39.- La historia de la Tecnofobia.

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Dean caminó de puntillas intentando pasar desapercibido. No obstante, el interruptor de la luz se encendió, y permaneció estático con las manos hacia arriba.

—Hola ¿me esperaban?—formó una pequeña sonrisa para suavizar el ambiente, y se quitó su abrigo poniéndolo en el perchero.

—Son las diez de la noche—quejó Stella, su madre.

—¿Dónde estabas?—habló su padre.

—¿Por qué hay un cerdo en casa?—preguntó Zac confundido.

—Oh—giró a ver a la diminuta criatura —. Lo compré, en realidad era para Nicole pero no lo quiso así que...

— ¡Dean Blackelee! ¿Quieres dejar a un lado a los animales?—cruzó los brazos la mujer y el muchacho enderezó la espalda—. Encontré esto a un lado del conector de la estufa—mostró un cable blanco enrollado; su cargador del móvil.

Lo estiraba y lo encogía, todo con intenciones de romperlo. Sin embargo, necesitaba que su hijo lo admitiera.

—La verdad siempre sale a la luz—fingió toser el hijo mayor—. Además le roba la señal de internet a nuestra vecina.

—¿Desde hace cuánto tienes celular? ¿Y por qué te convertiste en el ladrón de Wi-Fi?—cruzó sus brazos Arnold.

Dean pestañeó dos veces tratando de procesar lo que ocurría ¿el fin del mundo había llegado? ¿O sólo se estaba derrumbando su ser? ¿El foco de la sala parpadeó con intención de fundirse?

—Bien, me atraparon—aclaró su garganta para enfrentar a sus padres. Adiós a las tecnologías, adiós a la vida—. Nunca fue un experimento de Zachary, él celular ha sido mío desde hace un año.

Stella admiró a su hijo, por un momento creyó que lo negaría por completo. En cambio, asumió las consecuencias, los posibles castigos que le traerían. Permanecieron en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos; Zac esperaba el momento de su venganza, que lo condenaran a muerte por no acatar las prohibiciones tecnológicas. Arnold frunció el ceño ganando tiempo para el sermón del año.

¿Era Dean o estaba haciendo mucho calor en la habitación?

—Estás en graves problemas...—aseguró su padre antes de ser interrumpido.

—¡No! No pueden privarme por intentar vivir de manera normal, ¿no se han dado cuenta? Aquí parece una prisión, no hay colores en ustedes, vivimos en gris, llegas a casa y no encuentras ningún ruido; sea de televisión, una película en Netflix, una consola de videojuegos con disparos, una canción a todo volumen, vídeos reproduciéndose y no es que me guste el escándalo, pero existe monotonía en mi hogar ¡Todo es silencio, simplemente es tan aburrido! Su rutina diaria donde el despertador son los gallos o pajaritos de afuera, jamás un vibrador, un sonido que mande ondas electromagnéticas, un ringtone de teléfonos ¿dónde está todo eso?  ¿De verdad lo hacen para ahorrar luz? Porque lo he visto en los recibos, nuestros gastos son mínimos a comparación de nuestros vecinos, ya ni los Brooks están como nosotros ¡y eso que son sólo un par de ancianos!

Dean explotó, jamás había hablado, solo acatado órdenes, o huyendo de ellas. Esta vez no lo iba a esconder más. Necesitaba decirlo a todo pulmón.  

»Merezco una explicación por todos esos años desperdiciados ¿Qué rayos tienen en contra de las tecnologías? ¿Por qué las odian y les tienen pavor? ¿Por qué ese tema es intocable? Debe haber una razón, una explicación del por qué mi familia es tan extraña. No quiero pasar el resto de mi vida como ustedes, necesito respuestas.

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