Un almuerzo de amor. Parte 3.

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Algo en mi pecho se había partido ¿Por qué no me había dado cuenta? A Onan le gustaba Mariana. A mi cliente le gustaba otra de mis clientes. No. No podía ser. Era la primera vez que había pasado algo así ¿Cómo es que había pasado algo así? Era Cupido, se suponía que debía haberme dado cuenta antes. Pero era...demasiado... Además, era Onan.
Demasiadas cosas pasaban por mi cabeza en esos momentos. Como no podía mantenerme a gatas me senté en el piso, tratando de asimilar todo.
Miré hacia el costado, y me fijé en que Onan se había puesto serio, muy serio. Estaba en silencio y solamente me miraba. Fijamente. Como si tuviera un moco en la nariz y no supiera si avisarme o no. Pero sabía que no era por eso. En esos momentos estaba entrando en un shock del que no todos salían fácilmente.
Con todo lo que implicaba, todo eso había empezado a enredarse y no era tan fácil salir del nudo sin que nadie sufriera raspones. Ahora que les cuento todo esto, deben de estar pensando que esto no da para más. Pero no. No era lo único que iba a pasar.
Onan parpadeo fuerte, para aclararse las ideas, y expulsó el aire que venía aguantando de hacía dos minutos. Parecía confundido, atónito, y por sobre todo negado. Desde mi lugar podía ver cómo le temblaban las manos y parecía anclado en su sitio. Sentí un dolor agudo, fuerte en el pecho, que no se quitaba y no me dejaba continuar. No sabía por qué me sentía tan mal ¿Era sólo su cara deprimida y pasmada la que me afectaba tanto?¿Era mi conciencia? ¿Por que sentía que no era lo que debía de hacer?¿Por qué sentía vergüenza?
Nada. Para Cupido, estas cosas podían pasar, pero yo, pese a haberme entrenado arduamente, seguía siendo una mortal corriente, y eso me permitía tener emociones. En mí se desbordaban.
Así estaba yo, perdida en una marea de pensamientos, que no tuve conciencia de que seguíamos estando en una guerra de comida. Todos peleaban enardecidos, como si fuera lo último que hicieran en sus vidas. Una chica llegó a esquivar un ataque de su oponente, pero cuando quiso devolver el golpe, su mano se desvió inintencionadamente hacia donde yo estaba. No computaba. Seguía de una pieza, y no me Di cuenta. La comida voló en mi dirección, y, lejos de lo que yo hubiese esperado, Onan despertó de su ensueño y me tiró al suelo para evitar una herida. Levitaba. No podía reaccionar ante todo lo que estaba pasando y casi caigo con el peso del cuerpo sobre mi cabeza. Onan, que había caído conmigo, me hizo rodar hasta quedar lejos del alcance de la comida.
Abrí los ojos, recortando el sentido común y me fijé en mi entorno. Estaba acostada al lado de la pared, con la espalda en el suelo. La comida seguía volando (¿qué no se cantaban nunca?), la pared recibía municiones cada tres segundos. Alguien estaba sobre mí. ... Onan. Estaba arrodillado a mi lado apoyando las palmas sobre la pared, dejándome a mí en el medio, siendo él mi escudo. Pero seguía distante. Veía sin ver.
El corazón lo debía de tener partido. Tel vez me había protegido sólo por reflejo, era lo más probable. Siendo quien soy lo entendía. Esta visión también a mí me partía el alma.
Después de un rato, se levantó despacio y me ayudó a hacer lo mismo. Se dio la vuelta y se fue lentamente y se fue hacia el exterior, increíble que la comida no lo tocaba.¡¡¡¡¡¿¿¿¿quién podía mirarlo y no enternecerse????!!!!
Con un dolor en el estómago me paré e hice lo que toda persona en esa situación haría. Escapé por la ventana.
Corrí lejos. Necesitaba tiempo para estar sola y pensar. Eso estaba pasando muy rápido. Se había formado algo raro y lo mejor que podía hacer era sentarme a planear. Y eso fue lo que hice.
En un lado del colegio, Onan trataba de lidiar con eso. En otro, Axel y Mariana peleaban por su vida sin saber qué pasaba. Y en otro estaba yo, con una serie de intenciones suicidas.

Flechazo a CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora