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El último día de clases Marinette se acercó a mí. No actuó tan rara como siempre, con ese nerviosismo suyo. Lo cierto era que era una chica linda, me recordaba vagamente a Mi Lady de vez en cuando, como cuando se reía, pero lo descartaba siempre porque Ladybug me había confirmado que no estudiaba en la secundaria y que mucho menos era una adolescente.

–Tengo que entregarte algo –había dicho Marinette–. Es... importante. Será la última vez que te vea, Adrien.

–¿De qué estás hablando, Marinette? ¿No irás a la fiesta de graduación? –había dicho yo.

–Te confesaré algo. Saldré de viaje en busca de algo, y no creo que vuelva a París.

–¿De qué estás hablando, Marinette? ¿Y Alya? ¿Tus amigos? ¿Tu familia?

–Es algo que tengo que hacer –sonrió ella.

Traté de devolverle la sonrisa, pero no pude por alguna razón. ¿Marinette se iba? ¿Qué estaba pasando con el mundo?

–Bueno, iré al grano –dijo ella, y me entregó una caja que parecía ser de zapatos, decorada con un empapelado rojo con motas. El estampado de Ladybug. Sonreí. Fui un idiota al no darme cuenta en ese momento.

–¿Qué es?

–Son cartas que escribí durante todos estos años –confesó ella–. Me gustaría entregártelas.

–¿Son cartas a mí?

–Sólo lo descubrirás de una forma.

Luego de eso Marinette hizo algo que nunca pensé que haría: me abrazó. Fue rápido, tanto que no tuve tiempo de asimilarlo y devolvérselo, y por alguna razón su cuerpo me había resultado familiar en ese instante.

–Adiós, Adrien –dijo, y antes de que pudiera responderle se marchó.

Al llegar a casa me quedé extrañado mirando la caja, cavilando entre abrirla o no. Plagg me decía que lo hiciera, que sería bueno que dejara de pensar en Ladybug, pero eso sería absurdo. No podía enamorarme de Marinnette, ella se iba.

En la noche ya mientras patrullaba con Ladybug pensé mencionárselo y de paso revelarle mi identidad, pero no pude. Al igual que Marinette esa mañana, mi Lady me entregó una caja con el mismo estampado.

–Me iré a una aventura, Chat Noir –había dicho ella.

–Corrección. Iremos a una aventura.

–Lo siento, compañero. Es algo que debo hacer sola. –Ladybug me guiñó el ojo. Traté de abrir la caja, pero estaba amarrada con un listón negro. Cuando volví a mirar hacia donde estaba Ladybug ella ya había desaparecido.

Rondé por la ciudad toda la noche. Tenía que encontrarla. ¿Quién se creía ella como para abandonarme así? Ladybug, por supuesto.

Al llegar derrotado a casa me dije a mí mismo que era mentira, que ni Marinnette ni Ladybug se marchaban, que todo estaba bien, que sólo era una mala pasada.

Amigo, qué equivocado estaba.

Pasaron días, luego semanas, y se cumplió un mes y nadie sabía de Marinette. Ni sus padres, ni Alya, ni Alix, ni Chloe, ni Sabrina, ni Kim, ni Nino... Nadie; y mucho menos sabían de Ladybug. Alya había dejado su blog debido a su desaparición, no había nada que publicar.

Durante mi tiempo libre patrullaba y combatía por mi cuenta a los malignos Akuma, con la esperanza de que Ladybug apareciese, pero no fue así.

Al final, más derrotado que nunca, me rendí también como Chat Noir, sin importar lo que dijera Plagg.

Cierta noche miré las cajas de Marinette y de Ladybug. Me pareció tan extraño y gracioso que ambas se parecieran, así que decidí abrirlas. ¿Qué era lo peor que podría pasar? ¿Enterarme de que Marinette era Ladybug? De nuevo, soy un idiota.

De: Marinette.

Para: Adrien.

Realmente no sé cómo comenzar una carta, supongo que te escribo porque es la única forma en la que puedo hablarte sin parecer una completa idiota. Lo cierto es que me pone muy nerviosa hablar contigo, Adrien. Pero sé que algún día tendré que irme y nos separaremos y no quiero que eso pase sin decirte lo que siento.

Lo cierto es, Adrien, que estoy enamorada de ti. Lo creas o no, sé que puede parecer algo tonto, pero es la verdad. Estoy totalmente enamorada de ti. ¿Quieres saber cómo lo sé? A pesar de todo, me importan más tus sentimientos que los míos o mis caprichos.

Juré que nunca te confesaría esto porque te hizo muy feliz. Juré que nunca te lo diría porque sé que te desanimará cuando te enteres, pero en tu cumpleaños, cuando recibiste esa hermosa bufanda azul... No fue tu padre quien te la regaló. Yo tejí esa bufanda, yo la llevé a tu casa y se la entregué a la asistente de tu papá.

Sé que está mal mentir y ocultar las cosas, pero te veías tan feliz creyendo que tu padre se había esforzado que no tuve el corazón de decírtelo.

Lo siento mucho, Adrien. Por matarte la ilusión y por haberte escondido eso.

Puedes seguir leyendo las demás cartas si quieres, porque sé que escribiré más, pero entenderé si no lo quieres hacer luego de saber lo que te acabo de confesar. Lo entendería, Adrien.

Me quedé atónito. Definitivamente tenía que ser una broma... No, no lo era. Ahí fue cuando caí en cuenta de que por eso Marinette actuaba rara cada vez que me le acercaba. ¿Por qué no me di cuenta?

Aturdido y queriendo olvidar levemente esa confesión por el sentimiento de culpa que comenzó a invadirme, busqué entre la caja de Ladybug.

De: Ladybug.

Para: Chat Noir.

¡Hola, compañero!

Supongo que te resultará extraño que te escriba, pero por alguna razón sentí esa necesidad. Quizás es que ya te he llegado a considerar como uno de mis mejores amigos, y creo que eso es bueno, ¿no lo crees, Chat Noir?

Lamento decirte esto pero sé que algún día sé que me tendré que ir lejos, compañero, y no te puedo decir la razón aunque sé que en estas cartas que te escribiré te contaré muchas cosas sobre mí que quizás no sabías.

Así que espéralo, Chat Noir. ¡Conocerás finalmente quién es Ladybug!

(Y, además de lo obvio, esto no se lo puedes decir a nadie, jeje).

Así que continuemos, compañero. Sigue adelante, sin mí.

Por favor.

Cartas de Mi Lady.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora