad y que estaríamos juntos por siempre, pero no es así y... Bueno, te entiendo, me duele, pero puedo comprender por qué lo haces. No dejes el trabajo, estás bien con Ray.
No contestó, la dejé llorar, sé que le dolía tanto como a mí. Lo que sí me preguntaba una y otra vez era si ella sabía lo que éramos o no, simplemente había dicho que no pertenecíamos al mismo mundo. ¿Qué tanto sabría ella de los diferentes mundos y seres que existíamos y coexistíamos en la tierra?
Ya no volvimos a hablar. Solamente la veía cuando la seguía a su casa o cuando la espiaba del balcón de su departamento. De hecho, me compré uno, tres pisos más abajo, para estar cerca de ella. De todos modos, algo en mí se alegró de esa decisión, faltaban unos pocos años para la famosa alineación de planetas con eclipse lunar que se supone hará a Marina más débil, pero también más poderosa. Una estupidez, sí. Porque mientras la luna brille en todo su esplendor, será más débil que nunca antes, pero en cuanto comience el eclipse, su poder irá aumentando hasta llegar a su máximo poder en la oscuridad total. Dos poderes de brujas se enfrentarán... Claro, si encontramos a la otra bruja; y lo bueno para mí era que Sabrina estaría fuera de esto, a salvo, lejos de la maldad de Marina y de Ricardo.
Años después Manuel nos avisó que ya sabía dónde ubicar a Marina, que había vuelto con el mismo rostro de antaño y que solo esperaba la orden para rastrearla y traerla con nosotros, de esa forma la mantendríamos viva hasta que llegara el momento de destruirla y estaría a nuestra merced. Sin embargo, las cosas no salieron como esperábamos.
Era cierto, era Marina, la que conocí tan bien, sin embargo, más se parecía a la otra, a la que vi una vez con Joseph. Y también, en medio de las torturas de Ray, me recordaba a la chica que intenté salvar en el acantilado. Cada vez me confundía más con ella. Era como si varias mujeres vivieran en su cuerpo. Mujeres que no tenían relación unas con otras. O por lo menos eso pensé... Hasta que Maribel, la madre bruja de Sabrina, nos la mostró en la historia. Esa chica era Marina, la verdadera hermana de Joseph; Isabel, la chica que intenté salvar y ex novia de Ray; pero también era una más, que no se mostró allí, sino que al final, cuando se hizo un rápido recorrido de las vidas de Ray y Abril a través del tiempo, lo vi claro: Raymond Kaulitz era mi cuñado, Raymond Hertz y Abril...
Abril también era Galiana.
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Las Lunas de Abril III: Un nuevo camino
VampirgeschichtenVolver a encontrarnos con Manuel fue lo mejor que podía pasarnos como clan, mal que mal y a pesar de los problemas, era nuestro amigo y al final, gracias a él, Abril volvió con nosotros y se había ganado la batalla final contra Catalina. Manuel entr...