Capítulo VII

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Decidimos quedarnos en Ocala todo el día y partir en la madrugada del día siguiente. A las cinco y media de la mañana ya estábamos rumbo a Bonefay por la ruta costera. Ver el mar tan cerca de algún modo hacía lucir toda esta travesía algo ridícula, no había habido noticias de más destrucción de hospitales, o de muertos reviviendo, así que era un mensaje tácito de que tal vez pronto todo regresaría a la realidad.

No hablábamos de papá pero estaba en la mente de ambas. Como un recordatorio constante de que por más que todo pareciera normal en cualquier momento podría cambiar.

Sucedió un miércoles. Nuestras provisiones se estaban agotando así que decidimos hacer una para en un super, en una ciudad costera de la que nunca me aprendí su nombre. Era un super pequeño, así que habíamos decidido comprar sólo aquello que más necesitamos: papel de baño, gel antibacterial(nuestro mejor sustituto del jabón), agua y un montón de comida que no ocupará cocinarse.

ㅡ¿Debería llevar linternas?ㅡpreguntó mamáㅡ. Por si un día dormimos en el auto.

ㅡSi, todos ocupan linternasㅡdije.

Mamá puso dos linternas en la cesta cuando el primer grito ensordecedor se escuchó. Nos giramos intentando buscar el origen del grito, al igual que la gente que estaba a nuestro alrededor. Un segundo grito le siguió. Algunos cuantos comenzaron a caminar hacia donde parecía provenir los gritos. Al final terminamos uniéndonos y buscando la razón de tremendos gritos, eran claramente de una mujer. Encontramos un tumulto de gente en el pasillo de cubertería, rodeaban a la persona que emitía tales gritos y murmuraban comentarios. Un hombre sostenían un teléfono junto a su oreja y llamaba algún número de emergencia.

Un empleado de unos veintitantos años, que tenía el uniforme de la tienda y tenía un prendedor que indicaba que era empleado intentaba dispersar a la gente.

ㅡPor favor, denle espacio para respirar, la ambulancia ya viene. Por favor, despejen el áreaㅡdaba indicaciones.

Desde nuestro lugar a unos tres metros aún no entendíamos que sucedía pero los gritos seguían repitiendose.

ㅡSe va a morir, ¿no lo ve? ¡HAGA ALGO!ㅡdecía la voz de la mujer que gritaba.ㅡ¡Oh Robert! ¡No me dejes!

La gente que por fin comenzaba a dispersarse un poco nos permitió observar por fin la escena. Un mujer de unos treinta años, sostenía en sus piernas la cabeza de un señor de una edad similar. El hombre tenía los ojos cerrados y su boca abierta ligeramente, pero era casi obvio: estaba muerto.

ㅡDéjenme pasar, soy doctoraㅡno note a mi madre acercarse a la escena hasta que la vi de rodillas junto a la mujer y el señor en sus piernas. Mamá se convirtió en segundos en su profesión, tomó la muñeca del hombre inconsciente y tomó el pulso.

No era la primera vez que veía a mi madre haciendo su trabajo. Había ido incontables veces al hospital, los observaba a ambos cuando podía, o a veces sólo me aguardaba junto con las secretarías a que su turno acabará. Una vez, mientras íbamos en coche presenciamos un accidente. Tres autos habían chocado contra sí de manera catastrófica. Yo tenía catorce, el accidente había pasado demasiado cerca de nosotros. Mis padres salieron enseguida de nuestro auto y corrieron al lugar para ayudar. Algunos habían sido expulsados de sus autos por el impacto. Mamá corrió hacia una mujer muy joven, y papá hacía un señor de unos cuarenta. Ambos tirados en el piso inconscientes y con heridas graves. Vi a ambos padres hacer lo mismo: tomaban su muñeca y verificaban si había pulso. Supe diferenciar en seguida quien había muerto por la forma en que soltaba su mano.

Mamá depósito la mano de la joven mujer justo encima de estómago, con delicadeza y lentamente. Papá en cambio soltó al instante la mano del hombre y se acercó a la nariz del hombre para comprobar su respiración, luego continuó buscando heridas superficiales sin moverlo, pues por el impacto el hombre podría haber sufrido una lesión grave y moverlo en tal estado podría haberlo matado.

En ese momento en el super, mamá hizo lo mismo que aquella vez cuando tomó el pulso de la joven y había notado que estaba muerta; mamá tomó la mano de aquel hombre y la puso por encima de su estómago con mucha delicadeza. Mamá le dedicó a la mujer un "lo siento".

Esto último dio rienda suelta a más llantos y gritos por parte de la mujer.

ㅡ¡No puede estar muerto! ¡Mi esposo no puede estar muerto!ㅡla voz de la mujer estaba llena de tristeza y desesperación, los pocos testigos que quedamos la mirábamos ahora con pena.

ㅡSeñora, los paramédicos vendrán pronto, le harán muchas preguntas. ¿Su esposo sufría alguna enfermedad?ㅡpreguntó mi madre.

ㅡÉl estaba sanoㅡdijo entre llantos la mujerㅡ. Siempre fue tan sano...

ㅡA veces sucede. Algún fallo en el corazón...

ㅡNo, doctora, usted no lo entiende. Mi marido era un hombre sano, hacia deporte, comía saludable...Dios él n-no pudo...

La voz de la mujer ahora era ronca y mucho más baja, su mirada estaba perdida.

Mi mamá giró su cabeza en dirección mía. No me había dado cuenta que no me había movido ni un centímetro de donde estaba.

ㅡTal vez lo mejor seria...ya sabe, cubrir el cuerpo, por respeto, claroㅡdijo el empleado de la tienda.

ㅡSi, tendríamos que hacer eso al menos hasta que lleguen por él. ¿Le parece eso bien, señora?ㅡdijo mi mamá dirigiéndose a la esposa del difunto.

La señora le dedicó una mirada a su esposo muerto, las lágrimas salían por sus ojos sin detenerse. No respondió verbalmente pero movió su cabeza hacia arriba y hacia abajo.

ㅡVenga, la ayudaréㅡdijo un hombre que había presenciado todo. La ayudo a pararse y la sostuvo mientras estaba de pie, pues la mujer parecía capaz de desmayarse en cualquier momento.

Otro empleado vino corriendo con un manta blanca.

ㅡ¿Puede ayudarme a cubrirlo, señora?ㅡle preguntó el primer empleado a mi mamá.

ㅡClaroㅡrespondió ella.

ㅡ¡Oh! Tal vez deberíamos traer de otro color, parece que puede mancharse un poco de sangreㅡdijo el empleado.

ㅡ¿Cómo?ㅡpreguntó mi madre.

ㅡEn un costado de su espaldaㅡdijo el hombre señalando con la vistaㅡ. Parece tener una herida abierto justo ahí.

Mi mamá se fijó por fin en la mancha de sangre que tenía la playera azul del fallecido. Apresuradamente mi mamá le levantó la playera para dejar a la vista la herida.

Era de una herida apenas profunda, era casi tan grande como la palma de mi mano, y estaba en carne viva aunque no sangraba a borbotones pero la mancha de sangre en su camisa era por el contacto. Y es que ahí parecía que faltaba un pedazo de considerable de piel, arrancada con violencia y eso era seguro. Las marcas en los bordes de la herida dejaban bastante claro que la había causado. Mi madre lo notó enseguida también porque se alejó con rápidamente del cuerpo, aún con la vista clavada en la herida. Giró su cabeza hacia mí, su boca abierta y sus ojos reflejando la misma emoción que los míos: terror.

Porque lo que había arrancado la piel de aquel hombre habían sido dientes humanos.

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¡Hola de nuevo! El capítulo de hoy es un poquito más largo que los anteriores y es que por fin empieza lo bueno. No quiero dejar de agradecerles por darle una oportunidad a esta historia. 

¡¡¡Gracias!!!

Pandemia{Pausada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora