~𝑬𝒑í𝒍𝒐𝒈𝒐~

2.2K 187 58
                                        

―¡Naya!, ¡Naya! ¿dónde estás?

Yuma se encontraba gritando entre los árboles de durazno del jardín trasero, no encontraba a su bien portado angelito, que por décima vez en el día había logrado desaparecer.

―Esta vez...te sorprenderé.

Una sombra susurró entre las ramas, nuestro vampiro maduro la escuchó claramente y se hizo a un lado cuando la pequeña criatura aterrizó de cara al suelo.

―Con que ahí estás ―sonrió cruzado de brazos.

―¡Papá, se supone que no tenías que moverte!

Aquella persona se levantó con unos cuantos pétalos de durazno sobresaliendo de su cabeza.

Un cabello negro verdoso, corto y despeinado, unas ceja delgadas color negro, unos ojos escarlata preciosos con destellos rosados, nariz respingada y boca delgada así como un rostro fino con una expresión de sorpresa marcada por la cicatriz peculi...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un cabello negro verdoso, corto y despeinado, unas ceja delgadas color negro, unos ojos escarlata preciosos con destellos rosados, nariz respingada y boca delgada así como un rostro fino con una expresión de sorpresa marcada por la cicatriz peculiar sobresaliendo en su mejilla derecha. Vestía de boina y vestido corto.

―¿Y dejar que me rebanaras como la última vez? ¿crees que te dejaría hacer eso tan fácilmente?

―¡Sabes que esto fue trampa papá!

―Claro que no, y ya te he dicho que no me gusta que corras por ahí con esas cosas en tus manos, son peligrosas ―advirtió.

―Solo te estaba tendiendo una trampa papá...

―Si de verdad quieres hablar de eso, es sólo que aún no eres tan sigilosa como tu padre ―sonrió presumido.

Ese rostro angelical que podía volverse demoníaco en cualquier momento estaba haciendo un puchero, muy típico de las niñas pequeñas.

―¡Hiciste que me ensuciara! ¡mi vestido es nuevo! ¿sabes qué dirá mi papá cuando me vea?

―¿Qué yo te hice ensuciar? Vamos ya, pequeña traviesa.

Yuma cargó a su primogénita Naya que, con sus escasos seis años, le gustaba meterse en problemas muy seguido. Al entrar a la mansión ella pateó a Yuma en el estómago por la euforia de ir con su otro padre.

―¡Melissa! ¡Christina! ¡Justin! ¡ya llegué!

Para esto, dejaba un desastre a su paso. Lodo, cuchillos pequeños y su boina sucia.

―Naya, una damita no deja sus armas en la entrada, ¡mucho menos sus libros!

―¡Lo siento papá, no te escucho! ―la pequeña a paso rápido subió las escaleras.

―¡Naya, Naya! esa niña no tiene remedio, de verdad.

El castaño recogía los pequeños cuchillos del piso mientras sonreía, realmente la amaba mucho.

―Melissa, Justin, Christina...

Entró canturreando de manera sigilosa mientras entraba en el cuarto de su padre. Azusa estaba colgado del techo con la fuerza de sus vendajes, le lamió la oreja a Naya y bajó rápido atrapándola en sus brazos. Claramente gritó del susto.

―Sigues...asustandote ―sonrió.

―¡Papi, no es justo!

―Me alegra que...ya estés en casa.

Azusa disfrutaba de la compañía de Naya, era su consentida y traviesa hija que gustaba de los cuchillos afilados y las heridas en el cuerpo de su padre.

―¿Melissa y Christina me extrañaron? ―preguntó emocionada.

―Oh...pero claro... ¿no las escuchas?

―Papi, no escucho nada ―dijo riendo Naya mientras se acercaba al brazo de su padre.

Yuma entró escuchando su conversación y abrazó a Azusa por detrás.

―Es porque necesitan de muchos besos para hablar...

―¿Ah sí...? ―preguntó Azusa fingiendo inocencia.

―Si tu memoria fuera un estante estaría vacío, bombón.

―Si necesita besos... ¡yo se los daré a mi papi!

―Oh no Naya, para eso estoy yo.

Entonces asomó sus colmillos, y fingiendo voz de monstruo empezó la faena de besuqueos en el rostro de Azusa.

Esa misma noche, Naya se durmió al sonido de las palabras de su libro favorito: "Adán y Eva", Azusa lo contaba con la misma emoción que sentía al leerlo cuando era niño.

Una vez cerró la puerta de la habitación, bajó al jardín de cerezos de la Mansión, Yuma estaba mirando la luna que por cierto era preciosa en una banca de mármol, se acercó y le tapó los ojos.

―En el cielo está la luna...la rodean muchas estrellas...y en cada una de ellas...han quedado ya tus huellas ―susurró en el oído del mayor.

―Azusa ―sorprendido se incorporó y lo miró a los ojos―. Si~siéntate por favor ―dijo quitando el polvo de la banca.

―Actúas como cuando...esperábamos la llegada de Naya ―sonrió mientras se sentaba.

El granjero volvió a sentarse, lentamente juntó su dedo meñique con el de Azusa mientras él apoyó la cabeza en su hombro.

―¿Naya se durmió?

―Como un... pequeño murciélago...al revés.

―Últimamente no se separa de los cuchillos que le regalaste en su cumpleaños...

―Así es...le encantan.
―Dentro de poco tendrá que ir a la escuela, no sé qué haremos, pero no puede llevarlos.

―¿Crees que...esté lista? Los niños...pueden ser...muy crueles.

―Ella estará bien Azusa, es una niña diferente. Me recuerda tanto a ti ―dijo Yuma sonriendo a la luna.

―Yuma... ¿te digo algo?

―Claro Azusa.

Cual gato ronroneando sonrió con los ojos cerrados.

―Tus ojos son como... la luna.

―Oh Azusa, ―acarició la mejilla del menor―. Tú haces que me vuelva loco como el primer día en que te conocí ―susurró mientras le robaba un beso.

―T~tu...eres mi razón Yuma ―murmuraba mientras sus brazos rodeaban el cuello del mayor.

―Nunca te apartes de mí lado, no podría vivir sin ti Azusa ―un hilo de saliva unía las bocas de los dos mientras murmuraban.

―Nunca...jamás.

La lengua juguetona del menor empezaba a dejar sin aliento a Yuma, él subía más y más la intensidad de sus besos, con su sangre lo suficientemente caliente, clavó sus colmillos en el cuello de Azusa.

―¡¡Papi! ―gritó Naya desde su balcón.

―Yu~yuma ―tartamudeó mientras el castaño succionaba de su sangre.

―Mmh...ya voy, ya voy ―separándose del cuello, terminó con un rastro de sangre que se relamió―. Enseguida vuelvo, bombón.

―Sí...aquí te...espero.

Yuma empezó a caminar al interior de la mansión cuando Azusa lo tomó del brazo.

―Y....gracias.

―¿De qué Azusa?―lo miró extrañado.

Por siempre...cambiar...mis vendajes.


FIN.

Tus vendajes...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora