Despierto abruptamente, sintiendo la necesidad de inhalar todo el oxigeno posible y llenando mis pulmones al máximo. Mi respiración es agitada y siento una molesta taquicardia que no se va. Mi cuerpo pesa y estoy extrañamente cansada y soñolienta. Garganta seca, ojos llorosos. Soy un desastre.
Parpadeo para remover el agua que llena mis globos oculares. Ésta escurre en forma de lágrimas y es cuando me tomo un momento para inspeccionar el lugar en el que me encuentro. Impulso mi cuerpo hacia adelante, con la intención de sentarme. Sin embargo, algo retiene mis extremidades y no lo logro. No puedo moverlas, es como si mi cuerpo no me respondiera y lo único que fuera capaz de conseguir es mover la cabeza. Genuino miedo recorre mi alma y mi respiración se vuelve todavía más rápida y agitada.
¿Qué está pasando conmigo?
—Está despierta, señorita.
Lena me observa desde la puerta, mientras sostiene una tableta delgada en las manos. Aprieta dicho objeto contra su pecho y parece estar abrazándose a sí misma. Se acerca a mí a paso rápido y se posiciona a mi lado.
— ¿Cómo se siente?
—No me puedo mover, Lena —hablo apretando los dientes—. ¿Por qué buklot no me puedo mover? ¿Qué me hicieron?
—Se encuentra bajo el efecto de suplementos especialmente concentrados de melatonina. Debería pasar en una hora o dos.
Trago con fuerza, entendiendo el porqué del sueño que tengo.
— ¿Y dónde estoy? —pregunto cortante.
—Disculpe, señorita, pero no se me permite responderle ese tipo de preguntas.
—Esto es secuestro —siseo enojada—. No pueden golpearme en la cabeza o inyectarme melatonina cada vez que se les pegue la gana.
Lena no responde y se dedica a revisar mis signos vitales. Parece concentrada en lo que hace, sin embargo también puedo notar que está nerviosa.
—Lena, ¿estás bien?
Ella frunce el ceño y evita mi mirada con ahínco.
—Signos vitales estables, señorita. —Teclea algo en la tableta y la vuelve a apretar contra sí misma—. Volveré en dos horas para revisarla de nuevo.
—Lena, no —la detengo cuando noto que está apunto de irse—. Por favor, ayúdame —pido con mi voz apunto de quebrarse.
Ella me mira sorprendida, tal vez no esperaba que le dijera eso. Niega con la cabeza y aprieta los labios.
—No necesita mi ayuda, señorita. Usted está bien.
—Eso no es verdad —la contradigo—. Lena, por favor. Ya ni siquiera puedo confiar en mi mamá, necesito que me ayudes.
—Lo siento, señorita. Ese no es mi trabajo.
La pelinegra básicamente huye de la habitación, desapareciendo de mi vista. Me llegan unas ganas enormes de llorar y cierro los ojos.
Tengo miedo, mucho miedo. Miedo por la situación entera, miedo por Ethan, miedo por las abusivas que se atrevieron a inyectarme melatonina...
La pesadez parece desvanecerse un poco repentinamente, permitiéndome mover los dedos. Sólo los dedos, pero algo es algo.
Poco a poco, soy capaz de recuperar el movimiento de mi anatomía. Todavía me siento débil, sin embargo ya pasó la mayoría del efecto.
Pierdo la noción del tiempo, no tengo idea de cuánto llevo aquí pero parecen ser siglos. Me quedo observando la pared, jugando con mis dedos y esperando a que Lena entre por esa puerta, pues dijo que volvería.
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Kathery y el Único Chico de la Tierra.
Science Fiction- Tú... -comienzo a hablar con la respiración entrecortada, sin saber que decir en realidad-. Tú... - Yo... Yo... - ¡Tú eres un chico! - Supongo que sí: lo soy -afirma después de soltar un suspiro. - Pero eso es imposible. - Bueno, si fuera impos...