El impacto arrojó a Thomas hacia atrás. Dio un giro y se derrumbó de frente, estrellándose la nariz contra el suelo. En medio del dolor y del zumbido sordo de los oídos, alcanzó a escuchar otro disparo, seguido de resoplidos, golpes y sonidos metálicos.
Rodó sobre la espalda con la mano haciendo presión en el lugar donde había recibido el impacto y juntó valor para observar la herida. El repiqueteo en los oídos aumentaba y pudo percibir apenas, por el rabillo del ojo, que Blondie había sido derribado. Alguien le estaba dando una buena paliza.
Minho.
Finalmente, Thomas contempló el daño. Lo que vio le aceleró el corazón.
Un pequeño orificio en la camisa revelaba una sustancia roja y viscosa justo en la parte carnosa encima de la axila. La sangre brotaba de la herida, que le dolía terriblemente. Si él había pensado que el dolor de cabeza que había sufrido allá abajo había sido intolerable, esto era como tres o cuatro veces peor. Y se estaba extendiendo al resto del cuerpo.
Newt ya se encontraba a su lado y lo miraba con preocupación.
–Me disparó –exclamó Thomas sin pensarlo. Esa frase encabezaba la lista de las cosas más tontas que había dicho en toda su vida. El dolor era como ganchos de metal vivientes que se deslizaban por sus tripas y lo pinchaban y arañaban con sus puntas filosas. Sintió que su mente se oscurecía por segunda vez en el día.
Alguien le alcanzó una camisa a Newt, quien la apretó con fuerza contra la herida. La presión envió otra oleada de agonía en su interior. Lanzó un aullido, sin importarle cuán cobarde pudiera parecer. Nunca había sufrido tanto. El mundo que lo rodeaba se fue desvaneciendo.
Quiero desmayarme, se rogó a sí mismo. Por favor, que el dolor desaparezca.
Otra vez percibió voces que venían desde lejos, igual que había sentido la suya en la pista de baile después de que lo drogaran.
–Yo puedo sacar esa porquería de adentro de su cuerpo –de todos, ese tenía que ser Jorge–. Pero necesito fuego.
–No podemos hacer eso aquí –dijo Newt.
–Shuck. Larguémonos de esta maldita ciudad –Minho, sin lugar a dudas.
–Está bien. Ayúdenme a cargarlo –ni idea.
Varias manos lo sujetaron de abajo y aferraron sus piernas. Dolor. Alguien dijo algo acerca de contar hasta tres. El sufrimiento era realmente intenso. Uno. Dos. Auch. ¡Tres!
Lo izaron hacia el cielo y el dolor volvió a explotar limpio y descarnado.
Después, su deseo de perder la conciencia se hizo realidad y la oscuridad extendió un manto negro sobre sus preocupaciones.Se despertó con la mente en medio de la bruma.
La luz lo encegueció. No podía abrir los ojos. Su cuerpo se zarandeaba de un lado a otro a tropezones, y las manos seguían sosteniéndolo con fuerza. Escuchó el sonido de una respiración fuerte y agitada, y de pies que golpeaban contra el pavimento. Alguien gritó, pero él no logró entender las palabras. A la distancia, se oían los aullidos dementes de algunos Cranks. Parecían bastante cercanos; debían estar persiguiéndolos.
Calor. El aire era calcinante.
Su hombro ardía. El dolor lo asaltó como una serie de explosiones tóxicas, y se refugió en la oscuridad una vez más.Entreabrió los ojos.
Esta vez, la luz era mucho menos intensa: el resplandor dorado del atardecer. Estaba acostado de espaldas sobre el suelo duro. Tenía una piedra clavada en la columna, pero eso le pareció el paraíso comparado con la herida del hombro. Había gente susurrando a su alrededor.
Los aullidos siniestros de los Cranks sonaban más distantes. Arriba de él, no vio más que cielo y ningún edificio. La punzada en el hombro. Ay, qué dolor.
Una fogata chisporroteaba en las cercanías. Sintió el calor flotando por su cuerpo: el viento caliente atravesaba el aire abrasador.
Alguien dijo: "Es mejor que le sujetes los brazos y las piernas".
Aunque su conciencia seguía suspendida en una nebulosa, esas palabras no le sonaron bien.
Un destello de luz plateada cruzó su visión, ¿el reflejo del crepúsculo en... un cuchillo? ¿El metal estaba al rojo vivo?
–Esto va a doler terriblemente –no sabía quién había pronunciado esa frase.
Escuchó el silbido antes de que un millón de toneladas de dinamita estallaran en su hombro.
Su mente se despidió por tercera vez.Sintió que había pasado un largo período de tiempo. Cuando abrió nuevamente los ojos, el cielo nocturno estaba lleno de estrellas que brillaban como alfileres de luz.
El dolor agudo de antes había cambiado de forma. En cierto modo, se sentía peor. Una especie de enfermedad se arrastraba sigilosamente por su organismo: una podredumbre lacerante que lo consumía. Un malestar nauseabundo corroía su interior, como gusanos retorciéndose por sus venas y por los intersticios de sus huesos y entre los músculos.
Sentía dolor, pero ahora era más bien un gran malestar. Crudo y profundo. El estómago estaba inestable y emitía gorgoteos constantes. Tenía fuego en las venas.
No sabía cómo, pero estaba seguro de que algo andaba mal.
Cuando la palabra infección surgió en su mente, ya no se fue más.
El sueño lo envolvió.
Thomas se despertó con el amanecer. Notó en la piel el aire fresco de esa hora tan temprana: un instante fugaz de placer.
Luego recuperó la plena conciencia del dolor punzante que consumía su cuerpo y se demoraba en cada molécula. Ya no tenía nada que ver con el hombro ni con la herida de bala. Algo terrible ocurría en todo su organismo.
Infección. Otra vez esa palabra.
No sabía cómo haría para sobrevivir los próximos cinco minutos. O la próxima hora. ¿Cómo se las arreglaría para aguantar un día entero? ¿Y después dormir y comenzar todo otra vez? La desesperación arrasó con él, dejando un vacío enorme que amenazaba con atraerlo hacia un abismo sin fin. Lo invadió una corriente de pánico y locura. Y siempre seguía ahí el dolor, tiñéndolo todo.
A partir de ese momento, las cosas se volvieron extrañas.
Los otros lo escucharon antes que él. De repente, Minho y todos los demás se hallaban en medio del caos. Buscaban algo, observaban el cielo. ¿El cielo? ¿Por qué harían eso?
Alguien –Jorge, pensó– lanzó la palabra Berg.
Entonces Thomas lo oyó. Un zumbido intenso acompañado de golpes tremendos. Antes de que lograra averiguar qué estaba sucediendo, el sonido se había vuelto tan fuerte que le parecía tenerlo dentro del cerebro, haciéndole vibrar la mandíbula y los tímpanos, deslizándose por la columna vertebral. Un martilleo firme y constante, como producido por el tambor más grande del mundo. Y detrás de todo eso, el zumbido estruendoso de maquinaria pesada. Cuando se levantó el viento, Thomas se alarmó pensando que se desataría otra vez una tormenta, pero el cielo estaba totalmente despejado. No se veía ni una nube.
El ruido empeoró el dolor, y notó que comenzaba a debilitarse. Como estaba desesperado por conocer el origen de los sonidos, se obligó a mantenerse despierto. Minho gritó algo mientras señalaba hacia el norte. Thomas se sentía muy dolorido como para darse vuelta y mirar. Una ráfaga de viento pasó violentamente a su lado, rasgándole la ropa y levantando nubes de polvo que opacaron el aire.
El miedo se apoderó de Thomas. Vio a dos personas vestidas de la manera más extraña del mundo: un overol holgado de color verde oscuro, con letras escritas en el pecho que él no alcanzaba a leer. Tenían el rostro cubierto con lentes protectores. No, en realidad no eran lentes sino una especie de máscaras de gas, que les conferían un aspecto siniestro e inhumano. Parecían seres malignos, como gigantescos y dementes insectos envueltos en plástico, que se alimentaban de seres humanos.
Uno de ellos sujetó las piernas de Thomas por los tobillos. El otro colocó las manos debajo de él y lo tomó de las axilas. Cuando lo elevaron por el aire, el dolor se diseminó por su cuerpo y lanzó un gemido. A pesar de que ya se había acostumbrado al sufrimiento, eso resultaba mucho peor. El padecimiento era demasiado como para ofrecer pelea, y se relajó.
Poco después, ya estaban en movimiento y lo trasladaban hacia algún lugar. En ese instante, los ojos de Thomas lograron enfocar lo suficiente como para distinguir las letras que llevaban escritas en el pecho.
CRUEL.
El abismo amenazó con arrancarlo de nuevo y él se dejó ir. Pero esta vez, el dolor se fue con él.
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Submundo-Newtmas
Fanfiction«Pase lo que pase, aun si tenemos que ir solos, llegaremos hasta el final» ¿Y si hubiese sido Newt quien acompañase y guiase a Thomas a través del Submundo, y no Brenda...? Desde hace tiempo que tenía rondando esta idea por la cabeza, y el otro día...