Si Newt no hubiera salido del camión, Thomas se habría pasado todo el día observando la placa.
–¿Qué es eso? –le preguntó por fin, despertándolo violentamente de su aturdimiento.
Levantó la cabeza de golpe y lo miró.
–Un cartel –respondió–. Pero este tiene una inscripción diferente a los del Laberinto.
Newt se acercó lentamente, leyendo en voz baja.
–Thomas, tú eres el verdadero líder.
Al escucharlo de la boca de su amigo, Thomas sintió que se le aflojaban las rodillas. Se dio vuelta, se desplomó en el piso y apoyó la cabeza contra la pared.
–¿Cómo... cómo puede ser posible? Digo, parece como si ya llevara un largo tiempo ahí... –no se le ocurría qué más decir.
–No sé –respondió Newt simplemente, sentándose junto a él–. Pero no puede ser una coincidencia, ¿verdad? Debe estar ahí por alguna razón.
Thomas suspiró. Estaba harto de todo. Dejó salir su frustración y respiró profundamente.
–Supongo que es solamente una parte más de toda esta absurda pesadilla.
Newt giró para mirar la placa otra vez.
–Probablemente, ellos deben querer que ahora tú tomes el cargo de líder y que Minho lo deje.
Thomas se echó a reír con amargura.
–Aquí estoy, en una ciudad llena de Cranks completamente chiflados, con un grupo de chicas que quieren matarme y se supone que debo ocuparme de averiguar quién es el verdadero líder de mi gente. Es ridículo. Además, míranos. ¿A quién debiera liderar? ¿A ti? Nuestros amigos ya no están.
Newt se volvió molesto al oírlo expresar todo aquello.
–¡Ya no vuelvas a decir otra palabra más sobre morirte! –Thomas le sostuvo la mirada mientras él hablaba lento y con determinación–. No permitiremos que nadie te mate. Yo no lo permitiré. Y no me importa lo que diga ese maldito tatuaje que tienes en el cuello.
Thomas volvió a suspirar y luego ambos se quedaron en silencio.
Mientras los minutos transcurrían, Thomas y Newt permanecieron sentados con las espaldas contra la pared. Reinaba una paz casi completa hasta que Thomas escuchó un ruido extraño que lo alarmó.
–¿Oíste eso? –preguntó, con cara de concentración.
Newt se quedó quieto y ladeó la cabeza para escuchar mejor.
–Sí. Suena como si alguien estuviera golpeando un tambor.
–Creo que los juegos y la diversión llegaron a su fin –afirmó, poniéndose de pie y ayudando a Newt a incorporarse–. ¿Qué crees que pueda ser?
–Nada bueno seguramente.
–Pero ¿y si son nuestros amigos?
De repente, los bum-bum parecieron venir de todos lados al mismo tiempo, mientras el eco retumbaba de una pared a otra. Después de unos segundos interminables, Thomas se dio cuenta de que los sonidos llegaban de uno de los rincones de la callejuela sin salida. A pesar del peligro, corrió en esa dirección para echar un vistazo.
–¿Qué haces? –le dijo Newt, pero al ver que lo ignoraba, lo siguió.
Al fondo del pasaje, Thomas se encontró con una pared de ladrillos rajados y descoloridos, con cuatro peldaños que descendían hasta una puerta de madera gastada. En la parte superior, había una minúscula ventanita rectangular, a la cual le faltaba el vidrio. Arriba, todavía quedaba un fragmento roto que parecía un diente de forma irregular.
Thomas escuchó la música, a un volumen cada vez más alto. Era intensa y frenética. La potencia del bajo, el redoble de la batería y los aullidos de las guitarras. Mezclado con todo eso, se escuchaban las carcajadas y los gritos de la gente que cantaba al compás de la música. Y nada sonaba muy... cuerdo, sino más bien escalofriante y perturbador.
Parecía como si los Cranks no solo se dedicaran a arrancar narices, y Thomas tuvo una sensación muy desagradable: ese ruido no resultaba nada amistoso.
–Mejor nos largamos de aquí –dijo.
–Sí –respondió Newt a sus espaldas.
Ambos dieron media vuelta al mismo tiempo para marcharse, pero se detuvieron en seco. Durante el momento de distracción, tres personas habían aparecido en el callejón. A unos pocos metros de distancia, había dos hombres y una mujer. Mientras observaba rápidamente a los recién llegados, Thomas sintió un vuelco en el estómago. Tenían la ropa hecha jirones, el pelo revuelto y las caras sucias. Sin embargo, al mirar con más atención, notó que no tenían heridas perceptibles y que los ojos emitían destellos de inteligencia. Eran Cranks, pero no totalmente idos.
–Hola –dijo la mujer. Tenía una larga cabellera roja atada en una cola de caballo. Su camisa era tan corta que Thomas tuvo que hacer un esfuerzo para mantener los ojos fijos en los de ella–. ¿Vienen a unirse a la fiesta? Mucho baile, mucho amor y mucho alcohol.
El tono de su voz lo puso nervioso. No sabía cuáles eran sus intenciones, pero ella no los trataba amablemente. Se estaba burlando de ellos.
–Hum, no, gracias –dijo Thomas–. Nosotros, eh, solo estábamos...
Newt intervino en la conversación.
–Estábamos buscando a nuestros amigos. Somos nuevos en este lugar y nos estamos instalando.
–Bienvenidos a la Tierra de los Cranks, propiedad de CRUEL –exclamó uno de los hombres. Un tipo alto y huesudo, con pelo grasiento–. No se preocupen, la mayoría de los que están ahí abajo –señaló hacia la escalera– a sumo están medio idos. Quizás reciban un codazo en la cara o una patada en los huevos. Pero nadie va a tratar de comérselos.
–¿Disculpa? –dijo Newt irritado.
Thomas también se sentía muy molesto con la conversación.
–Parece divertido, pero tenemos que buscar a nuestros amigos. Tal vez volvamos después.
El otro hombre dio un paso adelante. Era bajo pero buen mozo. Tenía pelo rubio cortado al rape.
–Ustedes dos son unos niños. Es hora de que aprendan algo sobre la vida. Necesitan un poco de diversión. Les estamos haciendo una invitación formal para la fiesta –pronunció cada palabra de la última frase lentamente y sin ningún tipo de delicadeza.
–No podemos, pero gracias de todas maneras –dijo Newt.
Blondie sacó un arma del bolsillo de su larga chaqueta. Era una pistola plateada pero sucia y sin brillo. Aun así, era el arma más mortífera y amenazante que Thomas había visto en su vida.
–Me parece que no me entendieron –dijo el hombre–. Están invitados a nuestra fiesta. No es algo que puedan rechazar.
Hueso empuñó un cuchillo y Coleta extrajo un destornillador con la punta negra, seguramente sucia de sangre vieja.
–¿Qué dijeron? –preguntó Blondie–. ¿Quieren venir a la fiesta?
Thomas miró a Newt, pero él no le devolvió la mirada. Tenía los ojos fijos en el hombre rubio y, por la expresión de su rostro, estaba a punto de cometer una tremenda imprudencia.
–Bueno –dijo Thomas rápidamente–. Vamos a ir. Cómo no.
Newt giró la cabeza bruscamente.
–¿Qué?
–Newt, él tiene un arma. Él tiene un cuchillo. ¡Ella tiene un maldito destornillador! No estoy de ánimo para que me aplasten un ojo dentro del cráneo.
–Me parece que tu amiguito no es nada estúpido –comentó Blondie–. Vamos a divertirnos un poco –apuntó la pistola hacia los peldaños y sonrió–. Los invito a descender primero.
Los ojos de Newt revelaron que sabía que no les quedaba otra alternativa.
–Está bien.
Blondie volvió a sonreír. Su expresión hubiera resultado natural en una víbora.
–Esa es la actitud. Genial, no hay nada de qué preocuparse.
–Nadie los va a lastimar –agregó Hueso–. A menos que no colaboren o que se pongan pesados. Antes de que termine la fiesta, querrán formar parte de nuestro grupo. Ya van a ver.
Thomas tuvo que luchar para que el pánico no se adueñara de él.
–Vamos ya –le dijo a Blondie.
–Tú primero –respondió el hombre, y volvió a apuntar con la pistola hacia las escaleras.
Thomas sujetó el brazo de Newt y lo arrastró con él.
–Vayamos a la fiesta –exclamó a su amigo, con todo el sarcasmo que pudo–. ¡Esto va a ser pura diversión!
Con Newt a su lado, Thomas se dirigió hacia la escalera, totalmente consciente del arma que le apuntaba por la espalda. Descendieron por los peldaños hacia la vieja tabla que hacía de puerta, con el espacio justo para que pudieran marchar uno al lado del otro. Cuando llegaron al final, Thomas no distinguió ninguna manija. Levantó las cejas y miró a Blondie, que se hallaba dos escalones más atrás.
–Hay que golpear de una manera especial –dijo el hombre–. Tres golpes lentos con el puño, tres rápidos y luego dos toques con los nudillos.
Thomas detestaba a esa gente por la forma tan calma de hablar y las palabras amables que pronunciaban, cargadas de burla. De alguna forma, esos Cranks eran peores que el tipo sin nariz al que había acuchillado el día anterior. Al menos, con él siempre habían sabido a qué se estaban exponiendo.
–Hazlo –murmuró Newt.
Thomas apretó la mano en un puño. Dio los primeros golpes lentos, siguió con los rápidos y luego pegó dos veces con los nudillos. La puerta se abrió de inmediato y la música escapó como un viento huracanado.
El tipo que los saludó era enorme, tenía piercings en las orejas y en la cara y estaba lleno de tatuajes. Tenía una melena larga y blanca, que le llegaba más allá de los hombros. Pero Thomas apenas tuvo tiempo para registrar esos datos antes de que el hombre hablara.
–Hola, Thomas. Te estábamos esperando.* * * * *
Newt va a valer verga ಥ_ಥ Todas/os lo sabemos.
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Submundo-Newtmas
Fanfiction«Pase lo que pase, aun si tenemos que ir solos, llegaremos hasta el final» ¿Y si hubiese sido Newt quien acompañase y guiase a Thomas a través del Submundo, y no Brenda...? Desde hace tiempo que tenía rondando esta idea por la cabeza, y el otro día...