En jaque - 2

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-Ikebukuro, 2 meses antes-

Departamento de Shizuo

25 de abril, mañana

Izaya pasó por alto el que estuviera sentado a la mesa de Shizuo. Si bien estaba mucho mejor, aun le dolía la cabeza (tendría que resignarse a que debería reposar durante los próximos días). Le pareció que, al darse cuenta de sus malestares remanentes, Shizuo hizo lo posible para causar el mayor ruido del que fue capaz.

Izaya se mordió la mejilla para evitar quejarse.

—Hay algo que quieres decirme, Shizu-chan —dijo Izaya con toda certeza.

El guardaespaldas se volvió, pero no lo miró a los ojos. Destapó una botella de leche.

—Sí, pero sé que pasarás por alto el consejo o, peor aún, harás todo lo contrario.

¿Por qué no simplemente me sueltas un poste encima o me persigues por la ciudad?

—¿Qué?

—Termina con esto de una buena vez. Vas a cabrear a medio Ikebukuro.

—Es decir, ¿que abandone el juego?

—No, tienes que ganar.

Eso no me lo esperaba, Shizu-chan. ¿Qué más estaré ignorando?

—Mientras tú estabas aquí, supe de algo.

Izaya pareció dispuesto a creerle.

—Eh, Shizu-chan, ¿qué hicieron contigo? Casi pareces humano.

—Le rompí los tobillos para que hablara: no creo que eso suene muy humano.

—Dime el nombre de tu contacto.

—No me tomes por idiota, Pulga. No lo sabrás: no pienso decirte nada.

—¿Cuánto crees que me tomara averiguarlo?

—No puedes saberlo, esas son las reglas, ¿cierto? —dijo Shizuo con sorna.

—No tenía idea de que tanto te gustaba jugar.

¿Por qué quise contarte sobre el juego? ¡Estúpido monstruo!

—Lo detesto, pero cualquier cosa es mejor que dejar a la ciudad en tus manos.

—Me conoces bien.

—No podría saber menos.

—Eres de lo más ilógico, ¿cómo podrías "amarme" si no me conoces?

—¿Y yo qué voy a poder decirte?

—Shizu-chan, tendrías que haberme contado que no eras tan aburrido.

—Sí, ya lo creo. De eso se trata; lo que nos ahorraríamos si optaras por no estar aburrido —Shizuo se tomó de un trago el contenido de la botella.

—Yo no soy responsable de eso. Si mis humanos de vez en cuando no cumplieran mis expectativas no tendría razones para quejarme. Pero todos, casi todos, hacen exactamente lo que yo quiero, lo que he planeado sin pensármelo mucho.

En algo acertaste, monstruo: no haré nada de lo que me hayas dicho. Te odio, Shizu-chan. No mereces que tome en serio tus palabras, aun cuando siempre actúes según tus deseos y no los míos. Ese detalle es lo único que pienso aplaudirte. ¡A tal punto te odio!

—Esa es solo tu opinión, Pulga, pero no tiene más peso que otras. Te darás cuenta.

Shizuo sacó un cigarro y empezó a fumar en el interior del departamento.

El Segundo del InformanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora