.Final.

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4 años después.


La carne estaba demasiado dura, pero su sabor era bueno. Claire llevó un pequeño trozo a su boca y sonrío. Su madre no tenía talento para cocinar, aún así las comidas que preparaba iban mejorando a medida que los domingos pasaban. Aquel era el día en que la familia se reunía a compartir el almuerzo.

Parecía muy distante el momento en el que ellos abandonaron su país natal e inmigraron al Estado limítrofe.

El título de abogada de la madre de Claire quedó invalidado, ya que las leyes y metodologías eran, por supuesto, diferentes en aquel lugar de lo que ella había estudiado. No podía ejercer su profesión si no se ajustaba al sistema. Tuvo que realizar un posgrado que le llevó un año, y para ese entonces ya estaba cómoda con el tiempo libre que había gozado, por lo que una vez graduada decidió tomar solo casos públicos de urgencia y dedicarse mayormente a su hogar.

Su padre tampoco tenía mucho que hacer. Al presentarse como el policía altamente entrenado que era, fue aceptado de inmediato en la comisaria central, pero la ciudad era tan tranquila que hubo pocos delitos graves desde que llegaron hacía cuatro años. La mayoría de los crímenes consistían en hurtos y vandalismo juvenil.

—Cada día menos asqueroso ¡Te felicito, mamá!— Exclamó Kurt, arrastrando su plato vacío a un lado de la mesa.

—¡Kurt!— Lo regañó su padre, mas los labios de la aludida emitieron una carcajada.

—Gracias, hijo. Puedes repetir si quieres.

—Oh, no. Definitivamente no quiero.

—¿Cómo les fue esta semana?— Preguntó el hombre, sirviéndose otro pedazo carne, al contrario de su hijo.

Claire y Kurt asistían a la universidad estatal. La misma se encontraba a cuarenta kilómetros de la casa de sus padres, pero estaban cerca entre ellos, a tan solo unas calles de distancia, en diferentes edificios.

Los hermanos contaron como transcurría su situación académica. La familia se hundió en una charla sobre sus futuros, antes de que el padre cambiara repentinamente de tema:

—Oí que el país vecino tiene problemas— Habló, refiriéndose a la nación en la que habían habitado y que dejaron atrás. —Los Anarquistas son cada vez mas rebeldes y violentos. Por primera vez están realmente poniendo en peligro al sistema.

—Va a haber una guerra— Comentó su mujer, observando su vaso de vino con aire taciturno.

El hombre desvió la mirada a Kurt. —¿Alguno de tus conocidos sigue en esa rebelión?— Inquirió.

Su hijo hizo un gesto negativo con la cabeza mientras tragaba la soda que acababa de beber.

—Ellos tuvieron que huir del país también en cuanto el gobierno se enteró de sus planes con las armas de Clase 7. De otra manera, iban a ejecutarlos— Respondió.

—Hubiese deseado que lo hicieran. Los Anarquistas lo merecen tanto como el gobierno— Masculló el policía, denotando su desprecio.

—¿Quién quiere postre?— Se apresuró a ofrecer su madre, al notar el cuerpo de Claire estremecerse repetidas veces durante la charla.

Por la tarde, los gemelos se despidieron de sus padres e ingresaron a la camioneta Chevrolet del chico para emprender el viaje hacia la residencia de la universidad. Las melodías que desprendían los parlantes de la radio llenaban sus oídos, mas Kurt bajó el volumen de la música para ser escuchado:

—Claire ¿cuándo piensas decírselos?— Repitió, como todos los domingos.

—Pronto— Contestó ella, quitando la vista del paisaje que ofrecía la ventanilla y posándola en él. —Se los diré pronto.

Él resopló. —Ya llevas dos años...

—Lo sé. Pero ellos, papá especialmente, van a enloquecer. Y las cosas marchan tan bien ahora, Kurt. En serio, soy tan feliz— Claire elevó las comisuras de sus labios formando una sonrisa, sin poder evitarlo.

Kurt reprimió su frustración una vez mas. Después de tantos momentos duros que su hermana atravesó para superar aquella noche desoladora que había vivido, ella al fin estaba teniendo una vida casi normal.

Casi.

El joven estacionó su camioneta frente al edificio de Claire y ella besó su mejilla para despedirse antes de descender de ésta. Subió las escaleras hasta el piso tres y se detuvo frente a una puerta para buscar las llaves de la misma en su bolso. Sus manos temblaban ligeramente, aunque eso era habitual. La última Purga que había pasado dejó secuelas en su persona. Inquietud bajo la luz del sol y pesadillas cuando la luna se presentaba, incitándola a dormir. Fue difícil seguir adelante para ella, sin embargo lo había logrado. La mayoría de los días ya no pensaba en esos acontecimientos, y podía lidiar con la vida nuevamente. Hasta consiguió irse a vivir por su cuenta.

El secreto era que, en realidad, Claire no vivía sola.

Ingresó al departamento y depositó las cosas sobre el sofá de la sala. Luego caminó a su habitación, echando un rápido vistazo allí.

—¿Cariño?— Llamó.

Sintió la calidez de un cuerpo humano acercarse a su espalda, y dos fuertes brazos tatuados se enredaron en su cintura. Claire sonrió cuando su novio plantó un largo beso en su cuello y luego deslizó los labios a su oído para murmurar:

—Apuesto que me extrañaste ¿uhm, bonita?


Fin

-TatianaRomina

The Purge: 12 horas para sobrevivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora