Claire estacionó su Toyota plateado en el playón de la gasolinera. Descendió del vehículo y miró hacia arriba. El intenso tono amarillo del sol perdía potencia, convirtiendo al cielo en un espectáculo color naranja.
Debía darse prisa.
Caminó dentro de la tienda, pasando al lado de un grupo de chicos que estaban reunidos en la puerta de ésta. Todos ellos eran hombres y sus vestimentas juveniles de clase baja la hacían sospechar que participarían de La Purga. Se suponía que la gente de bajos recursos era la primera en caer cada año, cuando se celebraba la noche de las bestias. Sin embargo, y posiblemente debido a esto, ellos comenzaron a tener una participación mas violenta las últimas purgas.
El concepto era simple: cada 21 de Marzo, a partir de las 19:00 hasta las 7:00 del otro día, se llevaba a cabo una catarsis. O al menos así lo definía el gobierno. Durante esas doce horas, todo crimen era legal. Este pasaje de la constitución dictaba que de esa forma los ciudadanos podrían desquitarse, purgar sus almas esa noche, y vivir tranquilos el resto del año. Las estadísticas mostraban que La Purga era de máxima utilidad: el porcentaje de desempleo y delincuencia era casi nulo mientras la economía volaba en una nube de bienestar.
Pero siempre había opositores. Ese año en concreto, un grupo anti-purga se había manifestado públicamente. El gobierno los catalogaba de Anarquistas, por resistirse al régimen que ellos habían creado y que había puesto a la nación en las mejores condiciones de todos los siglos. Por supuesto, los Anarquistas también tenían sus argumentos. Propagaban que las victimas del sistema siempre eran los pobres y los sin hogar, aquellos sin acceso a los sofisticados sistemas de seguridad que mantenían a las familias adineradas que no participaban de La Purga a salvo.
Durante sus vacaciones pasadas, Claire había desarrollado el hábito de llevar comida a los necesitados. Comenzó cuando volvía caminando de sus clases de violín. Había un hombre sentado en la puerta de una iglesia, temblando incluso con la alta temperatura del verano. Claire había hablado con él. En aquella conversación se había enterado de cuan precaria era su situación, y la joven se comprometió a ayudarlo, más él dijo algo que ella no pudo olvidar:
—No te preocupes por mí. Probablemente acabarán conmigo en la próxima Purga.
La voz, entre colérica y resignada del hombre, hizo que Claire abriera los ojos ante muchas cuestiones de ese sistema. Pero no hizo más que eso. Prefirió seguir ignorando las injusticias, porque estaba acostumbrada a ello. Más cada fin de semana, no solo llevaba alimentos a aquel hombre, si no que se introducía en barrios bajos para ayudar a otros. Fue en esos lugares donde los discursos anarquistas llegaron a sus oídos.
Sin embargo, Clarie no le prestaba mayor atención. La Purga ya estaba instalada cuando ella tenía uso de razón y nunca se interesó en profundizar el tema. Cada año, ella se encerraba con su familia en el enorme chalet que poseía en la ciudad, utilizando un medio de seguridad hecho de acero. Era solo otra noche más para ella, aunque mucho más aburrida.
Pero ese 21 de Marzo a las 18:15 de la tarde, ella seguía en la gasolinera. Había estado discutiendo demasiado tiempo con su novio anteriormente, cuando él comentó su plan de salir a purgar ese año. Claire se preocupaba por Michael, temía que algo malo le pasara. Le rogó que no lo hiciera, logrando que él se enfadara.
—Voy a salir para exterminar Anarquistas ¿sí? Esos malditos rebeldes pretenden destruir el perfecto sistema que ha creado el estado. No voy a dejar que nuestra nación corra ese riesgo por culpa de un grupo de estúpidos.
Había gritado en la cara de su novia, desatando una pelea entre ambos. Finalmente ella se había ido dolida por esa faceta desconocida de su pareja que ahora se hacía presente. Condujo un par de kilómetros antes de descubrir lo avanzada que estaba la hora.
Necesitaba recargar el saldo de su celular y comprar cigarrillos de menta que su hermano le había encargado. Él no los fumaba regularmente, pero le gustaba alardear que lo hacía de vez en cuando. Consiguió también un encendedor para los cigarros y una soda sabor fresa para ella. El cajero tardó varios minutos en cobrar su mercadería. Cuando pudo salir, cargó su bolsa de compras en el asiento trasero y se subió al auto. Presionó un par de botones en su tablero y se colocó unos auriculares, donde se escuchaba el pitido de una llamada saliente.
—Claire ¿Dónde estás?— Contestó la voz de su madre.
—Estoy yendo a casa ya, Mom. Estaré allí en quince minutos— Anunció la joven, poniendo el motor el marcha.
—Oh, bueno. Apresúrate. Está oscureciendo. Por un minuto creí que ibas a purgar este año...— Se burló.
La garganta de Claire fue oprimida por la angustia, recordando a Michael. Se esforzó por contestar:
—Ni de broma. Por favor, empieza a grabar mi serie favorita en la televisión, el capítulo de hoy va a ser asombroso...
Mientras hablaba y se ponía el cinturón de seguridad, hizo contacto visual con uno de los chicos que aún esperaba en la puerta de la tienda. Él era amenazante, mostrando los músculos de sus brazos cubiertos de tatuajes, el pelo cortado al ras y duros ojos castaño claro. Una sonrisa lenta y maliciosa se formó en sus labios, dirigida a Claire. La chica apartó la vista y apretó el acelerador, dispuesta a apresurarse, ya que faltaban unos apremiantes treinta minutos para las siete de la tarde.
Claire no fue consciente de las pinzas que el chico escondía detrás de su espalda, ni se percató de que su coche estaba dejando un rastro de liquido de frenos detrás de él, por la solitaria carretera.
-TatianaRomina
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The Purge: 12 horas para sobrevivir
Short Story'Al sonar la sirena, todos los crímenes, incluido el asesinato, serán legales por doce horas. Los servicios de emergencias no estarán disponibles hasta que se acabe la Purga. Que Dios los acompañe'. "Las calles se teñirán de rojo cuando la gente sue...