"Mi nueva yo"

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  El obscuro tormento se postraba sobre mí, como una tela negra que cubría el panorama. El pecho y extremidades me pesaban al punto de querer desmoronarme justo en esa camilla; el indescriptible dolor empezaba a intensificarse junto con mi entrecortada respiración. Abrí los ojos lentamente ya que el sol y mis pesadas pupilas me lo dificultaban. Observé un borroso tejado, me quedé inmóvil tratando de fijar mi mirada en un solo punto.

El respirador, y el pequeño sonido insistente se escuchaban como un eco que rebotaba por toda aquella habitación. Reaccioné al instante que no reconocí ninguno de los objetos del cuarto; traté de inclinarme verticalmente, sin embargo un dolor punzante en las costillas me lo impidió del todo.

Solté un fuerte bufido ante aquello, y eso pareció alertar a todo mundo. Los ruidosos pasos y voces de aquellos doctores hicieron que mi cabeza empezara a producir zumbidos alargados, estremeciendo todo mi delgado cuerpo.

-¡Ha despertado!- Lograba entender entre unos confusos murmullos que se colaban en mis oídos. La cabeza me empezaba a dar vueltas y mis ojos se cerraban a ratos. De repente una gran sombra se acercó a chequear la situación. -¿Qué número ves aquí?- preguntó aquella, que poco a poco iba tomando forma. Alejé su mano que estaba cerca de mi rostro y apreté la quijada para intentar controlar el mareo.

Estuve en aquel estado cerca de quince minutos antes de tomar los medicamentos que una enfermera me estaba administrando.

-¿Mejor?- preguntó el Doctor de cabecera que estaba junto a mí.

-Mejor...- Le contesté, luego de haber tomado hasta el último trago de agua. Se escuchó un suspiro de su parte, para luego mirarme fijamente

-Esa caída fue mortal...- dijo, mientras miraba todos los moretones que se impregnaron en mi piel. -Si no te hubieran visto estarías muerta; suerte que tu familia te trajo hasta aquí- replicó, apretando sus delgados labios antes de levantarse del asiento.

"¿familia?" me pregunté a mí misma, recordando que mis padres estaban junto a Dylan  vacacionando en Nueva Zelanda desde hace dos semanas.

El doctor se alejó de mí para deslizar la puerta del cubículo. Para mi sorpresa una pequeña niña corrió hasta mi cama muy emocionada, abrazándome con fuerza mientras se ponía de puntillas. Por un momento pensé que se trataba de una de las pacientes del hospital, hasta que ví entrar a cuatro personas más.

Estaba confundida, no los conocía, sin embargo traían entre sus brazos globos y flores. Me pareció un lindo gesto de parte de esas personas, o la fundación que se encargara de ese tipo de detalles.

-Es un alivio que despertaras, ¿te sientes mejor?- replicó un tipo mayor de sesenta años cuando se acercaba a colocar los globos en un rincón de la colchoneta.

-Estábamos muy preocupados- susurró una de edad similar, mientras se sentaba junto a mí y tomaba mi mano cálidamente. Los ojos llorosos de la que me observaba con quietud también me ponían inquieta. Alejé prontamente mi mano de aquella señora, ya que no sentía seguridad con tantas personas a mi alrededor. Todos parecieron asustarse, excepto el chico tímido que no pasaba del marco de la puerta. -¿Qué pasa?- me dijo la que aún lloraba. No sabía el porqué de sus acciones, ni mucho menos de sus intenciones; quizá como nunca había recibido tal trato de nadie, se me hacía un poco extraño esa demostración de afecto.

-¿Por qué lo hacen...?- Pregunté con el ceño fruncido y alejándome de la pequeña niñita. -¿acaso nos conocemos?- refuté con algo de enojo interno y desconcierto.

Sus miradas parecieron quedar congeladas unos segundos, antes de que empezaran a reaccinar nerviosos. Intercambiaron conversaciones entre sí sin decir una sola palabra, y luego voltearon hacia el doctor, quién estaba en un estado similar. Se acercó a mi rápidamente, sacó de su bata un pequeño foco para chequearme las pupilas y seguidamente las heridas que tenía en el cuerpo.

-¿Sigues con jaquecas?- me preguntó preocupado,  afirmativamente le hice un gesto. Acercó ambas manos para chequear mi cráneo muy superficialmente, a lo que respondí con un fuerte quejido al tacto insensible de una parte específica.

Me rodeó con la mirada reteniendo su respiración unos segundos, le hizo señas al veterano para que hablaran afuera; pero sin antes ordenarle a la enfermera que convenciera a todos de dejarme sola. La pequeña y pálida niña se fue tristemente mientras se aferraba a la mano de su madre, quién no despegó su enrojecida mirada de mí.

Poco a poco se fue despejando aquel lugar, dejándome desolada en el impecable dormitorio. No sabía lo que pasaba; más sin embargo no le di mucha importancia, ya que el dolor en los músculos demandaban toda mi atención. Luego de unos minutos algunos pensamientos empezaron a bombardear mi cerebro, "¿Caída?, no recuerdo haberme tropezado en ningún momento. ¿Tal vez en la facultad...? No, no lo creo; ¿Dylan?, muy probablemente" sacaba especulaciones para mí, antes de que el doctor entrase de nuevo a la habitación.

Su cara estaba algo alargada y sus ojos no quisieron toparme hasta que se sentó justo a mi lado.-¿Adeline? me preguntó como si yo tuviera problemas, o esperara una respuesta de mi parte, pero yo solo le dí una afirmación; él dió un largo suspiro antes de empezar a hablar
-Bueno... como decía anteriormente tu cuerpo resultó muy golpeado luego de la caída, pero eso no es lo más grave- dijo, refiriéndose al dolor de mis costillas y los raspones por todos lados. -Lo más grave en este momento es tu cabeza... parece que amortiguaste todo el golpe en esa parte, sin embargo parece que tienes un caso de amnesia temporal. No sé cuando puedas recuperar tu memoria, puede ser mañana o en unos meses pero de que has perdido las huellas de tus recuerdos no hay duda alguna...-

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