Capítulo 11

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Lo descubrimos poco después. Sabrina era hija de nuestra enemiga. En ese momento entendí por qué quería separarnos. Pero mi novia lo tomó mal. Se dejó caer en el sofá, blanca como papel y temblando como una hoja.

―¿Estás bien? ―le pregunté, preocupado.

―Milena no es mi mamá. No puede ser. ―Su voz fue una súplica para que Max le dijera lo que quería oír.

―Así es ―dijo Max de todos modos, sintiendo el dolor de mi mujer.

Sabrina se escondió en mis brazos, llorando.

―Entonces, tú eres la Hija de la Gran Hechicera no por Maribel, sino por Catalina... Milena ―concluyó Abril, molesta, siempre se confundía cuando debía mencionar a su hermana.

―Pero ella dijo que era una gran hechicera ―rebatió Max.

―Sí, dijo que era una gran hechicera, no "La Gran Hechicera" ―defendió Abril su teoría.

―¿Entonces, yo...? ―Sabrina se levantó, intenté retenerla, pero se me escapó, no podía usar mi fuerza con ella― Debería... Deberían... destruirme ―terminó con lágrimas en los ojos.

―¡No! ―grité―. Que seas su hija, no significa que seas como ella. ―La tomé de los hombros, necesitaba que me mirara y que viera que eso no cambiaría nada.

―Tú has demostrado lealtad y compromiso en nuestra causa ―intervino Ray.

―Pero si ella es mi mamá, entonces... ¿Y si me vuelvo mala?

―No lo harás ―objetó Sebastián―, tu padre transmitió su personalidad en ti mucho más que ella.

―¿Mi padre? Ni siquiera sé quién es.

―Ya lo conocerás, está buscando ayuda, Milena viene con muchos hechiceros y debemos estar muy bien preparados y tu padre está en eso, paralelamente a Maribel. En mundos distintos, obviamente.

Abril no entendió a qué se refirió y Ray le explicó. En tanto yo me ocupaba de Sabrina. Era hija de mi peor enemiga, de la hechicera que destruyó a mi familia, a mí, a este clan...

Y no me importaba.

Ella no era como su madre. No. No tenía su maldad. Su aura era dulce y delicada. Ella no nos haría daño.

―¿Qué van a hacer conmigo? ―preguntó al rato.

―Nada, niña, no te dejaremos sola ―respondió Ray con ternura hacia ella.

―No te preocupes, no te dejaremos sola ―aseguré.

―Gracias ―dijo escondiendo su cara en mi pecho.

―Te amo ―afirmé.

―Y yo a ti ―confirmó de vuelta― y jamás les haría daño.

―Lo sé, mi amor, no te dejes llevar por esto que acabas de enterarte, ella no puede contra nosotros.

―No podrá ―aceptó con una triste sonrisa.

Luego de cenar, la llevé a la habitación para que descansara y durmiera, había sido un largo día de entrenamiento con Sebastián, el tío de Abril, él la estaba entrenando en las artes mágicas. Sabrina aprendía muy rápido y me sentía muy orgulloso de ella, de que una mujer así, fuerte, aunque no lo pareciera, hermosa, aunque no lo creyera, se hubiera fijado en mí para ser su pareja por siempre.

Los seres de todas partes seguían llegando, de todos tipos y lugares. Todos decididos a acabar con Marina, nunca pensé que tuviera tantos enemigos. Lo que no me sorprendió fue ver a Marcos entre los recién llegados.

Las Lunas de Abril III: Un nuevo caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora