Los encontramos unos cuantos kilómetros al oeste de su casa, en un claro de un bosque. Manuel los había conducido, sin ellos saberlo, hasta allí. Habían sido interceptados por nuestro clan y, aunque aún no comenzaba la lucha, ya estaban dispuestos a dar la pelea.
Abril y Sabrina se reunieron a un costado, cerca de un acantilado. Si no fuera imposible, cualquiera diría que aquella era una réplica de donde comenzó todo, quinientos años atrás.
No fue difícil destruirlos. Físicamente. Mal que mal, ellos eran cuatro y nosotros trece.
Mamá ayudaba con sus hechicerías y, aunque tenía más experiencia que Abril y Sabrina, no era más poderosa y cayó en manos de mi mujer. Abril no fue capaz de asestarle el golpe final. Sabrina, luego de eso, me miró con culpa. Yo pude sentir su emoción y su mirada mientras estaba peleando contra Julius, a quien su odio y rencor lo volvió más poderoso. Yo luchaba mano a mano con él, quería una pelea justa, no obstante, cuando vio a mamá caer y a Sabrina conmocionada, se lanzó contra ella, la cegó y la hizo caer al suelo de un modo abrupto. Y eso sí que no lo iba a permitir. Si él iba a usar medios bajos para destruirme, yo no respetaría ningún código de honor. Me convertí en una pantera negra y, antes que él se aproximara siquiera a Sabrina, lo despedacé por completo. A mi mujer nadie la tocaba. Volví a mi forma natural frente a ella y sostuve su hermosa mirada unos segundos. De pronto, percibí su temor y su expresión se transformó al terror puro. Supe que algo andaba mal. Sin pensarlo dos veces, al tiempo de girar, me convertí en un poderoso rinoceronte. Mi padre venía a atacarme, pero se echó hacia atrás al ver el grandioso animal en el que me había convertido.
Mis amigos no intervinieron. Ellos solo detenían a mi familia para que no se me lanzaran todos a la vez. Entendieron que era una lucha mía. Mía y de Abril, pero que no se metieran con ella. A pesar de saber que ella era más poderosa que yo, seguía siendo mi hermanita y la protegería siempre. Hasta el final.
―Leo, podemos llegar a un acuerdo ―ofreció mi padre.
―¿Qué quieres decir? ―inquirí molesto.
―Yo... Yo prometo dejar de hacer todo esto... Yo no quería...
―¿Y ahora lo vienes a decir? No te importó que tu familia estuviera en peligro. Pensaste que mamá podría contra nosotros y al ver que no fue así, que ella y Julius están muertos, tú quieres hacer un trato.
―El infierno en el que vivimos nos hizo así.
―El infierno en el que vivieron sacó su verdadera personalidad, nada más. Siempre fuiste un egocéntrico, preocupado solo de ti, solo que hasta ahora lo pude ver con claridad. Nunca nos amaste de verdad.
―Yo sí los amé. Y los amo ―protestó con firmeza.
―A tu manera, quizás. Mientras no estuviera en riesgo tu propia vida. Ahora lo veo todo tan claro.
―Leo...
―Adiós, papá.
Una lágrima de sangre corrió por mis mejillas al convertirme otra vez en hombre y, en menos de un segundo, arrancarle la cabeza a quien me dio la vida.
Mi familia se estaba extinguiendo. Solo quedábamos Abril, Franco y yo. Mi hermano lloraba apoyado en el tronco de un árbol. Me acerqué muy lento hacia él, no sabía cuál sería su reacción ante lo ocurrido, ni cuáles eran sus planes o la visión de lo ocurrido. Mi hermano alzó su vista dolida hacia la mía.
―Fue horrible aquel infierno, Leo ―comentó.
―Eso no les daba derecho a hacer lo que hicieron. Ni lo que pensaban hacer ―repliqué.
―Lo sé.
―Ellos podían decidir. Tú aún puedes decidir. No tienes que ser como ellos. Tú no eres así.
―Después de esto, ¿me aceptarás como tu hermano?
―Eres mi hermano, Franco. Eso no cambiará ―aseguré.
Extendió los brazos a mí y yo avancé hasta encontrarme con su abrazo. Él era mi hermano y lo amaba a pesar de todo.
―Imagínate despertar cada mañana y saber exactamente lo que ocurrirá aquel día. Y no es algo agradable, no. Marina nos acababa una y otra vez ―me contó―. En una ocasión, encontré la manera de "escapar" de ese destino. Sin embargo, no era mejor que lo otro. No nos mataba, pero significó encerrarnos en una tumba por más de cuatro siglos, secándonos, consumiéndonos, muriendo de hambre. ¿Te puedes imaginar lo que es eso, Leo? ―Mi hermano me hablaba mientras me abrazaba con su cuerpo rígido―. Sientes que te exprimen el corazón, las entrañas. Duele. Duele mucho. No imaginas cuánto porque es imposible de imaginar. Pero era eso o morir, día a día, en manos de Marina. Hace unos cuatrocientos años ―continuó― llegó un hombre que nos ofreció alimento. No lo conocíamos, ninguno lo había visto antes, ni ahora, y nos ofreció una salida. Aceptamos sin importar la condición que impondría.
―¿Cuál fue esa condición? ―consulté al ver que no hablaba.
―Matarte a ti y a todo tu clan ―respondió apartándose de mí.
―Por eso...
―No. No aceptamos. No queríamos lastimarte. En venganza, el hombre selló la tumba.
―¿Los encerró?
―Volvió un siglo más tarde.
Me dio la espalda.
―¿Los encerró un siglo?
―Volvió cada siglo. Nos alimentaba para luego dejarnos morir de hambre otra vez.
―Pero... ¡eso era cruel!
―Nos contaba de ti, ¿sabes? De la libertad de la que disfrutabas, de tus viajes... Y que no estabas haciendo nada para sacarnos de ese lugar.
―Yo no tenía idea de lo que estaban viviendo ―aseguré.
―Nosotros no lo sabíamos. Pero año a año, el rencor crecía en nosotros, aumentaba con el hambre, el dolor, el temor...
―Franco... ―No sabía qué decir.
―Si lo hubieras sabido, Leo...
―Yo viajaba, sí, pues así como busqué venganza por Galiana, por su muerte, dediqué cada instante de estos cinco siglos a buscar a esa mujer para destruirla. De haber sabido que estaban presos en algún lugar, créanme que no hubiera descansado hasta sacarlos.
―¿Qué hago yo ahora, Leo? ¿Qué hago con esto? ¿Tengo derecho a seguir viviendo si mi familia, con la que sufrí estos siglos, está muerta?
―Puedes empezar de nuevo, hermano, puedes tomar un nuevo rumbo en tu vida, un nuevo camino. Siempre hay opciones.
―Sí, tienes razón. Uno siempre puede optar.
Se acercó a mí. No pude adivinar sus intenciones hasta que fue demasiado tarde. Su mano en mi pecho, apretando mi corazón, me indicaba que mi fin estaba cerca.
Todo ocurrió muy rápido, incluso para mí. Manuel agarró la mano de mi hermano, impidiéndole sacar mi corazón. Abril y Sabrina lo inmovilizaron. Pero mi órgano vital seguía en sus manos.
Estaba a un paso de morir.
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Las Lunas de Abril III: Un nuevo camino
VampireVolver a encontrarnos con Manuel fue lo mejor que podía pasarnos como clan, mal que mal y a pesar de los problemas, era nuestro amigo y al final, gracias a él, Abril volvió con nosotros y se había ganado la batalla final contra Catalina. Manuel entr...