Gracias

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Miércoles.
Se preguntarán por qué razón, motivo o circunstancia las cosas acabaron como acabaron. La verdad no les puedo decir más que este enredo es todo culpa mía. Onan estaba enamorado de Mariana, y me pidió ayuda. Mariana estaba enamorada de mi amigo de la infancia, Axel, y me pidió ayuda. No todo estaba destinado a que saliera bien, y terminó siendo que mi corazón y el de Onan terminaran completamente destrozados. Todo esto es mi culpa y sólo mi culpa. No debí haber aceptado un trabajo cuando no sabía quien era la chica en cuestión. Cupido necesitaba tomarse un descanso.
Ahí fue cuando me di cuenta de que en ese preciso instante, mi cuerpo y mi mente no pedían otra cosa. Necesitaba alejarme de todo el asunto del amor y darme el lujo de unas mini vacaciones.
Pero primero, necesitaba hablar con Onan. El chico había estado deprimido todo el día y no habiamos Tenido ocasión de charlar del asunto. Necesitaba pedirle disculpas, ver si estaba bien.
Con la velocidad y agilidad de una abuelita que llega tarde para su telenovela, atravesé el colegio ni bien llegué. Sabía cuál era el curso y dónde se encontraba, aunque esperaba desde el fondo del corazón que no hubiese faltado.
Con una zancada entré al aula de Onan. Los chicos todavía estaban dejando sus mochilas en sus asientos. Todos me miraron con curiosidad. Madre mía, no me miren tanto, es incómodo.
Recorrí el lugar con la vista. Onan, por suerte, estaba sentado en su banco con los ojos cerrados y escuchando música con los auriculares puestos.
Corrí y salté encima de su mesa, lo que lo sobresaltó. Lo agarré del cuello de la camisa, y olvidandome de todos aquellos sentimientos que me corrían por el cuerpo, me lo acerqué a la cara.
-Necesito que hablemos.
Me miró confundido, con los ojos extremadamente abiertos. Uno de sus auriculares se había caído de su oreja y se pudo escuchar un poco de la música que a él le gustaba  (¿Rock Nacional?).
Sin dejarlo decir nada me bajé de la mesa, y aún sosteniendole del cuello lo arrastré por los pasillos en dirección a mi base... ex base, aún base.
-Emmm... buenos días...¿lindo día, no?
No me dieron ganas de contestar, simplemente lo miré y sonreí un poco. Era medio raro ya que lo estaba llevando en contra de su voluntad. No sabía por qué reaccionaba así de raro. Bueno, tenía una idea sobre qué era lo que tenía en la cabeza y lo que lo distraia tanto, pero me dolía... sí, me dolía. Me dolía un montón, pero sabía que él era el que estaba sufriendo más.
Llegamos a la sala de informática, entré como una tromba y lo arrojé delicadamente en una de las sillas. Inexplicablemente yo estaba realmente enérgica, desde el fondo quería resolver todo, escuchar de su propia boca qué era lo que le pasaba.
Y él, increíblemente, se dejó arrastrar como un muñeco, sin replicar. Sus ojos estaban entrenados, no me miraba a la cara. Parecía que hasta se había puesto un poco rojo. Pero quizás era sólo una impresión mía. Otra cosa extraña ya que mi mejor cualidad es la de adivinar las emociones y sentimientos de las personas....¡Bueno, sí, lo de Mariana, está bien!
Ahora que lo miraba de frente, estando así, me acordé que lo había tratado peor que a un perro y me avergoncé. Sí, si, aunque no lo crean. Me tapé la boca con las manos y abrí mucho los ojos.
-¡Perdón, perdón, fue un terrible impulso!¡no te voy a tratar así de vuelta, lo prometo!
Él pareció un poco sorprendido por mi actitud, aunque aun no me miraba a la cara. Estaba molesto, lo percibía. Era frustración pura.
-Tranquila, te conozco, no te apures-. Dijo con una sonrisita.
Nooo, para él era una pura bruta sin feminidad alguna, seguro pensaba que era de las chicas que en el fondo eran chicos travestidos. Ya no podía más. Mis ojos empezaron a llorar todo lo que había estado aguantando desde el día anterior. Me arrodillé en el piso y me puse a zollozar.
Ahí fue cuando pareció reaccionar. Comenzó a parpadear y su expresión confundida se fue acrecentando.
-Ay dioses. Ay dioses. Hice llorar a una chica.
Se paró de la silla, se sentó, se acercó a mí, se alejó. Yo lo único que hacía era llorar cada vez más fuerte.
-No puede ser, no puede ser, qué hago,  qué hago... - Onan parecía desesperado.
Mi intención inicial había sido que no se sintiera tan triste, aunque esto era algo diferente...
Onan no aguantó más. Se acercó a mí y... Me dio palmaditas en la cabeza.
-¿Qué...?
Él se sentía tembloroso, como si tuviera miedo de que si hacía otro movimiento me fuera a romper. Me miraba suspicaz mientras seguía dándome palmaditas suaves.
Mis hipidos fueron disminuyendo poco a poco hasta que ya era sólo una gotera de mocos. Él me miró algo más relajado y suspiró. Pasó de las palmaditas a las caricias. Enredaba los dedos en mi pelo y los pasaba por toda la nuca mientras esperaba que me calmara por completo.
Cuando finalmente pude respirar regularmente lo miré a la cara. Estaba arrodillado como yo, mirándome expectante, como si estuviera esperando a saber si me había logrado ayudar.
Me sequé las lágrimas con las manos, respiré hondo... y sonreí. Él pareció aliviado, al comprobar que estaba mejor. Me aguanté la risa (lo sé, soy bipolar), y con una mano repetí las palmaditas en su cabeza.
-Tranquilo perrito, ya estoy bien.
¿Qué?
-¿Ah?
No sabía por qué había dicho eso.
-Ehhh... no, nada, que gracias perrito.
-¿Perrito?
Listo. Adiós Luciana.
-Sí, perrito.
Ma miró asombrado.
-Así que perrito ¿Eh?
-Sí, pero olvidate de que acabo de decir eso.
-Imposible. Le recuerdo, mujer, que fue uste' la que comenzó a actuar como una mascota hace un rato.
Cierto. Por poco no le pedía de rodillas.
-Un punto a tu favor. Aunque...¿Qué fue eso del trato de mascota mientras lloraba?
Se puso rojo. Esta vez sí estaba segura.
-Era mi primera vez viendo llorar a una chica. Es muy diferente con los hombres, por si no lo sabías. No sabía qué hacer.
Mi carcajada resonó hasta la galaxia más cercana. No podía parar de reír, era ridículo, hace menos de cinco minutos estaba llorando como una descosida. Onan no duró mucho hasta empezar a reírse de mi propia risa, y así nos retorcimos en el piso hasta que nos empezaron a doler nuestros respectivos estómagos.
Respirando entrecortadamente, acostados en el piso intentamos calmarnos para no cumplir el "morir de risa". Contando hasta tres me senté y vi cómo él hacía lo mismo.
-No pensé que al día siguiente de que me rompieran el corazón iba a estar desternillado de risa.
Algo me pinchó en algún lugar por atrás del pulmón. Algo me decía que ya era hora.
-Sobre eso...
-No, dejame hablar a mí.
Esperé unos segundos, a que se preparara.
-La verdad es que lo mejor es que te diga gracias.
La mandíbula se me cayó con tanta fuerza que hasta podría haber tocado el piso.
-No te sorprendas, la verdad es que todo fue culpa mía. No debí haberte forzado a que me ayudaras sin decirte quien era la chica. Sabía desde el principio que era ridículo, hasta tuviste que ir a ciegas todo este tiempo.
Estábamos en un aula silenciosa, sólo se escuchaba el reloj.
-Para serte franco, no tengo idea de cómo aceptaste una propuesta así. Pero te lo digo de nuevo. Gracias.
Estaba sin palabras. Sorprendida nivel Dios.
-Gracias por haber hecho todo lo que pudiste en mi caso. Un caso que... al parecer nunca tuvo razón de ser.
Contenía la respiración. No debía seguir esto asi. Me arrodille e incline la cabeza contra el suelo.
-Por favor, disculpame. Disculpa mi arrogancia.
Él no dijo nada, así que seguí.
-Perdón por haber sido tan engreida como para creer que podía con esto.Perdón por no haber relacionado los datos que inconscientemente me dabas. Perdón por todo.
Pasaron los segundos, y Onan no contestaba. Me animé a levantar la cabeza... y lo vi sonriendo. Era una sonrisa de verdad, amplia, que se enganchaba en las orejas.
-Muchas gracias por las disculpas también. De verdad, muchas gracias.
Me erguí un poco y quedé a la altura de sus ojos.
-¿Estás realmente bien con esto?
Bien Luciana. Un premio a la mujer más inteligente del universo, que después de verlo dos días en total depresión le preguntaba si están bien.
Aunque la respuesta ma desconcertó.
-La verdad es que sí. Estoy bien. O al menos muchísimo mejor de lo que estaba hace un rato.
Sonreí.
-Otra cosa para darte las gracias.
Mi cara se encendió parecía un faro en medio de la oscuridad. Basta chico, basta.
Un timbre nos sobresaltó. Con rapidez miré la hora en mi reloj de muñeca.
-¡¡¡¿¿¿¿QUEEEE????!!!!!
Onan casi se cae de espaldas.
-¿Qué pasa?
-Pasa que ese es el timbre del cambio de materia. Nos quedamos una hora completa.
Nos miramos estupefactos.
-A la de tres...-Empezó él con una media sonrisa.
-Uno... dos...
Tres. A la de cinco y medio ya estábamos en nuestras aulas intentando explicar cómo es que nuestras mochilas habían estado en la hora anterior pero nosotros no. Pero no me importaba. Había hablado con Onan y conseguido aclarar aunque sea un poco las cosas y levantarle el ánimo. Ya vería cómo seguirían las cosas.
De momento, estaba feliz.

Flechazo a CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora