Capítulo IV

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"Imaginé todo como si estuvieses en frente mío" fueron sus palabras, algo que me enterneció y me halago la verdad. Eso quería decir que mi escrito había llegado a su corazón y que estaban bien plasmadas mis emociones allí.

A medida que pasaban el tiempo, intentaba tratarla mejor, intentaba tener siempre palabras bonitas por decir, trataba de que se sintiera acompañada y apoyada. Pues era lo que en realidad deseaba ser para ella.
Cierto día le dije:

- Está noche te invitaré a salir a caminar, ¿puedes?
- Eh... -dudó- claro que si. Pero ¿cómo será eso? Bueno -sonrío- tú estas allá, y yo acá -volvió a reír -
- Ya lo verás.
- Y... ¿a dónde vamos? -preguntó intrigada-
- Será una sorpresa -respondí seguro- saldremos a las 21:00, ¿te parece?
- Está bien.

Me despedí de ella en ese momento pues me ocuparía el resto de tarde y noche. Pero en realidad me la pasé pensando cómo haría para que ambos disfrutáramos de ese momento como si estuviésemos juntos, si en realidad estábamos tan lejos. El cómo hacer que fuera recordable aquel momento que "viviríamos ambos" -simbólicamente- estando a miles de kilómetros de distancia.
La hora llegaría y yo estaba listo para comenzar. Le escribí y pregunté si estaba lista, ella asintió.
Mandé una foto de como estaba vestido -quería- que se sintiera lo más real posible- y le dije que estaba listo para que saliéramos. Ella dijo también estarlo. Y así fue como comencé a escribirle en descripción para que imaginará lo que yo tenía en mente.
Salimos hacia la calle, caminando uno al lado del otro, a paso lento y tímido. El silencio abundaba entre nosotros y nuestras miradas nunca se encontraban. Yo sonreí.

- ¿De qué te ríes? -me preguntó confusa-
- Bueno, es que no es nada fácil esto de salir de repente con alguien con quien nunca te habías visto -sonreí- No es tan fácil comenzar una conversación de la nada.
- Ah... -asintió- ¿cómo estuvo tu día? -preguntó tratando de tomar la iniciativa-
- Estoy exhausto, fue un día pesado. Hice muchas cosas. Trabajé hasta decir ya no más en la clínica, estamos remodelando algunas cosas y además tenemos que trasportar algunos equipos de allí hacia la clínica de la cual somos filial y viceversa. Incluso tuve que ir un par de veces al centro comercial a comprar algunas cosas.
- Imagino lo cansado que debes estar.
- Sí, así es. Pero dime, ¿cómo estuvo el tuyo?
- Estuvo bien. Aunque, te extrañé mucho hoy -tapó su rostro con las manos-
- ¿De verdad? -pregunté sorprendido-
- Sí, así es. No sé porqué, pero lo hice.
- Pues yo debo confesarte algo.
- Si así lo quieres, puedes hacerlo.
- Yo me sentí incómodo por lo escribirte en toda la tarde. Era como si siempre quisiera estar ahí, hablando contigo preciosa. Pero estuve tan ocupado, que no pude hacer más que esperar.
- No te preocupes, lo entiendo. Sólo cuidate mucho cuando hagas esas cosas, ¿vale?
- De acuerdo. Así podré volver bien a casa para una vez más hablar contigo -sonreí-

Sin dar advertencia tomé su mano y le dije: "ven hay que cruzar la calle" ella sólo algo sorprendida me miró, de lo que yo, por estar de espaldas, no me percaté. Aún así no se opuso ni dijo una palabra. Después de haber cruzado la carretera, seguí caminando como si nada sin soltar su mano, ella no hizo objeciones. Más bien me dijo:
- Me gusta caminar de la mano contigo, así me siento segura.
- Y yo siento como si no quisiera soltarte jamás. Y que podamos caminar siempre juntos.

Ella se sonrojó y con su otra mano tapó su boca mientras sonreía. Yo también sonreí después de mirarla a los ojos. "Estamos cerca" le dije, "está bien" respondió ella diciendo sí con su cabeza.
Pronto estábamos en frente de una pradera verde que se dejaba divisar poco por la oscuridad del lugar, descendiendo sobre esta, se veía la entera ciudad iluminada por luces artificiales. Procedimos a seguir y sentarnos en una banca que allí yacía. A lo lejos, el oscuro del final de la ciudad se unía al negro cielo lleno de estrellas, parecían ser parte de un mismo cuadro pintado de colores oscuros, azul turquí, negro... adornado con luminosos amarillos de las luces y las blancas iluminaciones de las estrellas en lo alto del cielo.

- ¿Qué te parece todo esto? -pregunté haciendo gestos de grandeza con mis brazos, apuntando hacia la descendiente de la pradera donde estaba la ciudad-
- Hermoso, todo es hermoso -hizo énfasis-
- Pero, ¿sabes? Hay algo mejor.
- No creo que haya algo mejor a esto.
- Sí, si lo hay. TÚ. Porque eres mucho más hermosa, el brillo de tus ojos es tan perfecto y tan -hice fuerza en el tono de vos en la anterior palabra- hermoso, que sería imposible compararlo con ello.

Se vio el gesto de sorpresa en su cara por esas palabras, apretó mi mano con la suya y recostó su cabeza en mi pecho. Yo comencé a acariciar su cabello.

- ¿Sabes por qué te traje aquí? -pregunté-
- No lo sé. Dime.
- Siempre quise ver la inmensidad junto a la persona que tanto me gusta y asegurarme de que la miro con tanta ternura, pasión y avidez como a la grandiosa naturaleza o espectáculo como este.
Ella me miró a los ojos sin levantar su cabeza de mi pecho, yo hice lo mismo. Sus ojos se veían más brillantes y los míos se reflejaban en los de ella. Su cabello acariciaba mi pecho descubierto por el botón desabrochado. Y entre acercamientos lentos e inseguros, surgió el deseo de besarnos.

Distante Amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora