Capítulo VI: Incertidumbre

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Por el televisor en la sala de espera del aeropuerto nos enteramos que Florida no había sido el único estado donde estaban quemado hospitales con gente dentro. Otro caso había sucedido en California y dos más en hospitales de Nevada. No se habían dado declaraciones al respecto. Me preguntaba cuánto tiempo faltaba para que el resto del país se diera cuenta de todo lo que estaba pasando, sí es que la mayoría no lo había hecho ya.

Después de la noticia mi mamá y yo nos quedamos ahí, en la sala, sin cruzar una sola palabra, pero pensando en lo mismo.

Los gritos de un hombre de unos cuarenta años nos sacaron de nuestros pensamientos, el hombre le gritaba a su teléfono y no dejaba de dar vueltas por toda la sala de espera, llamando la atención de todos los presentes.

ㅡ¿Cómo no van a dejarte salir del estado? ¡Pon a ese estúpido oficial al télefono! ¡No, yo le diré a ese idiota! Charlotte, ¡ponlo al teléfono ahora! No me interesa quién sea...no, él no puede hacer eso. Llama a la policía, diles que tu padre es abogado y que no pueden negarte salir del estado. ¡Díselo al oficial, Charlotte!

El hombre, de estatura media y regordete, gritaba al celular llamando la atención de todos. Pero sentí a mi madre ponerse rígida al lado de mí, y yo lo entendí. Estaban cerrando el estado. Estaban cerrando Florida. La cuarentena no se terminó con el hospital. Todo Florida estaba en cuarentena.

Le dirigí una mirada de preocupación a mi madre, ella me susurró al oído un "tranquila".

Un empleada del aeropuerto se nos acercó entonces y habló para todos.

ㅡLes pido un disculpa a todos pero acaban de notificarnos que todos los vuelos nacionales e internacionales quedan temporalmente suspendidos. Si tiene boleto para viaje fuera del estamos más que dispuestos a hacer un reembolso completo, o cambiar la fecha de su vuelo para una próxima.

Los gritos y quejas de la gente no se hicieron esperar. La empleada intentaba manejar la situación pero en su rostro se podía notar la incómoda situación en la que estaba.

ㅡ¡Deberían tener un poco más de responsabilidad, acaban de perder cientos de clientes!ㅡgritaba alguna persona en las sillas detrás mío.

ㅡ¡Sí, tal vez así no se fueran tantos clientes, tendré que conseguir otro vuelo con una mejor aerolínea!

ㅡLo siento, señor. Todos los vuelos nacionales e internacionales con cualquier aerolínea han sido suspendidos, no podemos cambiar nada.

ㅡ¿Cómo? ¿Todos? ㅡpreguntó una señora sentaba a unos asientos de distancia.

ㅡLamento que síㅡrespondió la empleada.

ㅡ¡Esto es cosa del gobierno!ㅡgritó el señor que hacía unos momentos hablaba a gritos por teléfonoㅡ¡Mi hija acaba de marcarme, los policías y militares no dejan salir a nadie del estado!

Este último comentario alborotó mucho más a la gente, los reclamos, gritos y teorías comenzaron a surgir a gritos de entre la gente.

ㅡTal vez deberíamos irnos ahoraㅡmasculló mi mamá.

ㅡSí, ¿pero a dónde? Ya lo oíste, cerraron el estado.

ㅡTendremos que salir de alguna manera, Beth. O por lo menos acercarnos al limite del estado.

Asentí.

El bullicio de gritos seguía mientras abandonamos la sala de espera. Mamá y yo teníamos más de doce horas sin dormir, había sido el día más largo para ambas y en tal estado lo más probable era que no podríamos llegar demasiado lejos en auto.

Así que recogimos el automóvil y decidimos hospedarnos en un motel a las afueras de la ciudad y partir la mañana siguiente. Por más que nos diéramos prisa, si era cierto y el estado estaba cerrado, lo estaría la mañana siguiente también.

*

Nos despertamos tarde ese día, sentía mi cuerpo acalambrado por el día de ayer. Almorzamos en un restaurante en la carretera, ahí aprovechamos para ver las nuevas noticias, la noticia del cierre del estado de Florida, de California y Nevada ya había dado la vuelta al país. El presidente estaba preparado para dar el comunicado oficial la tarde de ese día. Aunque los rumores del supuesto virus australiano como causa de las cuarentenas ya rondaba entre las principales teorías comentadas por los conductores de los programas de noticia. Mientras más gente supiera más gente querría salir del estado y nuestra misión de hacerlo discretamente fracasaría, pensaba mientras desayunaba con mi madre ese día.

ㅡSi queremos salir de Florida tendrá que ser pronto, no podemos retrasarnos másㅡcomenté.

ㅡSí, pensé lo mismo pero creo que sería mejor si fuéramos a Alabama. Sería más tardado pero hay más posibilidades de salir, por algún bosque o incluso cruzando algún río. Serían hasta cuatro días más que si fuéramos hacia Georgia pero nuestras posibilidades serían más.

Ciertamente si tendríamos más posibilidades de salir por Alabama, aunque serían más día y más distancia hacia nuestro destino, pero ahora no importaba, salir de Florida era lo que debíamos hacer.

ㅡSi, está bien, ¿entonces a dónde nos dirigimos ahora?ㅡpregunté.

ㅡHacia Bonifay. Sin detenernos será dos días. Ahora tomaremos una ruta a Ocala, y de ahí tomaremos el camino por la costa.

Ocala quedaba al norte de Orlando, cerca de unas cuatro horas y media de viaje. Llegamos ahí alrededor de las cinco de la tarde. Buscamos un restaurante en el centro en parte para comer y en parte para ver el comunicado que el presidente daría a la nación.

ㅡMi hermano vive en Miami, dice que ahí han hecho lo mismo por lo menos a cinco hospitales, pero eso no lo han pasado en las noticiasㅡdecía una mujer sentada en la mesa de al lado en el restaurante junto con otras mujeres.

ㅡYo pienso que debe de ser ese estúpido virus Zekra y como Australia ha dicho tantas mentiras, el gobierno sólo debe estar eliminando cualquier rastro. En unos días abrirán de nuevo el estado, estoy segura.

ㅡPues mi sobrino Jeff, trabaja en Georgia, vive en los limites de Georgia y Florida, dicen que están desalojando cualquier ciudad cercana a Florida. Debe ser algo más que sólo un virus.

Los cuchicheos de las damas se sumaban al de la demás gente que estaba en el lugar. Todos con teorías y chismes que contar, el tema era el mismo: ¿por qué habían cerrado el estado?

El anuncio presidencial transmitido nacionalmente llegó minutos más tarde. Un serio presidente dirigiéndose a su nación. Él lo confirmó, y los grititos de asombro en todo el lugar le siguieron. En tres estados del país se habían registrado casos de la nueva y posiblemente devastadora enfermedad Zekra, hasta ahora todos los casos habían sido controlados y se habían tomado medidas extraordinarias las llamó él. La cuarentena se había establecido en todos los estados que habían detectado la enfermedad, pero el estaba seguro que no dudaría bastante y una vez se cercioran de que no había más infectados todo volvería a la normalidad. De los síntomas de la enfermedad no dijo ni pío. No negó que fueran tan graves como se sabía, pero nunca dijo nada que hiciera pensar que no lo eran. Sugería quedarse en casa, llenar sus reservas de alimento y agua, y atender cualquier aviso de las autoridades.

El anuncio dejó un sabor agridulce. No decía nada útil para nadie, sólo confirmaba lo que muchos ya estaban pensando, la enfermedad había llegado al país. Y el mensaje del presidente era restarle importancia, prometiéndonos que no era nada grave y que todo se solucionaría pronto. Pero nunca habló de los síntomas, ¿era cierto que los infectados se convertían en...zombies? ¿Qué atacaban a otros? ¿Era tan grave el asunto? Tampoco habló de una solución, o una posible cura. O la ayuda para aquellos que como nosotros estábamos sanos y atrapados en un estado.

Su mensaje había traído solamente incertidumbre más que aliento. ¿Era verdad que todo se solucionaría en días? ¿Podría nuestro país combatir aquello que ya había destruido un país entero? 

Pandemia{Pausada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora