.Horas 7-8.

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Claire no podía controlar el volumen de los sollozos escapando por su garganta. Trataba de no delatar su posición, pero necesitaba dejar salir con sus lágrimas y sus potentes gemidos la angustia opresora en su corazón. Se tapaba la boca con ambas manos y se acurrucaba cada vez más contra los arbustos. Solía ver el transcurso de La Purga a través de su televisión y podía apreciar por sí misma los restos de esa noche a la mañana siguiente. Sin embargo, nada podría haberla preparado para vivirlo en carne propia.

Se había desviado a las calles de los barrios residenciales pensando que tenía suerte por haber acabado allí. Había creído que el desastre debería atenuarse a medida que se alejaba de los comercios, pero no era la realidad. Si bien la multitud enardecida estaba lejos, los pequeños grupos dispersos por la zona donde se encontraba provocaban en ella aun más terror. Era la primera vez que sentía ese pavor y no podía creer la intensidad abrumadora con la que atacaba. No tenía comparación con los sobresaltos en las películas de horror o las pesadillas que le quitaban el sueño. Aquel miedo era real y siniestro, y la estaba devorando mientras recordaba como ese grupo de chicos, incluso con menor edad que ella, había descuartizado el cuerpo de aquel vagabundo.

Él ya estaba muerto cuando ellos llegaron. Claire los vio mientras doblaba una esquina. Al reconocer que eran jóvenes pensó en pedirles ayuda, mas antes de que pudiera hacerlo, ellos divisaron el cadáver del hombre mayor que yacía sobre la vereda. Sin detener su paso para consultarlo, todos saltaron sobre él, utilizando simples navajas para cortar las extremidades del cuerpo con perversa lentitud.

Claire vomitó la poca carga que llevaba en su estomago en un jardín muy bien arreglado antes de esconderse entre las plantas del mismo. Todavía escuchaba sus voces cerca, hablando y riendo como si estuvieran compartiendo cualquier charla casual. La chica se sentía descubierta. Si bien estaba decidida a enfrentarlo antes, no quería morir en ese momento. No en manos tan crueles.

Tenía presente en sus recuerdos a sus amigos, a su novio, a su familia: sus padres y su hermano. Éste último, Kurt, era la única persona a quien Claire le profesaba su amor sin restricciones. Ellos eran gemelos, pero compartían más que la fecha de cumpleaños. Habían sido confidentes desde que aprendieron sus primeras palabras. Tener que partir a lo desconocido sin haber abrazado a alguno de sus seres amados por ultima vez le agregaba dolor a su alma.

De repente hubo silencio. El grupo de chicos cesó el barullo que emitía. Claire se quedó quieta, agazapada contra las hojas y las ramas que se clavaban en su piel, lastimándola. Tomó un suspiro profundo, acabando el llanto que antes la envolvía. Por un segundo sintió alivio pensando que ellos se habían ido, más pronto volvió a escucharlos demasiado cerca:

—¿Dónde?

—Lo he oído en los arbustos.

Antes de que la chica pudiera reaccionar, dos pares de brazos se introdujeron en la maleza, encontrándola enseguida. Tiraron de ella hasta que se encontró descubierta. Se incorporó, clavando los pies sobre el césped y luchando contra la fuerza de los muchachos, pero no logró alejarse ni un centímetro de ellos.

—Mira lo que tenemos aquí— Observó uno de ellos. —¡Que regalo!

—Ni que lo digas— El que la sostenía la sacudió, haciendo que se quedara quieta. —¿Cómo te llamas, linda?

Claire se estremeció. Cuando Justin la llamaba por aquel adjetivo lo hacía de manera burlona, e incluso amena. En cambio, ese desconocido derramaba tanta lascivia y maldad en su tono que no pudo evitar los escalofríos.

—¿No vas a responder? ¿Te comió la lengua el ratón?—Levantó la navaja que aún sostenía en su mano y la acercó a la boca de Claire. Ella apretó sus labios, produciendo un sollozo ahogado, mirando la sangre del vagabundo gotear del filo. Los ojos oscuros del chico inspeccionaron el cuerpo de ella. —La follaremos de a uno ¿quién va primero?

La empujó contra sus compañeros y ellos la atraparon, ansiosos. Algunos la sostenían mientras otros rasgaban su ropa, tratando de quitársela con brusquedad. La victima comenzó a llorar y suplicar que detuvieran aquel acto despiadado. Cuando parecía que al fin lograrían deshacerse de su camiseta, un grito de furia proveniente del lado derecho hizo que las bestias se giraran a ver.

Tres de ellos cayeron al piso hasta que Claire entendió lo que sucedía. Entonces vio al hombre que atacaba al grupo con un pesado bate de baseball. Cuando el último de ellos quedó inconsciente, él se aproximó a ella.

—Claire ¿estás bien?

Era el señor sin hogar que había inspirado a Claire para ayudar a las personas de barrios bajos. El mismo que pedía donativos en la puerta de la iglesia. Claire se aferró a él cuando estuvo en sus brazos y trató de recuperar el aire que el pánico le había robado.

—Ven.

Él la ayudó a caminar unas pocas cuadras, ya que esa tarea le resultaba difícil debido a los temblores que la asaltaban. Llegaron al inmenso galpón donde los residentes con mayor poder adquisitivo guardaban sus propias avionetas y ambos se escabulleron dentro del lugar. Había más gente rondando por allí y casi todas tenían algún tipo de dolencia.

—Pronto nos descubrirán, pero podemos atender a los heridos por ahora— Explicó el hombre, viendo a las personas que se ayudaban unas a otras. —Creo que el corte en tu ceja está sanando bien, pero deberías utilizar desinfectante, y tenemos hielo para los golpes— Sugirió.

Claire pasó su mirada por sus brazos, donde diversos moretones se habían formado. Aceptó la oferta aunque estaba cansada y lo único que quería pedir era una manta para poder dormir. Anhelaba perder consciencia de los acontecimientos a su alrededor.

—¿Qué sucedió? ¿Cómo terminaste aquí afuera?— Preguntó él, cuando estuvieron sentados sobre bolsas de cemento utilizando diversos artículos de botiquín.

—Dos anarquistas... creo que me secuestraron— Explicó ella, dubitativa.

Él negó con la cabeza, exhalando. —Los anarquistas están desesperados. Les robaron el arma que pretendían usar para su lucha y eso los desestabilizó— Comentó.

—¿Qué arma? ¿Y qué lucha están peleando, exactamente?— Interrogó la chica, ignorando el ardor que le producía el alcohol puro sobre sus cortes e interesándose en el tema.

—Ya sabes que hay solo dos reglas en La Purga...— Comenzó a relatar el hombre. —No atacar funcionarios de alto rango del gobierno y no utilizar armas por encima de Clase 4. Bueno, los anarquistas planeaban romper ambas para manifestar su rebeldía. Tenían armas de Clase 7 que usarían contra dos importantes senadores y el vicepresidente.

La información asombró a Claire y la dejó estupefacta. Al tener una reconocida abogada encargada de esos crímenes como madre y un padre dedicado a la policía , poseía cierto conocimiento sobre armas y entendía la gravedad de aquella situación. La Clase 7 estaba constituida por lanzagranadas o bazookas y estaba solo dos niveles por debajo de la destrucción masiva.

—¡No es posible! — Exclamó.

—No es gran cosa, si lo piensas. Las atrocidades de La Purga son peores— Opinó él. Terminó de curar su piel y la miró a los ojos. Sus siguientes palabras sonaron apesadumbradas: —Estamos aquí esperando morir, Claire. Vendrán por nosotros tarde o temprano. Si tienes alguna posibilidad de salvarte, algún lugar a donde ir ahora...

Su frase fue interrumpida por la llegada de un joven al galpón. Aunque varias personas se sobresaltaron por la escopeta que sostenía, él no disparó a nadie. Sus ojos se arrastraban por todo el lugar, buscando a alguien con celeridad. Finalmente divisó a Claire

Justin se aproximó corriendo a la chica, quien se deslizó hacia atrás en las bolsas de cemento, temiendo que la lastimara. Sin embargo lo que él hizo cuando estuvo frente a ella la tomó por sorpresa: soltó el arma, que cayó al suelo con descuido, y la enredó entre sus brazos, estrechándola con fuerza.

—Oh Claire— Susurró en su oído, suspirando de alivio. —Casi me matas.


-TatianaRomina

The Purge: 12 horas para sobrevivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora