Intentar.
Jongin queda nuevamente solo un par de días después de haber pasado esa noche de San Valentín. El día siguiente no hicieron mucho, más que estar acurrucados juntos, no realmente; Kyungsoo se sentía adolorido. El menor por otro lado estaba alto en las nubes, con la piel caliente y un deseo físico que le hizo dar cuenta que hace mucho que quería hacer eso, y la liberación no había sido suficiente. Fue así como lo hicieron tres veces en total, solamente, antes de que Kyungsoo tomara sus cosas y se marchase temprano dándole un beso de despedida.
Jongin queda nuevamente solo, con sus pinturas y lienzos sin terminar. Ha comprado un par más durante la semana; Kyungsoo no los ha visto porque los guarda en la fisura que hay entre la parte trasera del armario y la pared; y si uno no se para justo a su lado y analiza el espacio, es imposible fijarse desde la cama o algún otro punto en la habitación. La última noche ha dibujado las manos de Kyungsoo a color, tomando las suyas. A Jongin le gustan las manos.
Su rutina es simple: despertar, no levantarse, levantarse, comer, salir a caminar, volver, ver televisión, dormir, despertar, pintar, volver a ver televisión, comer, bañarse y dormir. Entre ello, obviamente, algunos mensajes cuando Kyungsoo no está ocupado, y una que otra llamada día por medio. Demasiado tiempo para pensar; más del necesario, más del que le gustaría tener.
Así se encuentra a sí mismo marcando el número de su casa en una tarde-noche, con el teléfono del apartamento de Kyungsoo y una sensación pesada en la boca del estómago.
Espera a que la Sra. Lee conteste, pero es otra persona a la que oye cuando se descuelga el teléfono.
—Casa Kim, ¿hola?
Jongin cuelga de inmediato.
***
Los programas de cocina de la televisión eran una estafa, o al menos eso pensó Jongin intentando cocinar algo luego de almorzar, antes de la hora a la que se supondría llegaría Kyungsoo. Un pastel, Jongin nunca pensó que un pastel pudiese ser tan complicado de elaborar. Iba relativamente bien, pero se perdió en algún momento en que la masa tenía cierto aspecto tras la pantalla y otro totalmente distinto en la fuente entre sus manos. La consistencia estaba muy espesa, e intentando arreglarlo acabó por dejarla demasiado líquida. La masa de la muestra parecía apetitosa incluso sin estar cocida; la suya, si era sincero, le daba un poco de asco. Incluso el color era distinto.
De cualquier manera, Jongin estaba haciendo eso por su hyung y no se rendiría tan fácilmente; las horas de soledad lo mataban, lo mínimo que podía intentar hacer era cocinar algo no instantáneo o pre-preparado por una vez en su vida. Por esa razón es que decide, de cualquier forma, dejarlo calentando. Lo había intentado.
El chico despierta de una siesta improvisada con el olor a algo quemándose. Sus párpados se despegan en un segundo y tropieza hasta la cocina para apagar el horno y abrirlo, inhalando humo plomizo y tosiendo para sacarlo de sus pulmones. Abre prácticamente todas las ventanas del apartamento, de paso poniéndose un chaleco para evitar enfermarse con las corrientes de frío que comienzan a llevarse el olor amargo hacia afuera con cada soplido. Con cuidado saca el pastel, o al menos sus restos, totalmente negros, y lo tira con una mirada fría al basurero que se llena de inmediato. Aprovecha el hacer todo el viaje hasta la primera planta para vaciarla basura y vuelve agotado mentalmente por haber desperdiciado tanto esfuerzo a causa de unos pocos minutos de siesta.
Para matar aburrimiento decide sacar uno de los lienzos que había dejado del día anterior, el cual ya se encontraba seco, para poder continuarlo. Representaba una etapa bastante turbia; bofetadas, mentiras, risas lanzadas con veneno, engaño y pasión quebrada en su dirección. No era explícito, claramente, pero se había dado cuenta que pintando y explayando sus sentimientos más ocultos le ayudaba a olvidarlo; o quizá dejarlos un poco más adentro de su corazón, donde se veían menos, no lo sabría decir con certeza. Una abreacción instantánea.
No alcanza a pasar una hora cuando alguien toca el timbre del apartamento. Jongin se para rápido sin pensar, con la ilusión de que Kyungsoo podría haber llegado más temprano de lo que hubo pensado. Trota el poco espacio hasta la puerta y la abre con una sonrisa, sonrisa la cual se fractura y derrumba por partes para acabar en una boca abriéndose y cerrándose sutilmente sin proferir palabra alguna.
—¿M-Mamá?
Los ojos de la mujer se abren de una manera en que su hijo nunca había visto antes, vaciando conmoción y alivio, pero a la vez miedo y felicidad mezclados en una sola mirada. A Jongin le cuesta sentir sus piernas, y le cuesta contener también la emoción de volver a ver a su madre luego de lo que se van a cumplir, dos meses.
—¡Jongin! —La mujer toma su cara con manos frías y pequeñas con las cuales el chico está familiarizado; toca su rostro como si el joven parado ahí fuese una ilusión y se intentase convencer de que no es así; que sus ojos no la engañan. — ¡Oh, Jongin! Hijo mío. Jongin, Jongin- —repite su nombre una y otra vez, terminando por apretarlo en un abrazo desesperado— ¿Estás bien? ¿Qué pasó? ¿Cómo- cómo es que-
La mujer suelta preguntas una sobre otra, sin darle el tiempo siquiera a responder una sola de ellas.
—Mamá, —dice Jongin, casi sin darse cuenta— Mamá yo lo-lo siento... mucho- —dice, una vez más palabras saliendo inconscientemente. Pero son suyas, definitivamente suyas, de una parte de su subconsciente del cual no tenía idea, esa que había estado evitando todo ese tiempo. Esa parte que le decía que las cosas estaban mal. Esa parte que le murmuraba que el hacer a tu madre llorar tan desesperadamente, como lo estaba haciendo la suya en su hombro, estaba completamente mal.
Esa parte que, por esta única vez, escuchando, le dice que las cosas no podían seguir así.
—No... no llores, —murmura devolviendo el abrazo.
—Te extrañé demasiado. No sabes cuán preocupada estaba, Jongin —se escucha hablar a la mujer entre sollozos— ¿Por qué? ¿Por qué, Jongin?
—Yo... —el hijo intenta decir algo, se presiona a ello, lo que sea, piensa; pero su cabeza está en un total y puro blanco.
—Vamos a casa, —dice en un aliento la mujer— Vamos a casa, hijo. Trae- trae tus cosas y vamos a casa.
La Sra. Kim se aleja un paso y toma sus manos maternalmente, dándoles un apretón y luego sonriéndole.
—P-pero-
—Por favor. Solo vamos a casa, ¿sí? Allí hablaremos.
Y si hubiese jueces observando cada acción, de cada persona en este planeta, no habrían tenido realmente el derecho de juzgar el porqué Jongin haría lo que prosiguió a hacer. Porque si esos "jueces" hubiesen tenido una madre, hubiesen entendido inmediatamente la razón; esa fuerza poderosa, que se forma cuando una criatura se crea dentro de otro ser humano. Esa relación que es difícil de romper, porque no basta solo eso, sino que otras veces solo haberse sentido apoyado por alguien cuando te caías de niño o sentías ganas de llorar.
Ese poder de acceder, solo por ver a tu madre llorar.
—Bien.
El chico arranca un trozo de hoja de un cuaderno que hay en la repisa de Kyungsoo y escribe una nota rápidamente. Su ropa seguía guardada en la maleta puesto que eso ocupaba temporalmente como armario, por lo que solo son unas pocas prendas las que fuerza adentro antes de cerrarla. Se encarga de dejar la nota en la cocina, sobre el mostrador donde sabe que Kyungsoo la verá, y acercándose hasta su madre, quien aguarda al otro lado de la puerta, apaga las luces y cierra, con la esperanza de poder volver pronto. Decidido a ello.
Jongin no podía decir que no.
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III. Defective Abreaction; Kaisoo · Saga GC
FanfictionActo 3. ❝Preocupación, desconcierto, necesidad; porque ya se es mitad de Marzo, y el invierno se acaba; el hielo se derrite así como sus propios deseos de levantarse cada día porque su vida se está volviendo un encierro. Como si no pudiese salir, a...