Capítulo 13

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La guerra fue colosal. Pero todo quedó en su lugar. Menos Manuel, que murió al dar su vida por la de su hija. Nicole resultó no ser Sonya, era una farsante, por eso nunca me agradó; la verdadera, también llamada Sonya en esta vida, era la chica que estaba oculta, con un carácter muy diferente al de la que se hizo pasar por ella.

Volver a encontrarnos con Manuel fue de lo mejor que nos podía pasar. Mi mente se había abierto a todas las veces que lo había visto en todos los siglos de mi larga existencia. Pero él venía con una misión: ir a Brasil a terminar con un clan que estaba dando problemas.

Volvimos a la casa de inmediato y nos fuimos a buscar algunas cosas, como las chicas eran hechiceras, no hubo problema con sus nuevos poderes, lo sabían manejar muy bien, mucho mejor que nosotros.

―Leo ―me llamó Max antes de entrar a la casa.

Sabrina y Sonya siguieron camino y Max y yo caminamos un poco de vuelta al bosque.

―¿Qué pasa? ―pregunté al ver que no hablaba.

―No sé, Leo, tengo algo cruzado en mi mente desde que las chicas abrieron los ojos.

―¿Qué cosa?

Bajó la cabeza, como si no quisiera hablar o se avergonzara.

―No crees que ellas perdieron sus poderes de bruja ―aseguré.

―¿Tú tampoco lo crees?

―Yo creo que están ahí, su forma de actuar, de reaccionar a los nuevos poderes... No sé, tal vez en su sangre quede sangre de hechiceras, pero sus poderes como tal le han sido quitados.

―Yo creo que los mantienen, tal vez deban aprender a sacarlos a la luz con este nuevo cuerpo y mente.

―Puede ser.

―A ratos siento que no merezco a Sonya ―confesó de pronto.

―¿Por qué? Acabas de reencontrarla.

―Por lo mismo.

―No puedes pensar así.

―¡No la reconocí, Leo! ¿Te das cuenta lo que significa eso?

―Ella no quiso que la reconocieras, Max, ella se ocultaba, no solo de ti, de todos nosotros.

―Aun así, yo la confundí con Nicole.

―No te equivoques, Max, tú no la confundiste, ella te dijo que era Sonya y ninguno tenía forma alguna de saber que no era así; antes que ella dijera que era Sonya, tú no lo pensabas.

―Pero debí darme cuenta que no era ella.

―Lo hiciste, que no quisiste reconocerlo es otra cosa. Yo te conozco, amigo, hemos sido más que hermanos, a mí no me engañabas... Nunca confiaste plenamente en Nicole, siempre hubo una cuota de duda en ti y es más, la protegías porque ese era tu deber, no porque lo sintieras.

―Me conoces más que yo mismo.

―Ya te dije, eres mi hermano, hemos estado juntos por más de quinientos años sin separarnos, hemos visto nuestros días buenos, malos, frustrantes, esos días en los que ya no hemos querido seguir... No me engañas.

―¿Qué hago con esto que siento? Tengo una angustia que aprieta mi pecho, siento que engañé a Sonya, que le fui infiel...

―No lo fuiste. Me buscaste por casi quinientos años ―Sonya apareció la nada―. Me esperaste... Solo cuando fuiste convencido que yo no volvería y conociste a Nicole, te fuiste con ella. Eso no es ser infiel. Además... Estoy segura de tu amor por mí.

Se acercó a él y lo besó. Yo me fui. Ya no tenía nada que hacer allí.

Volví a la casa y ayudé a Sabrina en la preparación para el viaje, salimos esa misma noche en el avión privado de Ray.

Llegamos a una pequeña ciudad al sur de Brasil que, según las noticias locales, era el último lugar en el que se registraron los "hechos extraños" que habíamos ido a investigar.

Lo que nos esperaba jamás, ni en mis más remotos sueños pude imaginarlo. Mi familia. Mi familia era la que estaba dando problemas. A pesar de lo imposible.

¿Cómo lo supe? Al llegar vi a mi hermano Julius. Atacaba a una chica. Manuel se me adelantó y lo detuvo. Él huyó. Todos se volvieron a mirarme. Yo estaba en estado de shock.

―¿qué pasa? ¿Quién era? ―interrogó Sabrina, sabiendo que algo no andaba bien.

―Era mi hermano ―articulé con dificultad.

―¿Tu hermano? Pero ¿no que tu familia había muerto en manos de esa mujer?

―Eso pensé ―respondí confundido.

Manuel se acercó a mí y puso su mano en mi hombro.

―Nadie lo sabía. No teníamos cómo saber que continuaban vivos después de lo ocurrido en la antigua guerra. Marina los quemó.

―Eso es lo que no me explico, Manuel, ¿cómo es posible que sigan vivos? ¿Por qué se ocultaron de mí?

―No lo sé. Tampoco puedo comprenderlo.

―No creo que sea momento de preguntarnos lo que pasó ―indicó Ray, también acercándose a mi lado―. Lo que tenemos que hacer es detenerlos. Podemos hablar con ellos.

―Vinimos a destruirlos.

―Sí, pero es tu familia, no podemos matarlos así como así.

―Ya lo hicimos una vez.

―Sí es cierto, pero ellos ya estaban muertos en ese momento, Ray los había vuelto a la vida, pero ahora, ahora es diferente ―intervino Joseph―. Como dice Ray, podemos intentar hablar con ellos y que dejen esta práctica nociva tanto para ellos como para todos los de nuestro mundo.

―¿Creen que escuchen? Julius me vio y no hizo ademán alguno de reconocerme.

―Tal vez se sorprendió ―comentó Abril―, no se esperaban verte aquí. De todas maneras, si no quieren hacer caso... Deberemos acabar con ellos.

Yo la miré. Si ella supiera que esa también fue su familia en alguna oportunidad...

―No te tortures, Leo, ya veremos qué hacer. Por lo pronto, debemos conseguir un lugar donde vivir y planear lo que haremos de aquí en adelante. Mal que mal, las cosas cambiaron al saber quiénes eran los que estaban aquí ―ordenó Manuel.

―¿Tú tampoco lo sabías? ¿Estás seguro? ―cuestioné, molesto.

―No lo sabía, no me lo informaron.

―Pero del otro lado se ve todo, ¿no?

―No. Ojalá pudiésemos ver todo.

―¿Qué haremos? Sinceramente, no quiero encontrarme con ellos.

―¡Son tu familia! ―exclamó Abril.

"Y la tuya", quise decir, pero Manuel me detuvo.

―Por lo mismo, ha estado demasiado tiempo sufriendo por ellos para ahora saber que están vivos y que por más de cinco siglos no se han preocupado de comunicarse con él, aun sabiendo donde podían encontrarlo ―explicó por mi.

―Yo te entiendo, Joseph ―Abril se acercó y tomó mi mano―. Pero debes entender que estamos contigo en esto, que no se trata solo de ti y de ellos y que intentaremos por todos los medios que esto termine bien.

Yo clavé mi mirada en ella, quería decirle la verdad, quería que se enterara de una vez por todas de quién era ella en nuestras vidas, aunque, si lo veía imparcialmente, tal vez a ella ni siquiera le importara.

Las Lunas de Abril III: Un nuevo caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora