Cap. 14

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Las personas misteriosas cumplieron su palabra.
La siguiente vez que Thomas despertó estaba colgando en el aire, amarrado con fuerza a una camilla de lona con manijas, que se balanceaba de un lado a otro. Descendía de un objeto enorme, sostenido por una larga cuerda atada a un aro de metal azul, siempre rodeado de la misma explosión de zumbidos y golpes que había escuchado cuando habían venido a buscarlo. Aterrorizado, se aferró a los costados de la camilla.
Finalmente, sintió una sacudida leve y un millón de caras surgieron a su alrededor. Minho, Newt, Jorge, Brenda, Sartén y los demás Habitantes. La soga que lo sujetaba se desenganchó y se elevó por el aire. Luego, casi instantáneamente, la nave que lo había traído dio media vuelta y desapareció entre los rayos del sol, justo encima de sus cabezas. Los ruidos de los motores fueron disminuyendo y pronto se perdieron en la distancia.
Al instante, todos empezaron a hablar al mismo tiempo.
–¿Qué fue todo eso?
–¿Estás bien?
–¿Qué te hicieron?
–¿Quiénes eran?
–¿Qué tal estuvo el Berg?
–¿Cómo está tu hombro?
Sin prestarles atención, Thomas intentó incorporarse pero se dio cuenta de que seguía atado firmemente a la camilla. Buscó a Minho con la mirada.
–¿Me ayudas?
Mientras Minho y un par de chicos más se ocupaban de desatarlo, lo asaltó un pensamiento perturbador. La gente de CRUEL había venido a salvarlo muy rápido. Por lo que dijeron, lo habían hecho a pesar de no haber sido algo planeado por ellos. Lo cual significaba que estaban vigilándolos y, cuando quisieran, podían caer velozmente para salvarlos.
Sin embargo, esa era la primera vez que lo hacían. ¿Cuánta gente había muerto en los últimos días mientras CRUEL se limitaba a observarlos? ¿Y por qué habían cambiado la forma de actuar por Thomas, solo porque le habían disparado con una bala oxidada?
Había mucho que pensar.
Una vez liberado, se puso de pie, estiró los músculos e ignoró la segunda andanada de preguntas que le lanzaron. El día era caluroso, sofocante, y mientras se movía descubrió que casi no sentía dolor, salvo una levísima molestia en el hombro. Miró hacia abajo y comprobó que llevaba ropa limpia y tenía el bulto del vendaje debajo de la manga izquierda de la camisa. De inmediato, sus pensamientos viraron hacia otra cuestión.
–¿Qué hacen aquí afuera? ¡Se les va a hervir la piel!
En vez de contestar, Minho simplemente señaló algo que se encontraba a sus espaldas. Cuando Thomas miró en esa dirección, vio una cabaña en mal estado. Estaba hecha de madera seca, que parecía estar a punto de convertirse en polvo en cualquier momento. Pero era lo suficientemente grande como para albergarlos a todos.
–Es mejor que volvamos a ubicarnos debajo de eso –dijo Minho. Thomas se dio cuenta de que debían haber salido corriendo solo para ver cómo él era devuelto por ese enorme... ¿Berg? Así lo había llamado Jorge.
El grupo inició la marcha hacia la casa. Thomas les repitió diez veces que les contaría todo de principio a fin una vez que estuvieran instalados.
La ciudad siniestra de los Cranks se hallaba a unos pocos kilómetros al sur, escondida en toda su decadencia y su locura. No había rastros de las personas infectadas por ningún lado. Hacia el norte, las montañas acechaban imponentes a solo uno o dos días de distancia. Escarpadas e inertes, se elevaban hacia lo alto hasta terminar en picos marrones e irregulares. Por los cortes abruptos que había en la roca, la cadena montañosa parecía haber sido atacada por el hacha monumental de un gigante, que durante días hubiera descargado de esa manera toda su frustración.
Llegaron a la cabaña de madera, que estaba tan seca que parecía hecha con huesos podridos. Daba la impresión de haber estado allí durante más de un centenar de años, quizás construida por un granjero antes de que el mundo fuera asolado. Era un misterio cómo había logrado sobrevivir a todo. Pero bastaría una sola chispa para que ardiera por completo.
–Muy bien –dijo Minho, señalando un punto lejano en las sombras–. Siéntate ahí, ponte cómodo y comienza a hablar.
Thomas no podía creer lo bien que se sentía. No tenía más que una débil molestia en el hombro. Y pensaba que ya no quedaban rastros de drogas en su cuerpo. No tenía idea de qué habían hecho con él los médicos de CRUEL, pero habían estado geniales. Se sentó y esperó que todos se ubicaran delante de él con las piernas cruzadas en el piso caliente y polvoriento. Parecía un maestro de escuela preparándose para dar clase: un destello borroso de su pasado.
Minho fue el último en sentarse y se colocó junto a Brenda.
–Bueno, cuéntanos tus aventuras con los alienígenas en su inmensa nave siniestra.
–¿Están seguros de que esto es lo mejor? –preguntó Thomas–. ¿Cuántos días nos quedan para cruzar esas montañas y llegar al refugio?
–Cinco, viejo. Pero sabes bien que no podemos andar debajo de este sol sin ninguna protección. Ahora vas a hablar, después vamos a dormir y entonces todos nos deslomaremos caminando toda la noche. Empieza de una vez.
–Buena esa –dijo Thomas, mientras se preguntaba qué habrían estado haciendo ellos durante su ausencia, pero luego se dio cuenta de que no tenía demasiada importancia–. Niños, guarden todas las preguntas para el final –al notar que nadie reía o esbozaba siquiera una mueca, tosió y se dispuso a iniciar el relato–. Fue CRUEL quien vino y me llevó. Yo no podía mantenerme despierto, pero me llevaron con unos doctores que me dejaron como nuevo. Los escuché decir que no había sido algo planeado, que el arma había sido un factor totalmente inesperado. La bala me provocó una infección espantosa y supongo que ellos realmente sintieron que todavía no me había llegado la hora de morir.
Las miradas perplejas de los Habitantes estaban clavadas en Thomas.
Él sabía que para ellos sería difícil aceptarlo, aun después de haberles revelado la historia completa.
–Solo les estoy contando lo que escuché.
Continuó con las explicaciones. Enumeró cada dato que recordaba: la extraña conversación que había logrado captar junto a la camilla. Cuestiones acerca de los paradigmas de la zona letal y de los Candidatos. Más detalles sobre las Variables. La primera vez que lo oyó, nada de eso había tenido mucho sentido para él, y al tratar de recuperar en ese momento cada una de las palabras, le resultaba todavía más incomprensible. Los Habitantes –más Jorge y Brenda– parecían tan frustrados como él.
–Bueno, eso realmente aclaró las cosas –concluyó Minho–. Debe tener que ver con todos esos carteles con tu nombre que están diseminados por la ciudad.
Thomas se alzó de hombros.
–Es bueno saber que te alegras de que esté vivo.
–Hey, si quieres ser el líder ahora, me da lo mismo. Sí me alegra que estés vivo.
–No, gracias. Tú sigues siendo el líder.
Minho no respondió. Thomas no podía negar que los letreros lo señalaban a él. ¿Cuál sería el significado real de que CRUEL lo quisiera como líder? ¿Y qué actitud debía tomar al respecto?
Newt se puso de pie con el rostro fruncido por la concentración.
–De modo que todos somos candidatos potenciales para algo. Y quizás el objetivo de toda esta maldita garlopa por la que hemos pasado sea eliminar a aquellos que no estén calificados. Pero, por alguna razón, todo el tema del arma y la bala oxidada no formaba parte de... las pruebas normales. O Variables, como sea. Si Thomas debía estirar la pata, no se suponía que fuera por una maldita infección.
Thomas frunció los labios y asintió.
–Eso quiere decir que nos están vigilando –dijo Minho–. Igual que en el Laberinto. ¿Alguien vio un escarabajo dando vueltas por algún lado?
Varios Habitantes sacudieron la cabeza.
–¿Qué diablos son esos escarabajos? –preguntó Jorge.
–Unas especies de pequeñas lagartijas mecánicas que había en el Laberinto y tenían cámaras para espiarnos –respondió Thomas.
Jorge puso los ojos en blanco.
–Obvio. Perdón por la pregunta.
–El Laberinto era claramente algún tipo de instalación cubierta –dijo un chico–. Pero ya no hay forma de que estemos dentro de algo. Aunque supongo que pueden estar usando satélites o cámaras de largo alcance.
Jorge se aclaró la garganta.
–¿Qué tiene Thomas que lo hace tan especial? Primero, los letreros en la ciudad anuncian que él es el verdadero líder, luego ellos aparecen de improviso y le salvan el pellejo cuando se pone enfermito –desvió la mirada hacia Thomas–. No quiero parecer cruel, hermanito, solo siento curiosidad. ¿Qué es lo que te hace mejor que el resto de tus compañeros?
–No soy especial –dijo Thomas, pese a que estaba seguro de que escondía algo. Pero no sabía qué–. Ya escuchaste lo que dijeron. En este lugar hay muchas formas de morir, pero esa pistola no debía ser una de ellas. Creo que habrían salvado a cualquiera que hubiera recibido un disparo. Lo que provocó el problema fue la bala, no yo.
–Aun así –contestó Jorge con una sonrisita cómplice–. Me parece que a partir de ahora no me moveré de tu lado.
Surgieron un par de temas más, pero Minho impidió que las conversaciones se prolongaran demasiado. Insistió en que todos necesitaban dormir si tenían pensado marchar durante la noche. Thomas no se quejó: cada vez estaba más cansado de permanecer ahí sentado en ese piso caliente, en medio del aire tórrido. Tal vez era por las heridas o tal vez por el calor, pero de cualquier forma el sueño lo llamaba.
No tenían sábanas ni almohadas, por lo que Thomas se hizo un ovillo en el suelo en donde estaba sentado, cruzó los brazos y apoyó la cabeza sobre ellos. No sabía cómo, pero Newt terminó justo a su lado. Sin embargo, no abrió la boca ni mucho menos lo tocó.
Thomas no sabía si su amigo volvería a hablarle alguna vez.
Inhaló de manera lenta y prolongada, cerró los ojos y le dio la bienvenida a esa sensación de intensa somnolencia que comenzaba a atraerlo hacia sus profundidades. Los sonidos que lo rodeaban se desvanecieron y el aire se volvió más denso. La quietud descendió sobre él y el sueño lo dominó.

Submundo-NewtmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora