Cap. 2

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Thomas no percibió que su corazón latía deprisa ni tuvo tiempo de averiguar la causa de la explosión. En lo único que podía pensar era en los demás Habitantes, que habían quedado separados de ellos. Ciego por la falta de luz, corrió con Newt, confiándole su vida por completo.
–¡Por aquí! –gritó él. Giraron hacia la derecha en una curva muy cerrada que lo hizo trastabillar y casi se cayó, pero Newt lo ayudó a mantenerse en pie. Una vez que recuperó el paso, le soltó la camisa–. Mantente cerca de mí.
Mientras marchaban por ese nuevo sendero, los sonidos de destrucción se fueron apagando y el pánico volvió a apoderarse de Thomas.
–¿Qué les va a pasar a nuestros amigos? ¿Y si...?
–Tommy, no te detengas –lo cortó Newt.
Durante su huida por el largo pasadizo, el aire refrescó y la oscuridad se volvió más densa. Thomas sintió que sus fuerzas iban volviendo poco a poco y pronto recobró el aliento. Detrás de ellos, los ruidos se habían extinguido casi por completo. Estaba preocupado por los otros Habitantes, pero su instinto le dijo que era buena idea seguir adelante con Newt, pues sus amigos serían capaces de arreglárselas por sí mismos si lograban salir. Pero ¿y si algunos habían sido capturados por quien fuera que hubiera desencadenado la explosión? ¿O si hubieran muerto? ¿Y quién los había atacado? En medio de su afanosa carrera, el desasosiego le chupó hasta la última gota de sangre.
Newt recorrió tres curvas más; Thomas no entendía cómo podía saber hacia dónde se dirigía. En el momento en que estaba por preguntárselo, él se detuvo y le apoyó una mano en el pecho para contenerlo.
–¿Oíste algo, Tommy? –preguntó, jadeando.
Thomas prestó atención, pero lo único que escuchó fue la respiración de ellos. No había más que silencio y oscuridad.
–No –le respondió–. Newt, ¿cómo sabes hacia dónde vamos? Podríamos estar perdidos ahora mismo.
–Tengo buen sentido de la orientación. Además, estaba hablando con Jorge mientras tú conversabas con esa chica –contestó, en un extraño tono de voz–. Él me dijo que los edificios de esta parte de la ciudad están conectados por una gran cantidad de túneles y pasadizos secretos. Lo llaman el Submundo.
Thomas no alcanzaba a ver su rostro, sin embargo él estaba lo suficientemente cerca como para sentir su respiración.
–¿El Submundo? –repitió–. Suena estúpido.
–Bueno, así lo llamó él.
–¿Te contó cuánto han llegado a explorar hasta ahora? –dijo. No le gustaba la idea de recorrer esos pasadizos sin saber qué les esperaba delante.
–No se me ocurrió preguntárselo. Pero me comentó que era usual que se toparan con Cranks, los verdaderamente malos, los que están muy idos.
Eso hizo a Thomas girar en círculo, como buscando en la negrura algo que no sabía qué era. Su cuerpo se puso tenso por el miedo, como si acabara de saltar en el agua helada.
–Bueno... pero ¿estaremos seguros? ¿Qué fue esa explosión? Maldición, Newt, tenemos que regresar con los otros.
–Sí. Eso ya lo sé.
–¿Qué piensas que ocurrió hace un rato?
Newt suspiró y se acercó más a él, hasta que sus cuerpos se tocaron.
–Quiero que me prometas algo –dijo su amigo, casi en un susurro.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Thomas.
–¿Qué?
Newt no retrocedió, sino que continuó hablándole al oído.
–Pase lo que pase, aun si tenemos que ir solos, llegaremos hasta el final. Hasta CRUEL, a esa cura que nos prometieron. Sé que nuestras posibilidades se han reducido ahora que estamos separados del resto, pero no podemos quedarnos aquí en el Desierto e ir enloqueciendo poco a poco.
Thomas no supo qué decir. La situación le estaba comenzando a resultar extraña. Después, al pensar en los demás, le sobrevino un acceso de culpa. Se encontraban en medio de un intento brutal y despiadado de atravesar el páramo, sus vidas estaban en juego y sus amigos podrían estar muertos. Estar allí en la oscuridad perdiendo el tiempo charlando sobre promesas le pareció lo más absurdo del mundo.
–Hey –dijo. Todavía no podía ver nada, pero lo imaginó frente a él, observándolo–. Mejor pensemos qué vamos a hacer.
–Tommy, todavía no me lo prometiste –respondió él, apoyando una mano a cada lado de su cabeza.
Thomas no podía entender que Newt se estuviese comportando de una forma tan rara, como si ya hubiese perdido la cordura.
–Está bien. Te lo prometo.
Su amigo dejó caer otra vez los brazos a los costados de su cuerpo.
–Buena esa. Mira, sobre lo que pasó hace un rato, al principio me preocupó que se tratara de un grupo de Cranks muy idos, pero como nadie nos persiguió, a lo mejor ese larcho amigo de Jorge...
–Barkley –lo interrumpió.
–A lo mejor Barkley y alguno de sus compañeros armaron una explosión en la entrada del Submundo e intentaron matarnos.
Thomas seguía sin entender por qué Newt se había puesto tan extraño.
–Eso no tiene sentido. ¿Por qué querrían matarnos?
–No lo sé, Tommy. Tal vez solo pensaron que nos íbamos a unir a Jorge y a Brenda para eliminarlos, y que estábamos aquí abajo haciendo planes.
Thomas apoyó la cabeza contra la pared. Newt dio un paso al frente, apretándose contra él.
–Eh... ¿Newt? –exclamó.
–¿Sí? –murmuró él a escasos centímetros de su rostro.
–¿Qué haces? ¿No crees que estás actuando de una manera un poco rara?
Newt se apartó de inmediato, tosiendo suavemente. Thomas temió que la Llamarada ya se estuviera apoderando de él, y que fuera cosa de tiempo para que se convirtiera en un Crank completo o algo parecido. Alargó una mano hacia su amigo, preocupado, pero Newt retrocedió otra vez.
–¿Qué pasa? –le preguntó Thomas.
–Nada. Estoy bien –contestó él–. Lo siento.
–No entiendo –repuso.
–No te preocupes –dijo él–. Solo sigamos adelante.
Entonces pensó en Minho y los demás.
–No, Newt. Mira, tú mismo lo dijiste –afirmó, tratando de insuflar confianza en su voz–. Nadie nos persiguió. Tenemos que regresar y buscar a los otros.
–No estoy seguro de que eso sea lo mejor.
–¿Qué quieres decir?
–Creo que puedo guiarnos por la ciudad y encontrar comida para llevar. ¿Por qué no avanzamos un poco por nuestra cuenta y nos encontramos con los otros arriba, más adelante?
Thomas no estaba dispuesto a discutir semejante propuesta.
–Newt... tenemos que volver. Yo voy a volver –colocó la mano contra la pared para guiarse y comenzó a caminar en la dirección por la que habían venido.
–Tommy, espera –dijo él, corriendo para alcanzarlo–. No estás entendiendo lo que quise decir. Conozco a Minho desde hace mucho más tiempo que tú, y sé que él haría lo mismo en nuestra posición. Debemos seguir adelante nosotros dos solos hasta que podamos reunirnos con ellos arriba. Es nuestra única opción.
–No lo conseguiremos por separados. Aun cuando logremos traspasar la ciudad, y eso ya es decir mucho, quién sabe lo que nos espera después. Tal vez en ese momento necesitemos estar todos juntos.
Reflexionó sobre lo que acababa de decir. ¿Era cierto que a él solo le importaba estar al lado de ellos para tener mejores posibilidades de salvarse? ¿Era en verdad tan indiferente?
–Bueno.
Algo había cambiado en Newt. Parecía menos seguro que el chico que había conocido en el Área. Con menos autoridad.
Durante los minutos que siguieron, ninguno de los dos dijo una sola palabra. Él iba detrás de Newt y, aunque no pudiera verlo, sentía su presencia. Después de varias curvas, apareció un destello a lo lejos, que iba aumentando a medida que se aproximaban.
Resultó ser la luz del sol que se filtraba a través de unos orificios en el techo: secuelas de la explosión. Trozos gigantescos de piedra, pedazos de metal retorcido y cañerías destrozadas bloqueaban el paso hacia las escaleras, y trepar por encima de los escombros podía ser peligroso. Una nube de polvo cubría el lugar y daba la impresión de que los rayos del sol fueran gruesos y estuvieran vivos; parecían motas de polvo bailando como mosquitos. El aire olía a yeso y a quemado.
El camino hacia el depósito de la comida también había quedado bloqueado, pero Newt encontró las dos mochilas que Brenda había preparado antes para ella y para él.
–No parece que hubiera nadie aquí –dijo Newt–. No regresaron. Es posible que Jorge y nuestros amigos hayan descubierto la forma de salir.
Thomas no sabía qué había esperado encontrar, pero al menos esa era una buena noticia.
–No hay cuerpos, ¿verdad? ¿Nadie murió en la explosión?
Newt frunció el ceño.
–Creo que no. No se ve nadie.
Thomas asintió como corroborando la afirmación y aferrándose a ella. Pero no sabía qué hacer a continuación. ¿Habrían ido por los túneles –el Submundo– buscando a los otros Habitantes? ¿Se habrían ido hacia las calles? ¿O habrían vuelto al edificio en donde habían abandonado a Barkley y a sus compañeros? Todas las posibilidades sonaban horribles. Miró a su alrededor como si la respuesta fuera a aparecer por arte de magia.
–Tenemos que caminar por el Submundo –anunció Newt después de un rato prolongado: probablemente él también había estado evaluando las opciones–. Si los otros fueron hacia arriba, que es lo que creo, ya deben estar muy lejos.
–Y si están aquí abajo los encontraremos, ¿no? –preguntó Thomas–. Dijiste que estos túneles a la larga terminan uniéndose.
–Bueno, sí. Eso fue lo que me contó Jorge. De cualquier modo, yo sé que Minho irá hacia el otro lado de la ciudad, hacia las montañas. Caminaremos por abajo hasta que podamos reunirnos todos arriba y continuar el camino juntos.
Thomas le echó una mirada a Newt mientras pensaba. Probablemente, esta era su mejor posibilidad de pasar la fase dos. ¿Qué otra cosa podían hacer?
–Muy bien –repuso–. Vámonos.
Newt torció su boca en una mueca que no supo descifrar, y Thomas recordó el momento que habían pasado juntos en la oscuridad. Cómo había invadido su espacio personal, sus manos apoyadas a los costados de su cabeza, y aquella promesa que le había hecho. Todavía no lograba comprender por qué Newt se había comportado de ese modo con él.
Newt le alcanzó una de las mochilas y luego abrió la otra para ver qué había dentro que pudiera servirles. Sacó una linterna y la encendió. El haz de luz iluminó el polvo mientras enfocaba en distintas direcciones. Finalmente, apuntó hacia delante del extenso túnel que ya habían recorrido dos veces.
–¿Nos vamos? –preguntó Newt.
–Sí –masculló él. Se sentía mal por los otros Habitantes y se preguntó si estaría haciendo lo correcto.
Sin embargo, cuando su amigo empezó a caminar, él lo siguió.

Submundo-NewtmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora