Estaba sentado en una silla. Tendría diez u once años. Y un chico de su misma edad se encontraba delante de él. Aunque tenía un aspecto muy distinto, mucho más joven, era evidente que se trataba de él.
Aris.
Pero ¿cómo era eso posible...?
No había nadie más en la habitación: un lugar oscuro con una sola luz, un tenue cuadrado amarillo en el techo justo encima de ellos.
–Thomas, debes esforzarte un poco más –le dijo. Tenía los brazos cruzados sobre la mesa y, aun siendo tan joven, su apariencia le resultaba muy familiar. Como si lo conociera desde incluso antes.
–Estoy tratando –otra vez era él quien hablaba, pero no era realmente él. Nada tenía sentido.
–Si no podemos hacer esto, es probable que ellos decidan eliminarnos.
Aunque no había dicho quiénes, Thomas comprendió de inmediato que hablaba de CRUEL.
–Lo sé.
Bien. Le dijo Aris dentro de su cabeza. Un truco que todavía lo volvía loco y al que no podía corresponderle. Sigue intentándolo, entonces.
Thomas cerró los ojos y respiró profundamente. Luego se imaginó un inmenso mar negro y vacío, solo interrumpido por la imagen del rostro de Aris. Después, utilizando toda su voluntad, formó las palabras y se las arrojó.
Apestas como una montaña de excrementos.
Aris sonrió y le respondió en la mente.
Sabía que podrías...Thomas despertó en medio de la penumbra, como si lo hubieran colocado en un antiguo aparato de tortura. Sentía que una gran cantidad de clavos se introducía lentamente en su cráneo.
Poco a poco, mientras iba recuperando el conocimiento, fue recordando aquel extraño sueño que había tenido. Parecía muy real como para ser solo eso, por lo que tenía que tratarse de un recuerdo sobre su pasado. Pero ¿por qué Aris estaba ahí con él...? Y esa confianza con la que se hablaban, ¿era posible que hubieran sido amigos antes de ser enviados a sus respectivos Laberintos...? Bueno, eso explicaría por qué podían hablar telepáticamente.
Lanzó un gemido entrecortado. Pensar en eso solo logró aumentar el terrible dolor en su cabeza. Y aunque quería llegar a la verdad, sabía que lo mejor que podía hacer en ese momento era olvidarse del asunto. Ya tendría tiempo para pensar en ello.
–¿Newt? –susurró e intentó estirar la mano para frotar...
No podía mover las manos. Algo las mantenía abajo, algo pegajoso que presionaba las muñecas. Cinta adhesiva. Trató de usar las piernas, pero también estaban atadas. El esfuerzo le envió otra avalancha de dolor a través de la cabeza y el cuerpo. Emitió un quejido débil mientras relajaba los músculos. Se preguntó cuánto tiempo llevaría inconsciente.
–¿Newt? –repitió. No hubo respuesta.
Surgió una luz brillante que lo encandiló.
Apretó los ojos y luego entreabrió uno como para ver algo. Tres personas se encontraban delante de él, pero como la luz venía de atrás, sus rostros estaban en sombras.
–Despiértate, dormilón –dijo una voz ronca. Alguien rió en voz baja.
–¿Quieres un poco más de ese jugo ardiente? –el comentario vino de una mujer. La misma persona volvió a reír.
Thomas se adaptó por fin a la luz y abrió los ojos totalmente. Se hallaba en una silla de madera. Con cinta color gris oscuro, habían amarrado sus muñecas a los brazos de la silla y los tobillos a las patas. Dos hombres y una mujer estaban de pie frente a él: Blondie, Hueso y Coleta.
–¿Por qué simplemente no me liquidaron allá afuera en el callejón? –preguntó Thomas.
–¿Liquidarte? –respondió Blondie. Su voz no había sonado ronca antes. Parecía que había pasado las últimas horas gritando en la pista de baile.
–¿Quiénes crees que somos? ¿Algún tipo de clan mafioso del siglo veinte? Si hubiéramos querido liquidarte, ya estarías muerto y desangrándote en la calle.
–Nosotros no te queremos muerto –interrumpió Coleta–. Eso arruinaría la carne. Nos gusta comernos a las víctimas mientras todavía respiran. Aprovechar todo lo que podamos antes de que se desangren y mueran. No tienes idea de lo jugosa y... dulce que es la carne humana.
Hueso se echó a reír, pero Thomas no sabía si Coleta hablaba en serio. De cualquier forma, estaba aterrado.
–Está bromeando –dijo Blondie–. Solo hemos comido a otros humanos cuando la situación era completamente desesperada. La carne humana parece excremento de cerdo.
Sobrevino otro ataque de risitas de Hueso. No eran sonrisas ni carcajadas. Solo risitas tontas. Thomas no creía que hablaran en serio. Estaba mucho más preocupado porque sus mentes parecían trastornadas.
Blondie sonrió por primera vez desde que Thomas lo había conocido.
–Le gusta bromear. Todavía no estamos tan enfermos. Pero estoy seguro de que hay personas que no tienen muy buen sabor.
Hueso y Coleta asintieron.
Dios mío, no hay duda de que estos tipos están empezando a perder la razón, pensó Thomas. Oyó un gruñido apagado a su derecha y desvió la vista hacia allí.
Newt se encontraba en un rincón de la habitación, atado igual que él. Tenía la boca tapada, lo cual le hizo suponer que tal vez él había ofrecido más pelea antes de quedar inconsciente. Parecía que estaba despertando y, cuando vio a los tres Cranks, comenzó a retorcerse en la silla, lanzando gruñidos a través de la mordaza.
Blondie apuntó hacia él. Su pistola había aparecido mágicamente.
–¡Cierra la boca! ¡Si no te callas, te aplastaré la cabeza contra la pared!
Newt hizo silencio. Thomas supuso que empezaría a llorar o algo parecido, sin embargo eso no ocurrió. De inmediato, se sintió estúpido por haberlo pensado. Él era más fuerte que eso.
Blondie puso la pistola a un costado del cuerpo.
–Mejor. Mi Dios, tendríamos que haberlo matado arriba en cuanto comenzó a aullar. Y a morder –exclamó, mirándose el brazo, donde se veía un hematoma rojo de tamaño considerable.
–El chico está con él –dijo Coleta–. No podemos matarlo aún.
Blondie arrastró una silla desde la pared más lejana y tomó asiento frente a Thomas. Los otros lo imitaron con expresión de alivio, como si hubieran estado horas esperando que les dieran permiso. Blondie apoyó el arma en el muslo apuntando directamente hacia Thomas.
–Muy bien –dijo el hombre–. Tenemos mucho que hablar. No voy a respetar las tonterías de siempre. Si te pones difícil o te niegas a responder o lo que sea, te disparo en una pierna. Después en la otra. A la tercera vez, una bala va a la cara de tu amiguito. Me parece que podría ser en algún lugar justo entre los ojos. Y estoy seguro de que ya adivinaste lo que sucederá la cuarta vez que me hagas enojar.
Thomas asintió. Quería creer que era duro y que podía enfrentar a esos Cranks, pero el sentido común se impuso. Estaba sujeto con cinta adhesiva a una silla, sin armas ni aliados, nada. Aunque en realidad, no tenía nada que esconder. Contestaría todas las preguntas que le hicieran. Pasara lo que pasara, no quería ninguna bala en la pierna, ni mucho menos que mataran a Newt. Y creía que el tipo no estaba mintiendo.
–Primera pregunta –dijo Blondie–. ¿Quién eres y por qué figura tu nombre en todos esos carteles desparramados por toda esta maldita ciudad?
–Me llamo Thomas –repuso y, al instante, Blondie arrugó la cara con irritación. Thomas comprendió su estúpida equivocación y se apresuró a corregirla–. Ustedes ya sabían eso. Bueno, cómo llegué acá es una historia muy rara y dudo que vayan a creerla. Pero les juro que estoy diciendo la verdad.
–¿No viniste en un Berg como todos nosotros? –preguntó Coleta.
–¿Berg? –Thomas no sabía qué quería decir eso, pero solo sacudió la cabeza y continuó el relato–. No. Salimos de un túnel subterráneo a unos cincuenta kilómetros al sur. Antes de eso, atravesamos algo llamado Transportación Plana. Previamente...
–Espera, espera –dijo Blondie levantando la mano–. ¿Una Trans-Plana? Te dispararía en este instante, pero no hay forma de que hayas podido inventar eso ahora.
Thomas frunció el ceño en señal de confusión.
–¿Por qué?
–Serías un estúpido si pretendieras zafar con una mentira tan obvia como esa. ¿Viniste a través de una Trans-Plana? –exclamó. La sorpresa del hombre era evidente.
Thomas observó a los otros Cranks y ambos tenían expresiones de asombro similares en sus rostros.
–Sí. ¿Por qué es tan difícil de creer?
–¿Acaso tienes alguna idea de lo costosa que es la Transportación Plana? Antes de las llamaradas, acababa de ser presentada al público. Solo los gobiernos y los multimillonarios pueden darse el lujo de utilizarla.
Thomas se alzó de hombros.
–Bueno, yo sé que ellos tienen mucho dinero y ese es el nombre que el tipo le dio. Trans-Plana. Una especie de pared gris, que tintinea como el hielo cuando la atraviesas.
–¿Qué tipo? –preguntó Coleta.
Thomas apenas había empezado y ya su mente era un embrollo. ¿Cómo contar una historia como esa?
–Creo que pertenecía a CRUEL. Ellos nos están haciendo pasar por alguna clase de experimento o prueba. Yo tampoco sé todo. A nosotros... nos borraron la memoria. Algunos de mis recuerdos han regresado, pero no todos.
Blondie no demostró ningún tipo de reacción, sólo permaneció ahí sentado observándolo. Casi atravesándolo con la mirada. Al cabo de un rato, habló.
–Yo era abogado. Antes de que las llamaradas y esta enfermedad arrasaran con todo. Puedo reconocer si alguien está mintiendo. Era muy pero muy bueno en mi trabajo.
Curiosamente, Thomas se relajó.
–Entonces sabes que no estoy...
–Sí, lo sé. Quiero escuchar toda la historia. Comienza a hablar.
Thomas así lo hizo. No podía explicar por qué, pero le pareció que era lo mejor que podía hacer. Su instinto le dijo que esos Cranks eran iguales a los demás: enviados a ese sitio para vivir los últimos años horrendos en manos de la Llamarada. Al igual que cualquiera, solo trataban de sacar alguna ventaja o encontrar una salida. Y conocer a un tipo que ocupaba carteles especiales por toda la ciudad era un excelente primer paso. Si Thomas hubiera estado en su lugar, probablemente habría hecho lo mismo. Con un poco de suerte, sin el arma y la cinta adhesiva.
Apenas el día anterior, le había contado a Jorge casi toda la historia y volvió a relatarla en forma bastante similar. El Laberinto, la huida, la residencia. La misión de cruzar el Desierto. Puso gran cuidado en hacer que todo sonara muy importante, destacando especialmente la parte de la cura que los esperaba al final del camino. Dado que habían perdido la oportunidad de recibir ayuda de Jorge para atravesar la ciudad, quizás pudieran continuar con esa gente. También expresó su preocupación por los otros Habitantes, pero cuando les preguntó si los habían visto –o a un grupo grande de chicas– la respuesta fue negativa.
No se extendió demasiado sobre Jorge y Brenda. No quería arriesgarse a exponerlos a alguna clase de peligro. Así que simplemente dio a entender que ellos habían estado con él desde el principio.
Cuando terminó –con el relato del encuentro en el callejón– respiró profundamente y se acomodó en la silla.
–Ahora, por favor, ¿pueden quitarnos la cinta adhesiva?
Un movimiento veloz de la mano de Hueso captó su atención y, al desviar la vista, comprobó que había surgido un cuchillo filoso y brillante.
–¿Te parece bien? –le preguntó a Blondie.
–Claro, por qué no –respondió. Se había mantenido impávido durante todo el relato, sin haber dado señales de que hubiera creído la historia o no.
Hueso se encogió de hombros mientras se ponía de pie y caminaba hacia Thomas. Cuando estaba inclinándose con el cuchillo extendido, una conmoción se desató en el piso superior: golpazos enérgicos en el techo seguidos de un par de aullidos. Luego se escuchó como si un centenar de personas corrieran. Pisadas frenéticas, saltos, más golpes. Más gritos.
–Otro grupo debe haber dado con nuestro escondite –dijo Blondie, poniéndose pálido. Se incorporó y les hizo una seña a los otros dos para que lo acompañaran. Unos segundos después, desaparecieron por unos peldaños que ascendían en las sombras. Una puerta se abrió y se cerró. El caos de arriba continuaba.
La combinación de todos esos sucesos le provocó a Thomas un susto mortal. Miró a Newt, que estaba sentado muy quieto, escuchando. Después de unos segundos, sus ojos se encontraron. Como seguía amordazado, solo atinó a alzar las cejas.
Que los hubieran dejado allí amarrados a unas sillas no le resultaba nada tranquilizador. Ninguno de los Cranks que había conocido esa noche estaba en condiciones de enfrentar a lunáticos como el señor Nariz.
–¿Qué hacemos si allá arriba hay una banda de Cranks totalmente idos? –preguntó.
Newt masculló algo a través de la cinta adhesiva.
Thomas tensó todos sus músculos y empezó a dar saltitos con la silla hacia él. Cuando ya había avanzado casi un metro, el estruendo se interrumpió de improviso. Se quedó inmóvil y levantó la vista hacia el techo.
Durante varios segundos, el silencio fue total. A continuación, se escucharon algunas pisadas que se arrastraban por el piso de arriba. Un golpe fuerte. Uno más. Y después otro. Thomas imaginó que arrojaban cuerpos al suelo.
De pronto, se abrió la puerta al final de los escalones.
Luego, unas zancadas fuertes y pesadas dispararon escaleras abajo. Todo se hallaba en penumbras y, mientras Thomas esperaba ver quién bajaba, un pánico helado paralizó su cuerpo.
Finalmente, alguien avanzó hacia la luz.
Minho. Sucio y cubierto de sangre, con quemaduras en el rostro y un cuchillo en cada mano. Minho.
–Chicos, veo que se encuentran muy cómodos –exclamó.* * * * *
Presiento que me voy a arrepentir de publicar esto ahora sdfghjksdfgh...
Como les dije a algunas, quería terminar de adaptar el libro antes de seguir subiendo los demás capítulos (por si tenía que hacer correcciones y cosas de ese estilo), pero llevo como dos semanas pegada con una condenada escena del final. Así que tal vez la presión me sirva para escribir la mierda de idea que tengo en la cabeza(?
También quería decirles algo más: si están esperando algo muuuuy extremadamente romántico entre Thomas y Newt, no creo que pase. Porque el libro en general no es muy meloso, que digamos. Pero igual tienen sus momentos lindos obviamente, o solo momentos... (las dejaré con la intriga).
Y mantengo lo del principio, Teresa no existe en la historia.
ESTÁS LEYENDO
Submundo-Newtmas
Fanfiction«Pase lo que pase, aun si tenemos que ir solos, llegaremos hasta el final» ¿Y si hubiese sido Newt quien acompañase y guiase a Thomas a través del Submundo, y no Brenda...? Desde hace tiempo que tenía rondando esta idea por la cabeza, y el otro día...