Conversación: Namie

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-Ikebukuro, 2 semanas antes-

Departamento de Izaya

19 de mayo, madrugada

-o-O-o-

Número desconocido [Ahora es el turno de Namie-san.]

Namie Yagiri no tardó mucho tiempo en comprender lo que debía hacer. O al menos una parte. Sin demorarse en tomar sus cosas se dirigió al departamento de su jefe, aun cuando sabía que no confiaba mucho en que la hubiera perdonado del todo. Ella tampoco podía sentirse libre de la culpa, aunque, era solamente por el hecho de haber puesto en peligro a las gemelas, que aun sentía cierto remordimiento.

Aun así, Seiji podía valer un sacrificio como ese.

Lo vale, ciertamente lo vale.

La mujer también se daba cuenta de que poco le hubiera importado el que la víctima fuera Izaya. Sin embargo, ahí estaba, metida en el elevador a punto de asistir al informante. No pensó que el encontrarse con la puerta abierta le podía indicar que algo había sucedido. Esperaba encontrar a Izaya frente al escritorio con una expresión que diera a entender que nada había pasado entre ambos.

Pero Izaya no estaba a la vista.

Cuando escuchó un golpe sordo en la parte de arriba, se acercó con cierto sigilo. A través de la puerta del baño escapaba luz blanca y se lograba entrever un charco de sangre.

—¿Izaya? —llamó Namie aun cuando sabía que no iban a responderle.

Tardó mucho menos de lo que imaginó en abrir la puerta. El daño que pudo haberle causado al informante cuando empujó la puerta era de lo más mínimo comparado con lo que Izaya se había hecho a sí mismo. A su lado, se encontraba el cuchillo con el que había logrado causarse un daño de tal grado que Namie dudaba mucho que, si acaso sobrevivía, no tuviera efectos a largo plazo. Sufriría las consecuencias aun así lograban salvar todos los órganos que se daba cuenta había atravesado con la hoja metálica.

—¡¿Tales son tus ganas de probar algo?! —le riñó Namie impotente mientras rebuscaba entre su bolso su teléfono celular. Mientras marcaba el número de emergencias, le pareció que la mano de Izaya estaba en un ángulo extraño si consideraba que el informante debió de haberse desmayado con muy poca gracia.

Mientras se mantuvo el tono de espera, Namie leyó aquellos garabatos en el suelo.

Con tinta roja rezaba el azulejo "Shhh".

-Ikebukuro, 1 semana antes-

Hospital General

25 de mayo, madrugada

Cuando despertó se dio cuenta de que muchos años de experiencia en el negocio no le habían preparado para soportar semejante dolor. Izaya resistió el impulso de llevarse la mano al vientre o a los costados. Podría haber jurado que no le administraron la suficiente cantidad de analgésicos como para volver aquella estancia en el hospital un poco menos tormentosa.

—Quizá algún día entiendas que no vale la pena tener siempre la razón —le dijo Namie.

Izaya se esforzó por girarse a la mujer.

—Tenías las tripas de fuera, literalmente —continuó ella, apoyando una pierna sobre la otra.

—¿Estoy muerto? —preguntó Izaya ahogando un quejido.

Logró sonreír a duras penas.

—Oh, no solo eso. Estás muerto para Ikebukuro y loco para el personal del hospital. Me ha costado mucho más que recurrir al Awakusu para que no te encadenaran a la cama.

El Segundo del InformanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora