Para llegar la ciudad era necesario recorrer varios kilómetros en la carretera número 7, característica por ser construida sobre un suelo rico en minerales. Tras ser declarada zona pública para la explotación de los mismos, no había nada allí mas que una extensión de tierra rojiza.
Claire estaba a mitad de camino cuando notó que sus frenos no funcionaban. Iba a demasiada velocidad, y si no sacaba el pie del acelerador en ese momento su destino era volcar o chocar en cuanto llegara a la urbanización. Mantuvo sus piernas lejos de los pedales y se aferró al volante con fuerza. Finalmente el vehículo detectó una anomalía en la mecánica: la falta de líquido para frenos. Se detuvo automáticamente mientras su piloto miraba con incredulidad la noche bajar desde el cielo, oscureciendo la tierra.
No podía ser cierto.
Buscó en los compartimientos dentro del auto el líquido que este requería. No había comprado nada para su mantenimiento porque su hermano se encargaba del Toyota con devota dedicación cada fin de semana, ya que era su pasatiempo favorito. No tuvo resultados en su búsqueda. Sin perder las esperanzas, descendió con rapidez y abrió el baúl, deseando encontrar algo allí. Tampoco había nada más que una rueda de auxilio. Sacó su teléfono del bolsillo, dispuesta a pedir ayuda, pero entonces escuchó algo que la paralizó. Una voz lejana, distorsionada al salir por unos parlantes ubicados en la ciudad a dos kilómetros de allí:
'Al sonar la sirena, todos los crímenes, incluido el asesinato, serán legales por doce horas. Los servicios de policía, bomberos y emergencia médica no estarán disponibles hasta mañana a las 7, cuando acabe la Purga. Bendita sea nuestra nación, un país renacido. Que Dios los acompañe'
Seguido de esas palabras, una alarma grave y lenta retumbó tres veces en la cabeza de Claire. Después cayó un pesado silencio. La joven oía su acelerada respiración. Miró el móvil que aún sostenía en la mano: eran las 19:00.
La Purga había empezado.
Un motor funcionando a lo lejos hizo que su cabeza pudiera maquinar claramente entre el pánico que la asaltaba. Un vehículo se acercaba, y a juzgar por el estrépito, se trataba de una motocicleta.
Claire volvió a subir al auto. Puso traba a las puertas y apagó las luces, tanto delanteras como traseras. Se tapó la boca con sus manos, tratando de controlar sus nervios. Cuando la moto estuvo lo suficientemente cerca, se agachó en el asiento, ocultándose. Escuchó el ruido pasar junto a ella y contuvo la respiración. Luego, la dejó escapar en un tembloroso jadeo cuando la luz de la motocicleta traspasó el parabrisas, delatando que habían aparcado justo frente a su auto. En un disimulado movimiento, asomó sus ojos por el tablero, descubriendo a una persona parada a escasos metros del coche. Era el chico de los tatuajes en la gasolinera. Estaba observando la escena con esa misma sonrisa desagradable, apoyando un palo de roble sobre su cuello y sosteniéndolo con sus manos.
Claire volvió a esconderse cuando el chico se acercó. El vehículo tambaleó cuando se subió al capó de un salto. Inclinó sus rodillas frente al parabrisas, encontrando a Claire agazapada. Su sonrisa se volvió mas escalofriante. Con la mano que no sostenía el palo, señaló a un costado e hizo un ademán claro, pidiendo a la joven que bajara la ventanilla. Ella no se movió, ni siquiera se incorporó. El miedo había desbocado los latidos de su corazón. Al no obtener respuestas, el chico se encogió de hombros. Se levantó de manera brusca y sus piernas subieron hasta el techo, donde sus pisadas hacían eco en el interior.
La mente de Claire funcionaba rápido, pasando por todas las medidas desesperadas posibles para salvar su vida, pero la creciente desesperanza la aplastaba. Cuando el primer golpe que el desconocido azotó contra el auto la sobresaltó, tomó su celular por impulso y vio las múltiples llamadas perdidas de sus familiares. Buscaba el botón para llamarlos devuelta, mientras el palo seguía impactando furiosamente contra el Toyota. Creyó haber localizado el número de su padre cuando la luz de la motocicleta se apagó, junto con los golpes. La oscuridad y el desconcierto volvían a oprimirla.
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The Purge: 12 horas para sobrevivir
Short Story'Al sonar la sirena, todos los crímenes, incluido el asesinato, serán legales por doce horas. Los servicios de emergencias no estarán disponibles hasta que se acabe la Purga. Que Dios los acompañe'. "Las calles se teñirán de rojo cuando la gente sue...