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Encontrar a Mi Lady... Eso era justo lo que debía hacer. Pero antes tuve que derrotar a los akumatizados. Cuando capturé sus Akuma, me di cuenta de algo: el Papillón no volvió a atacar. Era como si se hubiera dado por vencido, quizás porque ni Ladybug ni yo volvíamos a la acción.

La verdad es que eso era un alivio, así tendría tiempo.

Le pedí a mi padre que hiciera una gira con sus nuevos diseños, yo sería el modelo, así podría viajar sin sospechas de que en verdad buscaba a Mi Lady.

La primera, obviamente, fue en París. Seguiría por toda Europa y luego la primera parada sería la última, lo cual me sorprendió. La asistente de papá arregló todo, hasta mi ropa, cielos. En mi maleta de mano llevé pocas cosas: mi celular, una tableta, sus cargadores, unos auriculares y las dos cajas de cartas de Ladybug y Marinette.

La parada en París se me hizo eterna, pero pronto me hallé en un avión con rumbo a Italia. Mientras volábamos soñé con Marinette.

Estábamos en la escuela. En vez de sentarme con Nino en clase como siempre, era ella la que se encontraba a mi lado. Nino estaba sentado con Alya en el escritorio de arriba. Le estaba explicando algo a Marinette, creo que era historia... Y luego alcé los ojos y me encontré con unos pares de ojos azules tan, pero tan hermosos que... Ni sé lo que digo. El punto es que nos fuimos acercando, estoy seguro de que en el sueño hubiese besado a Marinette... de no ser porque los altavoces del avión me despertaron.

Para que vean, que hasta los superhéroes les pasa eso de que los despierten a mitad del sueño.

¿Quería ver que pasaría al final de mi sueño? Tengo que admitir que sí.

Tengo que admitir muchas cosas, como que estaba pensando mucho en Marinette, como que de momento a otro sentía más ganas de leer las cartas de Marinette que las de Ladybug, como que quizá, sólo quizá, me estuviera llegando a gustar Marinette...

No. Mi corazón era de Ladybug, lo había prometido. Además Marinette se había idio.

Ladybug también se fue, me susurró mi subconsciente.

Rayos.

De: Ladybug.

Para: Chat Noir.

Siempre me he preguntado algo, Chat Noir. Me he preguntado si esa manera en la que actúas cuando estás conmigo es verdad. Me refiero a cómo te entregas para protegerme, como si fuera una damisela en apuros y tú fueras el caballero dispuesto a salvarme. Me preguntaba si en verdad estabas enamorado como parecías...

Prometí serte sincera mientras escribía estas cartas, y lo cumpliré. Creo que lo único que influyó a que no me enamorara de ti fue que estaba enamorada de alguien más. Bueno, lo estoy. No te diré quién es por ahora, no quiero que te de un ataque de celos estilo Hermano Mayor-versus-Enamorado-de-su-hermana, aunque sería un poco divertido.

Algún día te lo contaré, Chat, y te reirás de ello, porque sé que te causará mucha gracia. Creo que hasta te burlarás de mí por enamorarme de él, pero la verdad es que es una persona maravillosa, aunque cuando estoy cerca de él... No creo que realmente me esté viendo, a los menos no mis sentimientos, de los cuales todo el mundo parece darse cuenta.

Sentí algo pesado caer en mi pecho, algo que venía desde adentro de mí: mi corazón. Era como si, de alguna forma, Ladybug hubiese liberado un Akuma en mi corazón. Se sentía tan horrible que llegué incluso a esperar que una de las mariposas del Papillon entraran por la ventana, pero no sucedió nada. Supongo que ni siquiera merecía ser akumatizado.

Consuelo. Necesitaba uno desesperadamente, algo que hiciera que mi corazón no se sintiera tan aprisionado, algo que me hiciera sentir mejor.

Marinette, pensé de golpe. Sus cartas.

Abrí con cierto desespero su caja y tomé la siguiente carta.

De: Marinette.

Para: Adrien.

Recuerdo una vez que tuve una especie de "Aventura-contra-el-crimen" junto a Chat Noir. Fue cuando apareció El Ilustrador. Al día siguiente me preguntaste que qué tal me pareció Chat Noir. Te dije que me pareció genial, o algo así, no recuerdo muy bien, sabes que suelo decir muchas cosas sin sentido cuando estás conmigo.

La cosa está en que Chat Noir me hizo reír mucho, aunque quizás él no lo sepa porque en verdad le hice creer que me parecía fenomenal. No es que sea un mal héroe, es un excelente, pero me parecía sumamente gracioso, como una comedia romántica, cuando él comenzaba a pavonearse y a presumir frente a mí y yo le seguía el juego, porque parecía que en verdad me estaba creyendo. Creo que fue lo más divertido que pasará en la vida, la verdad fue de lo mejor. Me dieron ganas de decirle en ese instante a Chat Noir quien soy en realidad, pero es obvio que no puedo hacerlo. Ni siquiera puedo decírtelo a ti, Adrien, de entre todas las personas.

¿Has escuchado de que con un gran poder viene una gran responsabilidad? Pues, quiero protegerte de eso. A ti y a todo el mundo. Oculto algo muy grande, Adrien, y no me gustaría que salieras lastimado por saberlo, sabiendo que cualquiera podría aprovecharse de ti si lo supieras, si lo supiera cualquiera. Alya lo sabe, pero era algo inevitable, ya sabes cómo es ella.

Se quedará muy triste cuando me marche, pero tengo que hacerlo. Hay que perseguir las aventuras, ¿no? Me pregunto si a ti te entristecería cuando me marche, pero sería algo muy cruel y egoísta desearlo, además de que me gusta verte sonreír.

Me reí con su carta. ¿Chat Noir pretencioso? Un poco... Después de todo soy un gato. Sentí una inmensa curiosidad al saber qué escondía Marinette. Se notaba que no era algo sencillo y deseé que ella me lo hubiese confesado antes, que hubiésemos compartido mucho más. Yo era su amigo, ella fue la segunda amiga que hice cuando fui a la escuela por primera vez, era como si viese que Nino se sintiera mal por algo que me escondía. No me importa que fuese, me importaba más que les estaba haciendo daño a mis amigos. Deseé saberlo, lo deseé con frenesí, deseé evitar que Marinette se sintiese mal de la misma forma que ella no deseaba verme triste. Además, ella tenía una linda sonrisa.

–¿Por qué estás poniendo esa cara de idiota? Pensé que Ladybug te había terminado de romper el corazón –dijo Plagg detrás de mí.

Arrugué la carta del pánico. Me sentí como un ingenuo adolescente al que habían descubierto escribiendo su primera carta de amor.

–¿D-de qué estás hablando, Plagg?

–No me digas que estás enamorándote de nuevo de Ladybug, porque eso sería no tener vergüenza. –lo miré con mala cara a lo que él volteó los ojos y acto seguido se metió en la caja de cartas de Marinette, justo antes de que pudiera evitarlo–. ¡Ajá! –dijo, saliendo de allí–. Es de esta chica, Marinette. Te estás enamorando de ella.

–No seas ridículo, Plagg...

–¡Te has puesto rojo, te has puesto rojo! –dijo, riéndose de mí, y sentí una gran vergüenza.

–Es ridículo –le dije–. No puedo enamorarme de alguien sólo por leer lo que escribe.

–Yo me enamoré del queso sólo con saborearlo, ¿por qué tú no puedes enamorarte de alguien por lo que escribe?

–No es lo mismo. Yo leí y tú probaste.

–Lo leí con mi lengua.

–Plagg... Ni siquiera importa si es así o no. Ladybug ya no está, Marinette tampoco. Estoy solo en esto.

Plagg suspiró.

–Tú y tú manía de tener amores imposibles.

Plagg se escondió. La asistente de papá abrió la puerta.

–Adrien, el tren está a punto de llegar a la estación, ve preparando todo.

Y se marchó.

Tú y tú manía de tener amores imposibles. La frase de Plagg se quedó suspendida en el aire, como una dulce fragancia de rosas en medio de una floristería. Amores imposibles.

Aunque no lo quisiera admitir, Plagg tenía razón.

Cartas de Mi Lady.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora