Cap. 7

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Una pesadilla lo despertó. Soñó que veía a Minho y a los demás Habitantes acorralados por una banda de Cranks muy idos. Con cuchillos. Furiosos. La primera sangre derramada lo hizo incorporarse de un salto.
Asustado ante la posibilidad de que hubiera gritado o dicho algo, Thomas miró a su alrededor. La cabina del camión se hallaba todavía en penumbras. Apenas alcanzaba a distinguir a Newt y no podía afirmar si tenía los ojos abiertos. Pero luego él habló.
–¿Una pesadilla?
Thomas se calmó y cerró los ojos.
–Sí. No puedo dejar de pensar en los otros. Detesto que hayamos tenido que separarnos.
–Lo siento otra vez, Tommy. En serio –repuso, acomodándose en el asiento–. Pero no creo que haya de qué preocuparnos. Esos shanks son muy valientes. Y, de cualquier modo, recuerda que van acompañados de Jorge y Brenda. Ellos se encargarán de guiarlos a través de la ciudad sin problemas.
–Ya lo sé –respondió. Echó un vistazo a su reloj luminoso–. Todavía faltan varias horas para que salga el sol.
–Lo que significa que aún podemos dormir un poco más.
Antes de que Newt se diera la vuelta, Thomas volvió a hablar.
–Espera. Hay algo que me ha estado dando vueltas en la cabeza –le dijo.
–¿Qué?
–¿Qué es lo que querías decirme en el depósito, segundos previos a la explosión?
Newt se removió en el asiento, repentinamente incómodo.
–No me acuerdo. Seguro que no era nada importante –contestó finalmente.
Thomas percibió cómo sus ojos huían de los de él, y supo enseguida que estaba mintiendo. Recordaba perfectamente que Newt le había dicho que quería decirle algo. No podía ser una simple banalidad. Pero tampoco iba a presionarlo a hablar si él no quería hacerlo, así que lo dejó pasar.
–Vuelve a dormir. Necesitamos descansar –le indicó Newt.
–Ajá –balbuceó Thomas.
Se puso cómodo y se esforzó por dormir, pero le llevó mucho tiempo caer rendido. Y soñó.

Otra vez era más grande, tendría unos catorce años. Estaba arrodillado en el suelo, con una oreja apoyada contra una puerta entreabierta, escuchando a escondidas. Adentro, una mujer y un hombre hablaban, y Thomas podía escucharlos bastante bien.
El hombre habló primero.
–¿Conseguiste los agregados para la lista de las Variables?
–Anoche –respondió la mujer–. Me gusta lo que Trent añadió para el final de las pruebas del Laberinto. Es brutal, pero es necesario que suceda. Debería crear algunos paradigmas interesantes.
–Absolutamente. Lo mismo ocurre con la situación de la traición, si alguna vez hay que llevarla a cabo.
La mujer hizo un ruido que debió ser una risa pero sonó contenido y sin gracia.
–Sí, yo pensé lo mismo. Quiero decir, Dios mío, ¿cuánto podrán aguantar estos chicos antes de volverse locos?
–Y no solo eso, además es muy arriesgado. ¿Y si él muere? Todos estamos de acuerdo en que para ese momento seguramente él será uno de los Candidatos más importantes.
–No morirá. No dejaremos que eso ocurra.
–Aun así. No somos Dios. Podría morir.
Se hizo una pausa prolongada. Después el hombre continuó.
–Tal vez no haya que llegar a tanto. Pero lo dudo. Los psicólogos dicen que eso será una gran estimulación para muchos de los paradigmas que necesitamos.
–Bueno, en algo así hay mucha emoción involucrada –respondió la mujer–. Y, según Trent, son algunos de los patrones más difíciles de crear. Me parece que el plan para esas Variables es prácticamente lo único que va a funcionar.
–¿Realmente consideras que las Pruebas van a dar resultado? –preguntó el hombre–. Te lo digo en serio, la escala y la logística de esto son impresionantes. ¡Piensa en todo lo que podría salir mal!
–Tienes razón, podría. Pero ¿qué otra alternativa queda? Hay que intentarlo y, si falla, estaremos en el mismo lugar que si no hubiéramos hecho nada.
–Supongo que sí.
Thomas supo que era hora de irse, pero se inclinó hacia adentro para ver si podía captar una o dos frases finales. Lo logró. La mujer fue la que habló.
–Qué lástima que nunca lleguemos a ver el final de las Pruebas.
–Tienes razón –contestó el hombre–. Pero el futuro nos estará agradecido.

La segunda vez, fueron las primeras luces violetas del amanecer las que despertaron a Thomas. No recordaba haberse movido ni una sola vez desde que se había quedado dormido después de la charla nocturna con Newt, ni siquiera después del sueño.
El sueño. Había sido el más extraño de todos. Ya se estaban desvaneciendo muchas de las cosas que allí se habían dicho; resultaban muy difíciles de comprender y de encajar en las piezas de su pasado, que muy lentamente comenzaban a unirse otra vez. Se permitió tener un poco de esperanza de que tal vez él no hubiera tenido tanto que ver con las Pruebas como había empezado a creer. Aunque no había entendido demasiado el sueño, el hecho de que él hubiera estado espiando significaba que no había participado en todos los aspectos de las Pruebas.
¿Pero cuál podría ser el objetivo de todo esto? ¿Por qué el futuro tendría que estar agradecido con esas personas?
Se frotó los ojos, se estiró y luego echó una mirada a Newt, que tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta, mientras su pecho se movía suavemente al compás de su respiración. A pesar de que sentía su cuerpo más rígido que el día anterior, el sueño tranquilo había provocado maravillas en su espíritu. Se sentía como nuevo. Algo perplejo y aturdido por el sueño, pero lleno de energía al fin.
Se estiró una vez más y, cuando estaba dando un largo bostezo, distinguió algo en el muro del callejón. Una gran placa de metal clavada a la pared. Un cartel que le resultó muy familiar.
Salió del vehículo y se dirigió hacia él. Era prácticamente idéntico al cartel del Laberinto que decía CASTÁSTROFE Y RUINA UNIVERSAL: EXPERIMENTO LETAL. El mismo metal opaco, los mismos caracteres. Sin embargo, este llevaba una inscripción muy diferente. Se quedó mirándolo atentamente durante más de cinco minutos, sin poder moverse.
Decía:
Thomas, tú eres el verdadero líder.

Submundo-NewtmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora