Capítulo 16

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Decido poner mis piernas en funcionamiento, pero no puedo. El acercamiento de su beso me ha dejado perpleja e inmóvil

-Te veo luego, Nick.

Al fin. Gracias Dios por poner las palabras en mi boca.

Cruzo todo el patio y de vez en cuando miro hacia atrás para verificar si me sigue, y todas las veces lo encuentro sonriendo o guiñando su ojo. Inmediatamente recorro el espacio con la vista buscando ojos chismosos que nos encuentren o delaten, pero para mi satisfacción, todos pertenecen a otra galaxia.

Subo los pocos escalones que me separan del patio y ya en planta baja decido ir a los baños. Si, necesitaba un momento a solas para asimilar todo este mundo, incluso necesitaba respirar.

Miro mi reflejo y solo veo una sonrisa estúpida que solo una adolescente ilusionada hace. Era la sonrisa que tanto había intentado imaginar cada vez que lo leía en algún libro. Lo que unas palabras pueden llegar a generar. Decido lavar mi cara, aunque me detengo, borraría su casi beso. Suspiro. Aunque sé que una sonrisa como esa no se borra tan fácil, podía intentar disimular algo. Abro la canilla y observo la transparencia del agua hasta que mi ser ecológico me dice que ya fue suficiente. Lavo mis manos y me tiro un poco a la cara y la froto intentando evitar no borrar su beso en mi comisura. Mis dedos rozan accidentalmente esa parte y mi mente rebobina el momento, cierro los ojos y sonrío.

Y en ese momento la acumulación de emociones y momentos me bombardean, y el nudo en mi estomago tira de ambas cuerdas una y otra vez.

-Jane, ¿te encuentras bien?

Alice estuvo parada mirando mis gestos y mis mejillas demostraron lo que sentía de mi misma hace un tiempo, vergüenza.

-Eh, si- intento decir con un hilo de voz- sólo me dejé llevar por el agua. Hace calor.

¿Agua? ¿Calor?. Mi subconsciente se me ríe mientras intento calmarme y volver a mi tono de piel.

-Oh. Ya veo. Perdón, creí que te había pasado algo.

-No, no. Estoy bien. Gracias por preocuparte- sólo un torbellino llamado Nicholas había pasado por mis emociones. Pero si, estaba bien. Más que bien.

Me seco las manos y la cara con el papel, lo tiro y me dirijo a mi aula. No necesitaba más preguntas sobre mi cara embobada y ridícula que debo de tener.

Las horas restantes pasan volando. Ni siquiera me molesto en irme a mi escondite a dibujar. Saco mi cuaderno de bocetos en plena clase de matemáticas y en él el lápiz baila al compás de mi imaginación remarcando el delineado de unos labios varoniles sonriendo al espectador. Hago varios dibujos más alrededor en distintos puntos de vista. Cuando suelto el lápiz, mi mirada se dirige hacia la pizarra. No hay nadie. Todos de habían ido. Había estado tan enfocada que ni siquiera me percaté de que ya era hora de irse a casa. Meto la mano en el bolsillo de mi chaqueta buscando mi celular y consulto la hora. Solo han pasado diez minutos del toque del timbre. Suspiro aliviada, creí que me había pasado más tiempo.

Instintivamente toda mi caja torácica se contrae. Nicholas. Habíamos quedado en vernos a la salida. Agarro todo los materiales desparramados sobre mi escritorio y los guardo como caigan en mi mochila. Siempre me detengo a guardar todo en su lugar, pero en este momento lo único que necesitaba era que estuviese todo en mi mochila, ordenado o no.

Salgo a la vereda y mis ojos recorren entre los pocos alumnos que quedaban en la zona buscando unos ojos marrones. No logro verlo y me decepciono, quizás se haya ido por mi demora.

Comienzo a caminar y diviso a Becca sentada en unas escaleras en frente del colegio. Observo hacia mi izquierda de la avenida y cuando me dispongo a cruzar la calle para poner  mi mejor amiga al día, alguien tropieza conmigo. Me giro para ver si la persona se encuentra bien y mi vista choca con unos ojos marrones muy conocidos y con una sonrisa en todo su esplendor.

-En tu escondite, ya- susurra Nicholas al pasar por mi lado.

Asiento disimuladamente y la adrenalina vuelve a mi cuerpo. Miro a Becca y ella me observa asombrada mientras sonríe. Si, era él. Se para de los escalones y los baja limpiándose la pollera, me dirige una mirada y saluda despidiéndose. Le devuelvo el saludo con una media sonrisa. Por lo general la que hace esos saludos soy yo cuando veo que Becca va a su casa acompañada de algún apuesto chico y cuando se que yo no pertenezco a ese mundo. Siento algo de pena por verla irse sola, ya que se lo que se siente, pero ella se fue con una gran sonrisa de satisfacción y orgullo.

Volteo a mirar el colegio. Él estaba en la entrada esperándome con una bolsa de supermercado en la mano. Ordeno a mis piernas a caminar mientras intento descubrir que hay en aquella bolsa. Cuando llego a él nuestras sonrisas nos dicen que recuerdan lo ocurrido en el primer recreo de hoy.

-¿Emocionada?

-Algo.

-Ni se te nota- río y el sonríe más- Vamos, que se enfría- dice levantando la bolsa a la altura de su pecho- Espero que esto cuente como una primera cita.

Oh vaya. No esperaba nada de eso.

Sonrio y lo sigo como si yo nunca me hubiera refugiado en aquella habitación, como si el escondite hubiera sido siempre de él.

Dejamos las cosas en el suelo y nos sentamos allí. Cruzo mis piernas rápidamente para sentarme como indio y Nicholas sonríe al ver mis movimientos. Al darse cuenta de que lo he pillado abre la bolsa.

-¿Pasa algo?

-Déjame decirte algo- asiento y deja de hacer ruido con la bolsa- Haces que las cosas se vean mucho más sencillas de lo que parecen.

Las cuatro estaciones enamorándomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora