Cap. 9

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Los minutos siguientes transcurrieron en una nebulosa de asombro que envolvió todos sus sentidos.
La declaración de bienvenida había impactado a Thomas, pero antes de que pudiera responder, el hombre del pelo largo prácticamente los empujó a él y a Newt hacia adentro. Después comenzó a guiarlos a través de una multitud compacta de cuerpos danzantes, que giraban, saltaban y se abrazaban. La música era ensordecedora. Cada golpe de la batería era como un martillazo en la cabeza. Varias linternas colgaban del cielo raso balanceándose de un lado a otro. La gente les daba manotazos y enviaba haces de luz por toda la habitación.
Mientras avanzaban lentamente por entre los bailarines, Melena se inclinó y le habló a Thomas, quien apenas pudo escuchar lo que decía, a pesar de que estaba gritando.
–¡Gracias a Dios que tenemos baterías! ¡La vida será muy distinta cuando se acaben!
–¿Cómo sabías mi nombre? –le respondió a gritos–. ¿Por qué me estaban esperando?
El hombre rio.
–¡Te vigilamos toda la noche! Y esta mañana, a través de una ventana, pudimos ver tu reacción ante el cartel. ¡Entonces dedujimos que debías ser el famoso Thomas!
Newt aferraba con una mano el brazo de Thomas, probablemente para que no pudieran separarse. Pero cuando escuchó eso, lo apretó con más fuerza.
Thomas miró hacia atrás y vio a Blondie y a sus dos amigos pegados a sus talones. Había guardado el arma, sin embargo él sabía que podría volver a sacarla en cualquier momento.
La música atronaba. El bajo hacía vibrar toda la habitación. La gente bailaba y brincaba alrededor de ellos mientras las espadas de luz se entrecruzaban en el aire negro. Los Cranks brillaban por la transpiración y todo ese calor corporal convertía el lugar en un fuego desagradable e incómodo.
Al llegar al centro del salón, Melena se detuvo, giró hacia ellos y los encaró, haciendo ondear su extraña cabellera blanca.
–¡Realmente deseamos que se unan a nosotros! –dijo, levantando la voz–. ¡Debes tener algo especial! ¡Te protegeremos de los Cranks malos!
Thomas estaba feliz de que no supieran más. Después de todo, tal vez las cosas no serían tan terribles. Si les seguía el juego y fingía ser un Crank especial, quizás él y Newt lograrían encontrar el momento justo para huir sin que los demás lo notaran.
–¡Voy a conseguirles algo de tomar! –exclamó Melena–. ¡Diviértanse! –y se escabulló en medio de las contorsiones de la densa multitud.
Cuando Thomas se dio vuelta, vio que Blondie y sus dos amigos seguían ahí sin bailar, solo mirando. Coleta le hizo un saludo con la mano. Thomas la ignoró y dio unas vueltas hasta que quedó frente a Newt. Era necesario que hablaran.
Como si él pudiera leerle la mente, levantó una mano y la apoyó sobre su pecho, llevándolo unos metros más lejos para tener mayor privacidad. Una vez que estuvieron lejos del resto de la gente, Newt se acercó a su oído.
–Shuck. No puedo creer que nos hayamos metido en esta situación.
Thomas solo atinó a asentir con la cabeza. Estaban tan apretados que podía sentir el calor de él a través de la ropa húmeda.
–Hace una hora nunca hubiera llegado a imaginarme algo como esto –dijo finalmente, hablando a pocos centímetros del rostro de su amigo.
La música cambió y se transformó en algo más oscuro e inquietante. El ritmo disminuyó un poco y la batería se puso más intensa. Thomas no entendía la letra de la canción: la cantante parecía lamentarse sobre una tragedia horrible, gimiendo con voz aguda y llena de tristeza.
–Tal vez deberíamos quedarnos un rato con esta gente –dijo Newt.
–¿Qué estás diciendo? ¿Tan pronto te das por vencido? –preguntó sorprendido–. ¿Qué pasa con todo ese plopus tuyo sobre nunca rendirse?
–No es eso. Es solo que me estoy cansando de luchar.
–Maldición, Newt, no te des por vencido ahora. La única opción que tenemos es llegar al refugio. Existe una cura para esto.
Él sacudió levemente la cabeza.
–Si hubiera una cura, ¿por qué habrían preparado todo esto? ¿Para qué proceder a una fase dos? No tiene sentido seguir engañándonos a nosotros mismos cuando...
–Basta, ya no sigas –lo cortó Thomas–. Estás diciendo tonterías –afirmó, y luego hizo una pausa. Tenía sus propias dudas, por supuesto, pero no quería desalentarlo–. La cura es real. Tenemos que...
Se detuvo, echó un vistazo a Blondie, quien continuaba con los ojos fijos en ellos. No era probable que el tipo pudiera oírlos a tanta distancia, pero era mejor prevenir que curar. Thomas se inclinó para hablar directamente al oído de Newt.
–Tenemos que largarnos de aquí. ¿O me vas a decir que quieres quedarte con gente que te apunta con armas y destornilladores?
Newt bajó la mirada.
–No entiendes. Este lugar, CRUEL, la Llamarada... Empiezo a entender por qué Alby se dejó matar por los Penitentes allá en el Laberinto. Es como si todo estuviera yendo cuesta abajo.
Antes de que él pudiera responder, Melena estaba de vuelta con una copa en cada mano. El líquido pardusco que había en el interior se agitaba con los golpes que recibía de los que bailaban.
–¡A beber se ha dicho! –exclamó.
En ese momento, algo se despertó dentro de Thomas. De pronto, aceptar un trago de esos desconocidos le pareció muy mala idea. Todo lo que tenía que ver con ese lugar y esa situación se había vuelto cada vez más desagradable.
Sin embargo, Newt ya se había estirado para tomar la bebida.
–¡No! –gritó Thomas sin pensarlo, y después se apresuró a arreglar el error–. Quiero decir, no. No creo que debamos beber eso. Hace mucho que no tomamos agua. Claro. Necesitamos agua primero. Nosotros, hum, solo queremos conversar y bailar un rato.
Trató de actuar en forma natural, pero se moría de vergüenza por dentro, pues sabía que sonaba como un idiota.
Un objeto duro y pequeño estaba apoyado firmemente en su costado. No tenía que darse vuelta para ver qué era: el arma de Blondie.
–Les ofrecí una bebida –volvió a decir Melena. Cualquier indicio de amabilidad ya se había borrado de su rostro tatuado–. Sería muy grosero rechazar semejante ofrecimiento.
Les extendió las copas una vez más.
El terror se apoderó de Thomas. Todas las dudas desaparecieron. Había algo raro en las bebidas.
Blondie presionó la pistola con más fuerza.
–Voy a contar hasta uno –le dijo en el oído–. Solo uno.
Thomas no lo pensó más. Se estiró y tomó la copa, echó el líquido en su boca y lo tragó todo de una vez. Ardía como el fuego y, mientras descendía por su cuerpo, le quemó el pecho y la garganta. Al instante, comenzó a sacudirse con una tos violenta.
–Es tu turno –dijo Melena, alcanzándole la otra copa a Newt.
Él miró a Thomas, luego la tomó y bebió. No pareció inmutarse en lo más mínimo. Solo apretó un poco los ojos mientras tragaba.
Melena tenía una gran sonrisa en el rostro cuando recibió las copas vacías.
–¡Perfecto! ¡Pueden seguir divirtiéndose! ¡Pero no se alejen mucho esta vez!
Thomas ya sentía algo raro en las tripas. Una calidez hipnótica, que le produjo una sensación de serenidad, creció y se extendió por todo su cuerpo.
–¿Qué crees que nos dieron? –preguntó, sintiendo más que escuchando la forma en que se arrastraba su voz.
–No lo sé –dijo él. Apenas alcanzó a oírlo por el ruido de la música–. Alguna droga. Me está haciendo cosas raras.
Exacto, pensó Thomas. Algo raro. La habitación había empezado a dar vueltas a su alrededor, mucho más rápido que los giros que daban las demás personas junto a ellos, cuyos rostros parecían estirarse al reír y las bocas eran profundos agujeros negros. La música se volvió más lenta y pesada. La voz de la canción se hizo más profunda y se alargó interminablemente.
Newt se acercó un poco más y apoyó sus manos en los hombros de él. Lo miró fijamente a pesar de que sus ojos parecían moverse. Todo lo que los rodeaba se fue desdibujando en la penumbra. Se dio cuenta de que su mente se estaba apagando.
–Quizás sea mejor así –dijo Newt. Sus palabras no encajan en sus labios. Su rostro se movía en círculos delante de él, como separado del cuello–. Tal vez podamos quedarnos aquí, con estos Cranks, hasta que estemos más allá del final... Y entonces podrás matarme.
El solo imaginar aquella situación le produjo escalofríos. Thomas nunca había visto a Newt en ese estado. Su amigo parecía totalmente indefenso y, al contemplarlo, lo invadió una oleada de desesperación.
El mundo del Laberinto parecía haber sucedido hacía una eternidad. En esa época, Newt siempre había sido el más tranquilo y sereno de todos, la voz de la razón, y ahí estaba ahora, diciendo una sarta de incoherencias que no eran propias de él.
Thomas no pudo seguir soportándolo por más tiempo. Agarró la camisa de Newt con un puño y lo acercó bruscamente a su rostro, mirándolo fijamente a los ojos.
–¡Ya cállate! –gritó–. ¡Te hice una promesa en el Submundo, ¿te acuerdas?! Pase lo que pase, aun si tenemos que ir solos, llegaremos hasta el final –lo citó.
–Tommy... –susurró Newt. Tenía los ojos inundados de lágrimas.
–Tenemos que irnos de aquí y seguir nuestro camino hacia el refugio –dijo Thomas, haciendo un esfuerzo por enfocar la mirada–. Así que si no quieres hacerlo por ti, entonces hazlo por mí... porque no podría lograrlo solo.
Soltó la camisa de su amigo lentamente y esperó por su respuesta. Pero lo que le dijo no tenía sentido alguno.
–Te mentí.
–¿Qué? ¿De qué hablas?
Newt enterró sus dedos en la piel de él.
–Sí que tenía algo que decirte antes de la explosión. Y quise contártelo después también, pero no hallé el momento adecuado.
–¿Qué era, entonces?
Los dedos de Newt se deslizaron por la piel de Thomas hasta llegar a su nuca, donde se perdieron entre los mechones de su cabello.
–Todavía no te has dado cuenta, ¿verdad? –sonrió de manera escalofriante y perturbadora, consumido por lo que fuera que tuviera esa bebida que les dieron–. Estoy enamorado de ti, Tommy. Siempre he estado enamorado de ti.
El corazón de Thomas se detuvo al escuchar esas palabras, y todo le pareció venirse abajo, encima de él. Era como una horrible pesadilla que nunca llegaba a su fin. ¿Newt... enamorado de él?
No sabía qué decirle. Ni siquiera sabía qué sentir sobre lo que su amigo acababa de confesarle.
De pronto, Newt comenzó a atraerlo hacia él para besarlo.
–No, Newt –le dijo, pero su voz parecía estar a miles de kilómetros de distancia, como si viniera de un túnel interminable, y Newt no parecía escucharlo. O no tenía intenciones de hacerle caso. Antes de que se besaran, interpuso sus manos entre el cuerpo de él y el suyo y lo empujó lejos, haciéndolo tambalear–. ¡No!
Newt se quedó observándolo con una expresión herida en la cara. Esa cara que se movía y se volvía borrosa.
–¿Por qué? –preguntó, dejando caer sus manos a los costados de su cuerpo.
La oscuridad ya había invadido a Thomas por completo.
–Porque yo no te amo –la voz sonó distante, como un eco–. Y nunca podría haber nada entre nosotros.
Después él se desvaneció y la mente de Thomas también.

*     *     *     *     *
Un minuto de silencio.
-pasa el minuto-
Ni siquiera en la "ficción" Newt va a salir de la friendzone.

Submundo-NewtmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora