𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐: ¿𝑻𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑í?

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Unas ligeras gotas de lluvia empezaron a caer y evaporarse sobre el suelo, pasaron los minutos y las gotas se hicieron ya muy visibles. La unión del sol con el agua hizo que ésta se vea preciosa.

La lluvia cada vez fue más insistente, el sol definitivamente dejó de trabajar para dar paso a un manto de nubes negras cargadas con no muy buenas intenciones.

Comenzó un nuevo espectáculo, el sol se marchó y los dejó sin luz, pero ahora son los rayos de tormenta los que los iluminan.

...

―¡Yuma! ¡Yuma!

Gritaba el rubio en la tormenta, sosteniendo el mantel de la mesa de madera. El viento hizo que entrecerrara los ojos mientras pedía el auxilio de Yuma, él era muy fuerte sabría qué hacer.

―Calma, yo estoy aquí.

Se sentía aliviado pues pensaba que Yuma era su salvador, gran sorpresa se llevó dentro de la mansión.

―¿¡Ruki?!.

―Denada, Kou. Tan agradecido como siempre.


Dijo el serio hermano sacudiendo su empapado cabello lleno de ramas y hojas enlodadas.

―Pero si tú y yo estamos adentro...

Ambos se miraron y compartieron un grito.

―¡Yuma!

...

―Agh, maldición.

Yuma se encontraba aferrándose al tronco de un árbol.


―¡Yuma,sube!.

Ruki lanzó una cuerda desde la ventana del segundo piso, él intentó alcanzar la cuerda sosteniéndose aun del árbol, claramente era inútil.

Azusa se interpuso en el pequeño espacio de la ventana y estiró uno de sus brazos con los vendajes sueltos.

―Yuma...

―¡No Azusa, no hagas eso, podrías lastimarte!

El granjero se alarmó e intentó acercarse más a la cuerda.

―¡Hazte a un lado o si no te vas a...!

Ruki no pudo terminar la oración cuando una de las tiras de los vendajes del menor se había atorado en una rama muy picuda.

―¡Yuma!.

Él seguía estirando su brazo aun cuando la rama forzaba su vendaje, apretándole la piel que instantes atrás se había abierto.

―¡Azusa!.

Finalmente, Yuma trepó por la cuerda con mucha fuerza y entró por la ventana con Azusa debajo de él.

―¡¿En qué diablos pensabas?! ¡pudiste haber muerto pequeño...!

―El solo intentaba salvarte.

Kou apretó el hombro del recién rescatado mientras este se reincorporaba.

―¡Pudo haberse lastimado!.

―¡No es como cualquier persona, es Azusa!

―¡Que él piense que le guste el dolor no quiere decir que deba tomar riesgos grandes todo el tiempo! ―se quejó Yuma.

―Suficiente, deja de actuar tan inmaduramente, ¡como si no conocieras a Azusa y como si aún fueras el que le cambiaba los vendajes cuando éramos niños! ¡Él ya es casi un adulto como el resto de nosotros...!

Tus vendajes...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora