Capítulo XIII: Sonrisas falsas

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Abrí los ojos y me sentí perdida.

El techo color azul que veían mis ojos era desconocido, el papel tapiz de flores también. Incluso los cobertores y almohadas sobre los que yacía eran extraños.

Me incorporé quitándome las cobijas que llevaba encima, estaba en ropa interior y mi ropa yacía estirada sobre una silla al lado de la cama. Me sentía como si acabara de aterrizar en la luna. El mismo sentimiento de que esto no era donde debía estar.

Mamá.

Su nombre se me vino a la mente enseguida y busque en la mesita al lado de la cama mi celular, el que la noche anterior había dejado ahí junto con la linterna. Comprobé que tuviera señal y marqué su número. Pero no contestó, ni la segunda, ni mucho menos la sexta vez que lo intente. Estaba llorando de nuevo y me sentía estúpida por ello. Lo más probable era que para esta hora la infección ya hubiera consumido su cuerpo y muerto...y tal incluso ya estuviera viva de nuevo...no, viva no, era un zombie.

Decidí hacer la llamada que no había hecho la noche anterior. A Roger. Marque su número pero tampoco contestó. Mierda. Decidí pararme. El cuerpo me dolía de todas las maneras posibles. Mi ropa seguía aún humeda así que la tome y decidí buscar la lavadora. La encontré en un pequeño cuarto en el piso de abajo. Mientras dejaba que la máquina hiciera su trabajo hice la cosa a la que más le tenía miedo en ese momento: ver las noticias.

Primero pasaron una noticia acerca de cómo Estados Unidos había pedido a la ONU ayuda con la enfermedad que habían detectado, no se sabía cuál era el número de infectados porque no se había hecho un recuento aún.

Luego por fin dieron una noticia que me dejó helada. Cinco de los cuarenta estados el país estaban ahora en cuarentena: California, Nevada, Florida, New York y Oregon. Y por orden presidencial y como medida extraordinaria los estados habían sido despojados de los servicios de electricidad y cualquier señal de comunicación. Es decir, no había cable, ni internet, ni siquiera señal para hacer llamadas. Esta medida había sido impuesta se creía por las grabaciones que se habían filtrado de personas dentro de los mismos estados y que comenzaban a causar pánico entre la población.

Caí en cuenta entonces, la noche anterior no me había faltado señal, no había sido una suerte que la luz se fuera esa noche, y Roger no me atendía no porque no tuviera su celular con él. Los habían dejado incomunicados, los habían desterrado.

La furia comenzó a crecer en mi interior y los impulsos de regresar me invadieron. Era furia acumulada, por lo de mi padre, lo de mi abuela, lo de Kate, lo de mi madre y ahora lo de Roger. Pero no iba a llorar otra vez. No podía permitirme derramar otra lágrima por algo que no podía cambiar. Sobrevivir, era la promesa tácita que les había hecho a mis padres por sus vidas. Y sus vidas habían significado tanto para mí como para renunciar a su sacrificio.

*

La caja metálica que mi madre me había dado tenía tres compartimientos, uno debajo del otro. El primero tenía dinero. Rollos de billetes de cien, y dos tarjetas de crédito con mi nombre en ellas, junto con una nota que llevaba un número clave. El segundo compartimento tenía medicamentos. Antibióticos, analgesicos, morfina y otros cuantos, todos con una nota que decían para qué eran. El último eran papeles. No les di mucha importancia, sólo mire los de encima: mi acta de nacimiento, una identificación mia.

La guarde de nuevo en mi mochila. Me puse mi ropa ahora limpia y seca después de ducharme y dejé esa casa con un único objetivo: llegar a Washington D.C., el camino era largo, tenía que atravesar cuatro estados antes de llegar a la capital de país y no sería fácil. La peor parte de todo era que ni siquiera sabía conducir un auto y tenía que llegar lo antes posible.

Salí de esa casa a la que había entrado como una extraña alrededor del mediodía, había consultado un mapa y a unas cuatro horas caminando encontraba una ciudad más grande que este pueblo, ahí tomaría un autobús, y seguiría así hasta salir del estado.

*

Las piernas me dolían para cuando entre por fin en la localidad de Geneva, era una ciudad pequeña, pero tenía una central de autobuses. Incluso tenía un pequeño aeropuerto local que hacía viajes dentro del estado. Sopese la idea de tomar un vuelo hasta el norte del estado pero eso acabaría más rápido mis reservas de dinero y estaba intentando evitar gastar de más.

Comí en un restaurante de comida rápida, luego fui hasta la primera tienda de ropa que encontré donde cambié mi ropa por algo mejor y unos tenis. Compré un boleto de autobus a Enterprise, estaba a unas seis horas pero era una ciudad más grande, ahí pasaría una noche en un hotel antes de continuar mi viaje.

*

Enterprise era una ciudad agradable, fría pero agradable. Había dormido en un hotel cerca de la central de autobuses y me había despertado temprano ese día para salir en seguida hacia Montgomery. Me faltaba un montón de camino si quería salir del estado pronto, y trataba de aprovechar cada hora.

El reloj marcaba las seis treinta y cuatro de la mañana cuando llegué al mostrador de la central de autobuses de Enterprise.

ㅡUn boleto para la próxima salida hacia Montgomeryㅡle dije a la mujer rubia detrás del mostrador.

ㅡ¿Podría ver una identificación? Por políticas no puedo vender boletos a menos que tengas dieciocho añosㅡdijo la rubia con una falsa sonrisa.

Mierda.

ㅡYo...la olvideㅡdije. Claro que tenía identificaciones, pero todas mostraban que tenía diecisiete, y no dieciocho.

ㅡLo siento, necesito una identificación o un padre que te acompañeㅡpronunció la mujer.

Saque un billete de billete de cien dólares y lo puse encima del mostrador.

ㅡ¿Y si no me devuelves el cambio? ㅡdije ofreciéndole mi sonrisa más falsa.

La mujer alzó una de sus cejas y me dirigió una mirada de expectación. Tomó entonces el billete y lo guardo.

ㅡ¿A Montgomery, dijiste?ㅡdijo mientras escribía en su computadoraㅡ. Estás con suerte, hay una en media hora. Aquí tienes un ticket, es por la puerta dos.

Tomé el ticket de viaje, pero su mano se posó encima de mi muñeca reteniendome.

ㅡEsta es una central pequeña, nadie presta atención. Pero si piensas hacer lo mismo en una ciudad como Montgomery tendría más cuidado si fuera tú.

Luego me soltó, ofreciendome la misma falsa sonrisa y una sensación de que mi viaje no sería tan fácil como había pensado.

Pandemia{Pausada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora