Cap. 3

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El Submundo era un lugar tenebroso, donde reinaban el frío y la humedad. Thomas casi hubiera preferido la oscuridad total a contemplar lo que había a su alrededor. Las paredes y el piso eran de concreto pintado de color gris pálido, y de los muros goteaban hilos de agua. Había puertas ubicadas a tres metros unas de otras, pero cuando intentó abrirlas, descubrió que estaban cerradas. En el techo, una capa de polvo cubría los largos y oscuros artefactos de iluminación. Al menos la mitad estaban rotos: eran solo trozos irregulares de vidrio atornillados en agujeros oxidados.
En general, el sitio parecía un sepulcro embrujado. El Submundo era un nombre que le quedaba muy bien. Lo primero que Thomas se preguntó fue para qué habrían construido esa estructura subterránea. ¿Qué trabajos se habrían llevado a cabo dentro de esos pasillos y oficinas? ¿Serían pasadizos entre las distintas edificaciones para los días de lluvia? ¿O rutas de emergencia? ¿Tal vez vías de escape para situaciones como gigantescas llamaradas solares o ataques de lunáticos?
Sin hablar mucho, marcharon por los túneles doblando a veces a la izquierda y otras hacia la derecha ante los cruces y las bifurcaciones. Su cuerpo pronto consumió toda la energía recuperada con el reciente atracón. Después de caminar durante lo que parecieron varias horas, logró convencer a Newt de hacer una pausa para comer.
–Yo doy por sentado que sabes hacia dónde nos dirigimos –observó Thomas una vez que arrancaron de nuevo. Todos los lugares por donde pasaban le resultaban exactamente iguales: grises, monótonos y oscuros. Polvorientos, cuando no mojados. El silencio de los túneles solo se veía quebrado por el goteo distante de agua y el roce de sus ropas. Sus pisadas eran golpes sordos en el concreto.
–Eh... Sí. Eso creo.
–¿Cómo que eso crees? ¿Sabes o no sabes?
–Lógicamente no estoy seguro, pero sí, creo que lo sé. Es como caminar a través de los edificios en lugar de sortearlos.
Thomas no dijo nada más.
Prosiguieron la travesía: un largo túnel después de otro, una curva después de la otra. El paso lento pero seguro hizo que Thomas apartara sus pensamientos de Newt y aquel incómodo momento de hace unas horas atrás y comenzara a sentirse mucho mejor que en los últimos días. Su mente se dispersó y entró en un estado de semiaturdimiento. Se acordó del Laberinto, de sus recuerdos borrosos y de Chuck.
Especialmente de él.
Por fin entraron en un salón amplio, con varias salidas a izquierda y derecha, más de las que había visto anteriormente. Parecía ser un lugar de encuentro, donde confluían los túneles de todos los edificios.
–Este debe ser el centro de la ciudad o algo por el estilo –comentó.
Newt se detuvo para descansar. Thomas casi se había olvidado de la persistente lesión en el tobillo de su amigo. Se sentó en el suelo con la espalda contra la pared, y Thomas se acomodó a su lado.
–Es lo mismo que estaba pensando –contestó él–. Ya debemos haber atravesado la mitad del camino hacia el otro lado de la ciudad.
A Thomas le gustó el sonido de ese comentario pero detestaba pensar en los otros. Minho, Sartén, todos los Habitantes. ¿Dónde se hallaban? Se sentía un garlopo por no regresar al edificio donde conocieron a Jorge para comprobar que no los tuvieran secuestrados aquellos lunáticos. Pero, si Newt estuviera en lo cierto y Minho y los demás hubiesen seguido adelante, ¿habrían logrado salir de la ciudad sanos y salvos?
Un fuerte estallido, como la explosión de un foco de vidrio, lo sobresaltó.
De inmediato, Newt enfocó la luz en la dirección por la que habían venido, pero el pasadizo se perdía vacío en las sombras, solo interrumpido por unos pocos hilos siniestros de agua en las paredes, negro sobre gris.
–¿Qué fue eso? –susurró Thomas.
–Tal vez una luz vieja que estalló –respondió, sin denotar preocupación en la voz. Apoyó la linterna en el piso para iluminar la pared opuesta.
–¿Por qué una vieja luz habría de romperse de manera espontánea?
–¿Una rata, quizás?
–Newt, yo no vi ninguna rata. Además, ¿cómo haría para caminar por el techo?
Newt apretó los labios en una sola línea, pensativo.
–Bueno, larguémonos de aquí –dijo.
Otro estallido más y, después, el tintineo de vidrios golpeando contra el suelo. Esta vez, Thomas estaba seguro de que había venido desde atrás de ellos. Alguien tenía que estar siguiéndolos. Y no podían ser los Habitantes: eran personas que querían ponerlos nerviosos. Asustarlos.
Los ojos inundados de ansiedad de Newt se encontraron con los de él.
–Levántate –susurró.
Ambos se pusieron de pie al mismo tiempo y aseguraron las mochilas sin hacer ruido. Newt apuntó nuevamente el haz de luz por donde habían venido. No había nada.
–¿Vamos a investigar? –preguntó en voz baja. En el silencio del túnel, el susurro sonó demasiado fuerte. Si alguien se encontraba cerca, podría oír cada una de sus palabras.
–¿Investigar? –Thomas pensó que esa era la peor idea que había escuchado en años–. No. Tenemos que largarnos de aquí como dijiste.
–Tommy, no podemos dejar que quien sea que ande por ahí siga detrás de nosotros. ¿Y si reúne a algunos de sus compañeros y nos tienden una emboscada? Es mejor encargarnos de esto ahora.
Thomas sujetó la mano de Newt que sostenía la linterna y la apuntó al suelo. Luego se acercó hacia él y le murmuró al oído.
–Podría ser una trampa. No había vidrios en el piso del túnel, tienen que haber roto una de las luces. ¿Por qué alguien haría algo así, Newt? Están tratando de hacernos regresar.
Su amigo rebatió su afirmación.
–Pero si tienen gente suficiente para atacarnos, ¿por qué querrían tendernos una trampa? ¿Por qué no venir y acabar con nosotros de una vez?
Thomas reflexionó sobre eso. Newt tenía razón.
–Bueno, no podemos quedarnos aquí sentados todo el día hablando del tema. ¿Qué hacemos?
–Vayamos... –Newt había comenzado a levantar la linterna mientras hablaba, pero se interrumpió de golpe con los ojos llenos de terror.
Thomas giró la cabeza para contemplar qué había causado esa expresión.
Delante de ellos, justo donde terminaba el haz de luz de la linterna, había un hombre.
Era como una aparición, había algo sobrenatural en él. Se inclinó hacia la derecha y su pierna izquierda se sacudió levemente como si tuviera un tic nervioso. El brazo izquierdo también se retorció mientras la mano se abría y cerraba. Vestía un traje oscuro que, probablemente, alguna vez habría sido de buena calidad, pero ahora estaba sucio y andrajoso. Ambas rodillas se hallaban mojadas por el agua o algún líquido más repugnante.
Thomas registró todos esos datos en un instante, pero su atención se había concentrado en la cabeza del hombre. No podía dejar de mirarla atentamente, como hipnotizado. Parecía que le hubieran arrancado el pelo del cuero cabelludo, que se veía cubierto de costras sangrientas. El rostro pálido y húmedo estaba lleno de llagas y cicatrices. Le faltaba un ojo y tenía una masa roja y gomosa en su lugar. Tampoco tenía nariz y Thomas pudo ver las huellas de las fosas nasales en el cráneo, debajo de la piel destrozada.
Y la boca: los labios estirados hacia atrás en una mueca salvaje y demente revelaban unos dientes blancos relucientes, apretados entre sí. El ojo sano tenía una expresión feroz con un dejo de odio, evidente por la forma rápida en que se movía de Newt a Thomas.
Después, el hombre masculló algo con una voz gangosa que los hizo estremecer. Dijo solo unas pocas palabras, pero eran tan absurdas y fuera de lugar que hicieron que toda la situación se volviera mucho más espeluznante.
–Beatriz se llevó mi nariz, en un desliz.

Submundo-NewtmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora