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De: Ladybug.

Para: Chat Noir.

No sé cómo reaccionarías ante esto, pero, ¿sabías que te besé un día? Sí, como lo oyes, Chat. Fue cuando Kim resultó akumatizado y se convirtió en Cupido Negro. Recuerdo que querías decirme algo, aunque nunca supe qué; también recuerdo que interferiste en medio de ambos para que una de sus flechas no me golpeara y resultaste afectado por los poderes del Akuma. Comenzaste a gritarme cosas como que me odiabas y eso, aunque en ningún momento creí que fuese verdad.

La cosa está en que, no sé si te habrás dado cuenta, de que saliste del efecto sin haber purificado la mariposa. No pensé decírtelo porque fue todo por una causa, pero quería que lo supieras ahora, no sé porqué.

Te saqué del trance, y para ello tuve que besarte. Era lo único capaz de desaparecer ese odio irracional que habías comenzado a sentir. Cuando despertaste del trance lo dije, pero no me oíste y luego preguntaste qué había pasado, al parecer no te acordabas de nada.

Quién lo diría, Ladybug llegó a besar a Chat Noir (estoy riendo un poco mientras lo escribo), es algo que trascenderá la historia, ja, ja.

Iba a decirte que te amo, pensé, atónito, mientras la carta resbala de mis manos. No podía ser cierto. No... Ladybug, me había besado. Me había besado y yo ni siquiera me acordaba.

–¡Plagg!

El apareció con el aroma fétido indescriptible del queso.

–¿Esto es cierto? –dije, pasándole la carta.

Él la leyó y luego me miró.

–Eh... Es que tenía miedo de que no te volvieses a lavar la boca si lo sabías.

Sentía como si fuese una nube, que no se movía de lugar, pero seguía suspendida en su propio espacio en la órbita. Una nube tiesa.

–Adrien, ¿estás bien?

–Yo... Ella me beso.

Plagg duró el resto del día mirándome con preocupación. Cuando me fui a acostar el corazón me latía deprisa, pero de una manera suave, no escandalosa como había pasado con Marinette, no con ese nerviosismo que me dejaba tieso. Comencé a rozarme los labios con la yema de los dedos... Ladybug me había besado, y yo no lo sabía.

Cuando desperté llamé a Alya. Tenía que hablar con Marinette, no porque sintiera la necesidad de hacerlo, pero sí la necesidad de que ella no se preocupara por mí.

–¿Marinette está ahí, Alya?

–Je, tuviste suerte, colega. Estamos en el aeropuerto, su avión aún no llega. Espera, te la paso.

¿Tan rápido se iba de París?

–¿Hola? –escuché su voz al otro lado del teléfono.

–Hola, Marinette. Yo... Estoy bien. Te llamo para que no te preocupes, anoche estaba mareado, no había cenado y eso, y bueno... –en mi mente no sonaba tan patético como en ese momento.

–Gracias al cielo –escuché que decía con alivio–, pensé que te había pasado algo malo. No me vuelvas asustar así.

–Lo siento.

¿Por qué ella se preocupaba? ¿Por qué me disculpaba?

–¿Puedo preguntarte algo, Marinette?

–Por supuesto.

–Lejos de Alya, por favor.

–Descuida, anda hablando sobre Ladybug con una niña. –escuché que soltaba una risita.

–Bien. Yo...

–¿Es acerca de mis cartas?

–Más o menos... Ahora entiendo porque actuabas así, ya sabes, cuando estábamos en secundaria y en la prepa, pero... Ya no eres así. ¿Qué hizo que no sintieras ese nerviosismo?

Marinette se quedó callada unos instantes.

–Me dije a mí misma que no valía la pena actuar así, así que por las malas entrené para controlarme; pero cuando decidí eso ya había pasado el tiempo y no lo podía controlar del todo. Cuando me di cuenta ya era tarde, y me tenía que ir.

No sabía qué responder. Ya era tarde, había dicho ella. ¿Tarde para qué?

–¿Por qué quieres saber eso, Adrien?

–Es que... últimamente me he estado poniendo nervioso y pensé que me podrías ayudar con eso.

Marinette permaneció callada unos segundos.

–¿Te gusta alguien?

–No lo sé.

Más silencio.

–¿Marinette?

–¿Sí?

–¿Todavía sigues sintiendo lo mismo?

–Yo... Lo siento, Adrien. Es tarde, tengo que arribar ya.

–¡¿Marinette?!

–Hasta luego.

La llamada se cortó.

Cartas de Mi Lady.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora