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De: Marinette.

Para: Adrien.

Son pocos los momentos que recuerdo junto a ti en los que no actué como una idiota. Pocos, pero preciados para mí. ¿Uno de los mejores? Cuando me convenciste de que mi tío sí me quería, cuando participó para ganar el título de Mejor Chef del Mundo y cambió el nombre de su platillo la Sopa Celeste a la Sopa Marinette. Creo que de no haber sido por ti no hubiese tenido fe de aceptar que en realidad sí le importaba, y que, cabe destacar, no tartamudeé (al menos no del todo) mientras estuvimos juntos.

Perdona que sea así de torpe, supongo que no sé controlar bien mis sentimientos.

La gira había terminado. Ya estábamos en París preparando el espectáculo final. Me había rehusado a leer otra carta, tanto de Ladybug como de Marinette, pero había caído de nuevo al llegar a París. Plagg estaba molesto, no habíamos visto señal alguna de Ladybug. Yo me sentía ansioso. Sabía que Marinette no estaba aquí, Alya me lo había dicho en cuanto me vio, no tuve que preguntar nada.

–¿Qué es lo que te pasa, Adrien? –había preguntado Alya–. Ella estuvo loca por ti durante años y ahora vienes y... ¿Por qué haces esto?

No le respondí y ella se marchó. Comencé a albergar una esperanza; esperanza de que quizá s Alya había dicho aquello porque Marinette seguía estando enamorada de mí y por eso decía aquello, porque para Marinette se le hacía difícil. Pero... me hacía sentir mal. El hecho de saber de que mi amor podría herir a Marinette... Ella había tenido razón, ya era tarde. Era tarde porque le dolía. Y, aún así, cada vez que pensaba en Ladybug pensaba en Marinette, y si pensaba en Marinette terminaba pensando en Ladybug. Era horrible. No poder darme el lujo de pensar en ninguna porque el recuerdo de la otra siempre estaba presente, latente, expectante.

Al finalizar la última pasarela me convertí en Chat Noir y comencé a rondar la ciudad.

Esa noche fue algo inexplicable.

Justo cuando iba a regresar a casa escuché un grito. Al ir a ver encontré dos hombres forcejeando una muchacha, la cual, a pesar del grito no parecía estar asustada. Mientras me iba acercando me di cuenta de que era Marinette. Mi Mari...

Antes de que alguno de los tres se diera cuenta de lo que estaba pasando salté sobre aquellos hombres y los noqueé ipso facto. Marinette parecía un poco asustada al verme, casi a punto de echarse a correr o llorar, fue como si su valentía se hubiese esfumado.

–Tranquila, tranquila... Soy yo, Chat Noir. Me conoces. Todos me conocen.

Ella cayó de rodillas en la acera, con una maleta abierta con algo de su contenido esparramado. Al parecer eso era lo que querían aquellos hombres. Marinette ahogó un grito y lágrimas silenciosas comenzaron a correr por su rostro.

¡Rayos! ¿Qué había hecho?

Con cuidado traté de abrazarla, no quería que pensara otra cosa, como que el superhéroe de la ciudad se quería aprovechar de ella.

–Tranquila, Marinette. Todo va a estar bien...

–¿Cómo sabes mi nombre? –preguntó ella, apenas audible.

–Nos hemos encontrado en alguna que otra ocasión, además de que tus padres tienen la mejor repostería de todo París.

–¿Te conozco? –preguntó ella, entrecerrando los ojos y haciéndome a un lado.

–Por supuesto, soy Chat Noir.

–Me refiero a debajo de la máscara. ¿Quién eres?

–Soy Chat Noir, y eso es todo lo que necesitas saber, Mari –le dije, sonriéndole–. ¿Qué te ha pasado? ¿Qué querían ellos de ti?

Cartas de Mi Lady.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora