Capítulo 20

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―Suelta a Leo ―ordenó Manuel.

―Me van a matar de todas maneras, pero Leo no quedará vivo. Me lo llevo conmigo.

―Franco, por favor, tú no eres así.

―El sufrimiento me hizo así ―explicó.

―Eso no es excusa.

―No, no es excusa, es una realidad.

Sabrina dio un par de pasos hacia nosotros. Franco no podía mover sus extremidades inferiores, las superiores no estaban comprometidas en el hechizo de mi mujer y mi hermana, aun así, no soltaba mi corazón y sus latidos eran cada vez más espaciados.

―Amor ―musitó mi mujer sabiendo lo que ocurría.

Franco tenía su mano empuñada, si lo mataban, yo también moriría.

Sabrina se acercó y mi hermano presionó con más fuerza mi corazón, si no podía sacarlo, lo reventaría, pude verlo en sus ojos. Rogué que mi mujer no siguiera acercándose, si lo hacía, Franco conseguiría su propósito. Vi como ella siguió caminando hasta donde estábamos. Sin decir nada, rodeó el brazo de mi hermano con sus pequeños dedos y él dio un grito de dolor. La presión en mi corazón cedió en gran parte. Con espanto, pude ver cómo el lugar donde ella había puesto su mano se volvía rojo primero, morado después, y, finalmente, negro, hasta que se le cercenó, como si las pequeñas extremidades de mi mujer fueran hierro candente.

Manuel quedó con el antebrazo de franco en su mano y lo sacó con cuidado

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Manuel quedó con el antebrazo de franco en su mano y lo sacó con cuidado. El alivio lo sentí de inmediato y caí al suelo, agotado, no podía casi moverme, mi corazón debía volver a su ritmo normal.

Manuel me dejó allí y se fue donde Ray sostenía a Franco. Nuestro líder mataría a mi hermano ayudado por mi amigo. Los vi ponerse en posición desde el suelo donde yo me encontraba. Abril me impidió ver el desenlace, pues se agachó interponiéndose entre ellos y yo.

―Hermano... ―articuló con un tono extraño.

―Volvió a ser como antes. Quedamos solos ―modulé con dificultad.

―Tenemos una gran familia, no de sangre, pero sí de amor y lealtad. Eso es más importante. Ellos no quisieron cambiar su rumbo.

―Lo sé, pero no deja de doler.

―Leo, mi amor ―Sabrina me habló, tocándome el brazo. Se sentía culpable, lo pude sentir.

Tomé su cara entre mis manos y la besé.

―Gracias, mi amor, me salvaste la vida.

―No quería perderte, no podría vivir sin ti.

Tomé su mano y la de Abril y me levanté con ellas. Las abracé a ambas.

―Ustedes son lo más importante para mí. Las amo mucho ―les aseguré con emoción.

Me dieron un beso en sendas mejillas. Yo sonreí tristemente feliz. A pesar que mi familia ya no estaba, comprendí que aquella no era la familia con la que crecí. Sus maldades fueron creciendo con los años. Ya no eran los seres a los que tanto amé. Esos otros murieron cuando Marina los asesinó hacía ya cinco siglos.

―¿Qué haremos ahora? ―preguntó en voz alta nuestro ex líder, Ray.

―Seguir nuestro camino ―respondió Manuel poniéndose en medio de nosotros―. Ahora todo estará en calma. Ya no hay riesgos.

Asentimos. Todos nosotros necesitábamos vivir nuestra vida de una vez por todas.

Luego de hacer una parada todos juntos en nuestra casa en Chile, nos separamos, nos despedimos de Joseph que se fue con Nidia a vivir su Luna de Miel, solos los dos; de Nick y Diana, que volvieron a España a recuperar su palacete. Abril y Ray se quedarían, ella necesitaba paz y tranquilidad después de todo lo ocurrido, ya tendrían tiempo para viajar o hacer lo que se les viniera en gana.

 Abril y Ray se quedarían, ella necesitaba paz y tranquilidad después de todo lo ocurrido, ya tendrían tiempo para viajar o hacer lo que se les viniera en gana

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Max me miró y extendió su mano, yo se la estreché.

―Por fin terminó ―me dijo.

―Sí, ¿qué harán?

―Vamos en busca de nuestro hijo, Manuel nos dio una pista, dice que puede haber nacido en África, en este tiempo.

―Si necesitas ayuda, sabes cómo ubicarme.

―Lo sé, amigo, gracias.

Nos abrazamos.

―¿Y ustedes? ―me preguntó.

―Llevaré a Sabrina a recorrer el mundo, ella nunca ha salido de la ciudad, así que la llevaré a conocer muchos lugares ―contesté alegre por el futuro que me esperaba junto a la mujer que amaba.

―Tal vez nos topemos por ahí.

―No te quepa duda.

―No dejes de hablarme ―me pidió.

―Tú tampoco ―respondí.

Era difícil el momento. Nos despedimos con sentimientos encontrados. Durante tanto tiempo estuvimos juntos, recorriendo el mundo en busca de Sonya, a quien Max nunca dejó de amar, y de Catalina y Ricardo para destruirlos, que ahora separarnos no era fácil, pero estar con nuestras mujeres, con el amor de nuestra vida, compensaba la separación con quien se convirtió en mi hermano.

Y hablando de hermanos, Manuel fue en busca del suyo. De corazón, esperaba que él corriera con más suerte que yo con mi familia.


Hasta aquí llega esta parte, ahora sigue el epílogo con Manuel, que viene enseguida :) 

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Hasta aquí llega esta parte, ahora sigue el epílogo con Manuel, que viene enseguida :) 


Las Lunas de Abril III: Un nuevo caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora