Conversación: Shinra

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-Ikebukuro, 2 semanas antes-

Departamento de Izaya

18 de mayo, altas horas de la noche

Cuando reparó en la hora, Izaya Orihara apenas logró ocultar la sorpresa. Así que había pasado al menos ciento veinte minutos sentado en el sillón, pensando una y otra vez en lo que había tenido que vivir durante el presente día; pensando en algo que seguramente no debió de durar más de cinco minutos, pero que no pensaba que podría olvidar. En parte, porque no le permitirán hacer tal cosa, tenía que reconocerlo.

El informante volvió su vista al tablero, pero tampoco se atrevió a colocar las piezas en la posición en la que ahora deberían encontrarse. Aun así, no apartó sus ojos de aquel juego en el que pensó que llevaba las de ganar.

A veces hay que aparentar que no se tiene ventaja, ¿cierto?

Otros treinta minutos transcurrieron y, justo en el momento en el que se creyó capaz de retirar aquellas piezas y reordenar las demás, alguien tocó a la puerta. A sabiendas de que Namie sabría que lo mejor era dejarlo en paz (al menos por ahora), Izaya pensó que no podría haber llegado nadie más que Shinra.

Tras quitar el seguro de la puerta, Izaya tomó asiento en su sillón ejecutivo. El médico, con su habitual maletín en mano, colocó una silla frente al escritorio de Izaya, y luego lo imitó.

—¿Namie o Celty? —preguntó el informante con fingido interés.

—Namie —dijo Shinra en voz suave—, aunque ahora Celty lo sabe también.

—Ciertamente en esta ciudad nada puede permanecer siendo un secreto.

Irónico que ahora me parezca eso como algo molesto.

Shinra no dijo nada, sino hasta después de un rato.

—¿Estás bien?

—Si te digo "sí" no me creerás, pero no estarías equivocado.

—Lo siento —dijo Shinra e Izaya le creyó.

—Ya me lo dijeron hace rato. Dejó de ser todo el asunto un secreto con la intervención de Shizuo —dijo Izaya, al tiempo que señalaba sus ojos enrojecidos. Ante el gesto, la reacción inesperada de Shinra no le hizo sentir mejor.

Shinra volvió a permanecer callado, pero, en silencio, rebuscó algo en el interior de su maletín. Cuando encontró lo que buscaba lo depositó encima del escritorio.

—¿Qué es eso? —preguntó Izaya, pese a que ya sospechaba que era lo que su amigo le ofrecía.

—Un alivio —le dijo Shinra con media sonrisa—. Solo acéptalo, ¿vale?

Izaya asintió con la cabeza, se arremangó la camisa y extendió su brazo. Mientras veía a Shinra inyectar aquella sustancia en su brazo, se preguntó el por qué querría ayudarlo de esa manera. ¿Estaría genuinamente preocupado por él, o sería porque pensaba que ayudándolo también podía calmar el sufrimiento de Shizuo y de Celty...? Sea como fuere, Izaya no se sintió de ánimos para preguntarle a Shinra la razón que había tras sus acciones. Era preferible aceptar aquel alivio que le ofrecían como bien le había dicho el médico.

Como esperaba, poco a poco, Izaya no tardó en sentirse más alejado de la realidad.

—Ya pensarás en la mejor manera para salir de esta —comentó Shinra.

Izaya soltó una risilla.

—Sí, lo único que necesito es tiempo.

—Lo tendrás.

—Sí, yo lo tendré —murmuró el informante. Shinra volvió a guardar sus cosas, ignorando de esa manera el repentino brillo en los ojos del otro.

—Eso sería todo —dijo Shinra, si bien Izaya no creyó que el médico no tuviera nada más que decir. Sin embargo, no quiso entretenerlo.

Izaya volvió a cubrirse el brazo y vio a Shinra dirigirse a la puerta. Por unos momentos, le pareció que éste le aconsejó que no cometiera alguna imprudencia, pero no pudo asegurarlo.

Nuevamente a solas, Izaya terminó de realizar lo que había dejado pendiente durante la mañana y luego, tras marcar un solo mensaje de texto con uno de sus muchos celulares, se dirigió a la cocina.

Viendo que su vista aún estaba nublada, se restregó el rostro y luego tomó lo que necesitaba. ¿Qué entendería Shinra por "imprudencia"? A mal tuvo no decírselo antes. O quizá lo hizo, pero no quiso escucharlo, del mismo modo en el que ignoró las advertencias del monstruo. Ya podría regodearse Shizuo después de que Izaya hubiera escuchado sus palabras de hacía rato.

Después de encerrarse en el cuarto de baño, Izaya se preguntó si, apenas hiciera lo que planeaba, se desmayaría de manera tan pronta como cuando lo habían acuchillado en las calles de Ikebukuro. Se repitió la pregunta una vez más, pero, tras sonreír como solía hacerlo, Izaya no tuvo más dudas.

En el minuto siguiente en el que permaneció despierto, Izaya dejó escapar un sonido ahogado, y pensó que la intervención de Shinra era una hermosa coincidencia. Claro que, sin importar lo que fuera lo que le administró, no estaba siendo suficiente.

Quizá si hubiera recordado cuánto dolió aquella vez, no me habría pasado por la cabeza hacer algo como esto de nuevo... Si te es posible, dame las gracias, maldita bestia.

El Segundo del InformanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora