𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒: 𝑪𝒖𝒍𝒑𝒂

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El que Azusa hubiera olvidado lo que pasó la noche anterior era reconfortante para el castaño.

Una vez que escuchó la última palabra de Ruki y Kou, con la velocidad de un rayo y la sagacidad de un gato, fue a encerrarse al baño.

―Yuma, Azusa está muy herido, creo que su estante de cuchillos le cayó encima, Kou quiere llevarlo al hospital, debemos ir todos.

―¿Ah sí? ―dijo con una gota de sudor en la frente―. Eso es verdaderamente malo ¿no es así?

―Yuma, ¡¿acaso no me estás escuchando?! Azusa está muy mal.

―Yo los alcanzo después Ruki, estoy duchándome ―apretó su labio inferior y cerrando los ojos; Yuma esperaba que su hermano se tragara la mentira.

―De acuerdo, te veremos ahí. Aunque si tu fueras el herido, no dudaría en salirme desnudo de la ducha para ir a ayudarte.

Kou y Ruki se habían ido al hospital más cercano, tenía buena pinta para ser de apertura a cualquier persona, no obstante en la residencia Mukami, Yuma tenía sus propios problemas.

―No, no no, en definitiva, no, asco, agh maldita sea.

El pobre granjero tenía las manos tan temblorosas que no podía hacerse su habitual peinado de coleta alta, todo terminaba en un recogido de lado o trenzas, pero nunca el resultado que él esperaba.

―Basta ya, Yuma concéntrate, todo estará bien, no lo golpeaste con suficiente fuerza como para hacerle algo grave ―suspiró pesadamente inflando las mejillas mientras volvía a intentar, empezaba a sentir pesadas las manos―. Pero, ¿y los cristales? no llevaba puestos sus vendajes cuando impactó contra el estante yo...se los quité ―dijo sintiendo la evidencia en su bolsillo trasero.

Cuando desvió la mirada un segundo y volvió a mirarse al espejo lo había logrado por fin, su coleta alta que tanto le gustaba.

―Justo así, no he perdido el toque ―sonrío una última vez al espejo y salió del baño dirigiéndose a la sala, vio el teléfono y le marcó a Kou a su celular, el de inmediato contestó.

―¿Hola? Ah, Yuma eres tú, pensé que nos verías aquí en el hospital, ¿sucede algo?

―Oh si...bueno en realidad, ¿cómo está Azusa? ―dijo sin hacer rodeos.

―Oh, estaba en estado crítico cuando llegamos aquí, lo llevamos a la zona de urgencia y las enfermeras nos atendieron de maravilla, firmé unos cuantos autógrafos para las hijas incluso esposas de las familias de los trabajadores del hospital mientras atendían a Azusa. ¿Y te digo algo? en verdad sus gestos a la hora de atenderlo decían más que dolor.

―¿A qué te refieres Kou? ―dijo apretando el mango del teléfono.

―Pues que en realidad su cara reflejaba placer, ya sabes de él que le agrada, Yuma ―dijo recargándose en una columna de concreto.

―Al grano, Kou ―giró los ojos con fastidio.

―¿Quién es? ―preguntó Ruki acercándose a la bocina del celular.

―Es Yuma, déjame llamar tranquilo ―dijo Kou poniendo una de sus manos en la cara del mayor para alejarlo.

―Kou, sigo esperando aquí.

Tus vendajes...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora